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Editoriales

Instituto de Investigaciones Jurídicas UJED

Enrique Arrieta Silva

El libro de José Ramón

José Ramón Hernández Meraz, rector de la Universidad Juárez del Estado de Durango y entrañable amigo, me hizo llegar firmada de su puño y letra una fraternal invitación para que lo acompañara en la presentación del libro Medio siglo de noticias en Durango (1930-1979), el jueves 5 de julio de este 2003, a las 19 horas.

Sentí mucho no poder hacerlo. Ese mismo día, y a la misma hora, tenía un compromiso ineludible en la ciudad de Sombrerete, Zacatecas, contraído con bastante anterioridad, con motivo de los eventos programados por el 448 aniversario de su fundación.

Así pues, no pude acompañar a José Ramón de todos mis afectos, pero he quedado enterado por los comentarios de amigos mutuos, como Enrique Torres Cabral y Carlos Borrego, y por la lectura de las

crónicas de los diarios, que el evento desarrollado en los pasillos de nuestro añoso y patriarcal Edificio Central, fue como se esperaba: cálido, humano y de alto nivel cultural y académico por su asistencia y

desarrollo. No podía ser de otra manera, dado que José Ramón le ha rendido siempre culto a la amistad.

Así pues, no estoy en condiciones de escribir el comentario de este suceso que sin duda ocupará un sitio muy importante en el siguiente medio siglo de noticias en Durango (1979-2029), porque la obra de José

Ramón, estoy seguro, tendrá continuidad, porque se trata de una obra que se nutre en la memoria colectiva y sirve a la memoria colectiva.

Se dice que no hay nada más viejo que el periódico del día anterior. Esto es cierto, si se mira desde la óptica de la oportunidad de la noticia, pero falso si se observa desde la perspectiva de la historia, porque entonces es válido afirmar que no hay nada más nuevo que el periódico de años anteriores. Esto es así, porque la noticia del día, una vez leída, se archiva en las brumas de la memoria, y no vuelve a aparecer nítida y actual hasta que un investigador la rescata de un archivo particular o de una hemeroteca pública, valga decir del polvo del olvido, para ponerla frente a nuestros ojos y hacernos recordarla si es que la vivimos o bien para informárnosla si es que no formó parte de nuestras vivencias.

En uno y otro caso, se trata de la memoria colectiva, sin la cual los pueblos no pueden ni siquiera recordar sus aciertos y errores, y están por lo tanto condenados a repetirse estérilmente.

Así, gracias al esfuerzo inquisitivo de José Ramón, podemos recordar o saber por ejemplo que Durango, el 16 de marzo de 1929, se quedó sin gobernador, sin diputados y sin magistrados, por la desaparición de poderes decretada en contra del gobernador general Juan Gualberto Amaya: que en el año de 1930 el actor durangueño Ramón Novaro triunfa en el cine mudo con la película "Juventud de príncipe"; que en 1932 es asesinado en Canelas, Dgo., el general Andrés Arrieta León; que en 1934 fallece el señor licenciado Joaquín Moreno, fundador de El Siglo de Torreón; que en el mes de febrero de 1938 se funda la Federación de Trabajadores del Estado de Durango, que vendría a ser la CTM; que en el año de 1940 se funda el Instituto 18 de marzo en la ciudad de Gómez Palacio; que en el año de 1943 se inicia la construcción del Instituto Tecnológico de Durango y la Colonia Nueva Vizcaya, asignándoles lotes gratuitos a los trabajadores del Estado; que en 1944 José Revueltas triunfa en el certamen de argumentos cinematográficos convocado por Excelsior; que el primero de noviembre de 1952 nace el municipio de Vicente Guerrero; que el 25 de noviembre de 1954 fue derribada por manos criminales la estatua de Benito Juárez, que se encuentra en Las Alamedas; que el 25 de noviembre de 1965 se instala el primer semáforo en nuestra ciudad en el crucero de 5 de Febrero y Carlos León de la Peña; que el 9 de enero de 1970 cuatrocientos estudiantes universitarios toman el Palacio de Gobierno, durante seis horas, en abierta rebeldía en contra del gobernador Alejandro Páez Urquidi, y como continuación del movimiento del Cerro del Mercado de 1966; y que en 1979, en el mes de enero, la paisana Dolores del Río visitó por última vez Durango. Todo ello narrado en forma clara y amena, como es costumbre en José Ramón y asignándole un encabezado certero y simpático a cada nota que él redacta de manera bastante amena de la información tomada de los periódicos locales. Es tanto su entusiasmo por ponernos en posesión de esos bellos recuerdos grabados en las páginas de los periódicos, que no en todos los casos señala la fuente específica, pero lo entendemos, lo comprendemos, lo queremos y lo admiramos, y aquí hablo en plural, porque sus amigos nos contamos por racimos.

José Ramón, además de Rector, académico y político, es periodista, y lo es desde los años sesenta, allá por los tiempos de don Salvador Nava y su Voz de Durango, en la que escribían artículos de fondo y eran reporteros amigos mutuos como José Luis Burciaga. Por eso su inclinación natural para hurgar en las páginas de los periódicos en un tramo de medio siglo durante un ejercicio de investigación de cuatro años para entregar esta obra a Durango, con un amor que no se acaba ni se acabará nunca, porque hunde sus raíces en generaciones y generaciones anteriores y florecerá en generaciones y generaciones venideras.

Dice Taylor Coldwell en su obra intitulada La columna de hierro, que es la biografía novelada de Cicerón, que un libro es como un iceberg, cuya masa de hielo flotante sobresale de la superficie del mar, pero queda oculta bajo las aguas su mayor parte. La masa de hielo flotante y visible es el libro, y esa parte es lo único que está a la vista de los lectores, el resto, o sea la mayor parte, no resulta visible para el gran público, y es ésta la que en el símil representa el trabajo y el esfuerzo del investigador .

Lo anterior es particularmente cierto, tratándose de investigaciones de archivo y de hemeroteca, pues permaneciendo estos lugares generalmente en sitios a los que no tienen acceso los usuarios, sino nada más los investigadores, nadie, o casi nadie, es testigo de las tareas y afanes del investigador dedicado a hurgar en la soledad y en el aislamiento.

De tal manera que bien puede el investigador, trabaja que trabaja, deslizando el lápiz o la pluma sobre el cuaderno o sobre las fichas de trabajo para registrar sus anotaciones o hallazgos y cuidando que sus

manos y brazos no sean invadidos por algunas de las nueve especies de hongos que suelen habitar en las páginas de los periódicos envejecidos, sin que nadie lo vea y avale su entrega tenaz al oficio.

Así de incomprendida, ardua y hasta peligrosa es la vida del investigador y, sin embargo, todo eso queda recompensado con creces y en demasía, cuando los potenciales lectores reciben con aplauso al libro, que es la única parte visible y la más pequefia del esfuerzo del investigador,

Como sucedió en la presentación del libro de José Ramón, quien por cierto en la última página a la que llama 8 columnas de la historia de su vida, en la que habla de sus padres Manuel Hernández Hernández y Dolores Meraz Nevárez; de sus hermanos Cócola, Oralia, Alicia, Jovino, Mefio, Fidel, Lolita y Dorita; de sus hijos Salvador, Tania y José Ramón; de su esposa Julieta, centro de su vida, y de sus nietos Sthephanie, Celia Alejandra, Tania Julieta y Sara Sofía, se nos muestra transparente y se nos revela dueño de una prosa poética de grandes y sinceras dimensiones a través de la cual nos da una sublime lección de amor, que es la más grande lección que puede dictar el ser humano.

La hemeroteca de la Biblioteca Central Estatal "José Ignacio Gallegos Caballero" es una de las mejores de la República, o cuando menos del norte de ella. José Ramón ha sabido hacer buen uso de ella, para entregar a Durango una obra que incorpora su pasado a su presente, para que haga suyo su porvenir, y eso tendrán que valorarlo las actuales generaciones, pero sobre todo las generaciones futuras, pues a veces es necesaria cierta lejanía para apreciar cabalmente las obras que valen la pena.

El libro consta de 273 páginas y está impreso por los talleres de Artes Gráficas "La Impresora", su tiraje es de 1000 ejemplares y se terminó de imprimir el 31 de mayo de este año de 2003. Su diseño muestra en

la portada la centenaria fachada por donde hemos entrado y salido miles y miles de durangueños para formarnos en la ciencia y en el humanismo. Está escrito con buena pluma, con claridad meridiana, con buen humor y con extraordinaria y ejemplar voluntad, pero sobre todo con entereza.

En el libro de José Ramón, además de la valiosa información que contiene, sólo hay afectos. Afectos para sus padres, afectos para su familia, afectos para sus amigos, entre los que tengo la fortuna de contarme desde los afios estudiantiles, y afectos desde luego para su Universidad, para su Nuevo Ideal en donde nacieron sus ideales y para su Durango, para cuya historiografía dice quiere cooperar, y vaya que lo logra.

Estos afectos están presentes en todo el libro, desde lo que él llama El propósito, que está escrito a manera de prólogo, hasta lo que titula Las 8 Columnas de la historia de mi vida, que están escritas en forma de epílogo y en las 48 notas al pie de página. Sólo hay que lamentar que el prólogo y el epílogo hayan sido tan breves; hubiéramos querido conocer más de sus profundas motivaciones y de sus finas y sutiles apreciaciones.

En fin, siendo tan grande el libro de José Ramón, no caben en él ni el dasafecto ni el desamor; sólo el afecto y el amor, y eso habla muy bien de la limpieza de su alma.

Escrito en: José, libro, Ramón, obra

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