Para Mayela del Carmen
Una de las antiguas casas coloniales de Durango mejor conservadas es, sin duda, la que perteneciera al historiador y político José Fernando Ramírez, enclavada en pleno centro histórico de la ciudad.
Esta casa, por azares de la historia, ha tenido una larga vocación al servicio de la cultura y la educación, pues justo en estos días se cumplieron sus primeros 150 años en que se abriera al público para dar paso a la creación de la primera Biblioteca Pública de Durango.
La mansión fue construida a fines del siglo XVIII por Juan Antonio de Asilona, para ser su casa habitación, desde entonces se edificó como una construcción de gran amplitud y sobriedad, característico de la arquitectura barroca de la Nueva Vizcaya. De Asilona fue nombrado Contador Mayor del Real Tribunal de Cuentas en Quito, por lo que se trasladó a aquella ciudad dejando al cuidado de su casa a su hermano Lorenzo de Santa Marina.
La casona, una autentica mansión colonial, fue el sitio idóneo para que José Fernando Ramírez instalara allí su biblioteca, que sin duda llegó a ser una de las mejores del país en el siglo XIX. La casa, escribía el propio Ramírez en 1851, “es de las mejores de la ciudad en cuanto a construcción y la mejor de Durango en cuanto a conservación y compostura”; en otra carta de 1850 decía que “...derribé paredes en la nueva casa que adquirí para preparar habitación a mis presentes y futuros libros, imaginándome bastaría un salón de 29 varas (que fue insuficiente), así como mi estudio que mide diez varas.. y me sobran libros”.
LA BIBLIOTECA PÚBLICA
En esa mansión de gruesos y sólidos muros, de amplias y bien cuidadas habitaciones, se fue conformando una de las bibliotecas más ricas del México del siglo XIX. Hacia fines de 1847 había logrado reunir en su selecta y bien cuidada biblioteca más de 7000 volúmenes. Tan importante fue la biblioteca que incluso en 1851 se propuso que fuera la base de la Biblioteca Nacional que se pensaba construir en la capital de la República.
Ese mismo año de 1851, Ramírez fue designado Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se trasladó a vivir a la Ciudad de México, pero ante la imposibilidad de llevarse los voluminosos libros de su biblioteca, decidió venderlos al Gobierno del Estado junto con su casa para que se aprovecharan de mejor manera, naciendo así la primera biblioteca pública de Durango.
La casa fe vendida en 31,000 pesos en 1851, de los que solamente se le entregaron 14,000. Y aunque se reservó para sí unos 20 cajones de libros y manuscritos, la mayor parte de la colección se entregó para que la misma casa funcionara como biblioteca pública con 7,477 libros.
Después de más de dos años de gestiones para cubrir los fondos presupuestales necesarios, el 4 de septiembre de 1853, hace 150 años, abrió sus puertas la primera biblioteca pública del Norte de México y una de las primeras del país, justo en la casa de uno de los más grandes bibliófilos e historiadores mexicanos, José Fernando Ramírez. Su primer director fue el señor José Gómez, quien con el cargo de bibliotecario era auxiliado por un portero o mozo de aseo.
La casa funcionó exclusivamente como biblioteca por unos años, ya que en agosto de 1856 sus aulas dieron cabida al Colegio Civil del Estado, que se había creado por decreto desde abril, aunque la Biblioteca del Estado siguió siendo pública.
UNA VOCACIÓN PARA LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA
En 1859, el Colegio Civil se trasladó, junto con la biblioteca, al antiguo Seminario y Colegio de la Compañía de Jesús, por lo que las casa se destinó para recibir al Congreso del Estado y al Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Luego de la intervención francesa el Congreso desapareció, por lo que solamente funcionó el Tribunal de Justicia hasta 1869, en que se instaló en el Palacio de Gobierno.
En 1869 abrió sus puertas en la vieja mansión la llamada Escuela Central, que un año después se conocería como Instituto de Niñas, hasta 1915 en que, en reconocimiento a su fundador, se le denominó Instituto Juan Hernández y Marín.
En 1924 desapareció el Instituto de Niñas y el edificio fue ocupado por una escuela primaria estatal hasta 1929, en que sus aulas se destinaron para la Escuela Normal del Estado, que funcionó en esta casa hasta 1961, pasando a ocupar sus nuevas instalaciones frente al “Ojo del Agua” del Obispo en el Parque Guadiana. La mansión de José Fernando Ramírez fue cedida entonces a la Universidad Juárez del Estado, la que instaló en sus aulas la Escuela Superior de Música y una amplia galería de arte; Luego en años recientes ha sido destinada para oficinas administrativas de la propia Universidad.
QUÉ VER
La mansión colonial de Ramírez es una de las mejor conservadas de Durango.
Su acceso labrado en cantera es muestra de los frontispicios característicos de las casas barrocas de Durango. Alzándose por encima de la cornisa, da espacio para recibir el medallón o escudo de armas del propietario. Aunque ahora muestra unas mal disimuladas inscripciones de cuando fuera Escuela de Música.
Al ingresar por el zaguán llegará a un amplio y bien iluminado patio que se abre entre cuatro corredores de bellas y simétricas arcadas sostenidas por sólidos y pesados pilares.
El salón principal, que ocupara en un tiempo el aula magna de las escuelas que aquí funcionaron, fue en realidad el estudio de José Fernando Ramírez y se distingue por su bien logrado y equilibrado enmarcamiento de columnas en el corredor principal al fondo del patio.
En las esquinas de los corredores podrá descubrir el conjunto de murales al fresco que en 1939 realizara el maestro Francisco Montoya, cuando funcionaba en este lugar la Escuela Normal. Por la calle de Bruno Martínez podrá acceder a la Galería de Arte Francisco Montoya, en la que regularmente se exhibe obra de reconocidos artistas de Durango, esta galería fue levantada en el amplio salón de 29 varas que hiciera ampliar Ramírez para dar cabida a su biblioteca.
PARA MUY OBSERVADORES
¿Podrá descubrir la temática de los murales de Montoya? Uno de ellos es una alegoría a la emancipación de la mujer y lleva una inscripción francamente incisiva.
La cruz gamada en la cima de la opresión era un auténtico llamado de atención de Montoya, al creciente fascismo en 1939. ¿Conseguirá localizar esta insignia nazi?
Las armas de la fe y de la fuerza para la conquista es el tema de uno de los murales. ¿Logrará encontrarlo?
Una de las pinturas realizadas en esta mansión colonial es un símbolo del futuro de los pueblos y el papel de los maestros con la educación.
Todos los murales están fechados y firmados. ¿Sería capaz de identificar la firma del maestro Montoya?
El aula principal, además de su enmarcamiento de columnas de cantera, lleva una inscripción en latín. ¿Podría leerla?
DATOS ÚTILES
Cómo llegar
La mansión de José Fernando Ramírez se encuentra ubicada en pleno centro de la ciudad en la esquina de Negrete y Bruno Martínez, a dos cuadras de la esquina noroeste de la Plaza de Armas.
Se puede visitar de 8:00 a 15:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas, de lunes a viernes.
La Galería de Arte tiene su acceso por la calle Bruno Martínez, con el mismo horario. Entrada gratuita.
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¿Quién fue José Fernando Ramírez Álvarez?
Sin duda uno de los más importantes eruditos del siglo XIX. Originario de Parral, Chihuahua, vivió durante muchos años en Durango, por lo que la llamaba su “patria particular”. Ocupó una gran cantidad de cargos públicos que lo hicieron figurar como un político destacado, tanto por sus intervenciones en las tribunas legislativas, como por sus contribuciones al ordenamiento administrativo del estado y de la nación.
Colaboró de cerca con los presidentes Valentín Gómez Farías y Mariano Arista, así como con el archiduque Maximiliano de Habsburgo durante el Segundo Imperio. Su pasión por la historia y por los libros lo llevó a escribir obras fundamentales para la historia de México y sus descubrimientos y traducciones ayudaron a la construcción de la identidad nacional, en el agitado siglo XIX.
Considerado como el Príncipe de los Historiadores en México, contribuyó a sistematizar la investigación histórica e impulsó las teorías positivistas en boga, para el escudriñar de los testimonios documentales. Fue Director del Museo Nacional y gracias a su intervención permanente se lograron salvar numerosísimos libros de las antiguas bibliotecas conventuales, así como testimonios de las antiguas culturas prehispánicas. Incluso un códice, por él descubierto, conservado e interpretado, lleva su nombre, el “Códice Ramírez”.
Tras la caída del Segundo Impero, tuvo que salir del país, llevando consigo la segunda biblioteca particular que formara, en la que se incluía la mejor colección de incunables americanos que se había logrado reunir.
En Durango se conserva su primera biblioteca y constituye la parte fundamental del fondo reservado de la Biblioteca Central Estatal. Sus libros se reconocen por su exlibris, pequeño sello de propiedad que puso a todos y cada uno de los libros de su pertenencia.
José Fernando Ramírez murió en Bonn, Alemania, sin haber podido regresar a México, el 4 de marzo de 1871.