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ADICCIONES

Fernando Ramírez Guzmán

Sombras en tiempos perdidos: los cuarenta años de Saúl Hernández

Cuatro años antes del movimiento estudiantil y social que cimbró al país tatuándolo como el parteaguas de la historia contemporánea de nuestra nación, en el año en que Revueltas publica, haciendo gala de su prodigiosa vena literaria Los Errores; en el año en que Buñuel da vida en la pantalla grande a Simón del Desierto, nace, el día 15 de enero en la Ciudad de México, Saúl Alfonso Hernández Estrada, líder y vocalista del grupo Jaguares y una de las figuras seminales del rock mexicano en su decadente era moderna.

Emergido del seno de una familia marcada por el signo de la desunión y la indiferencia, desde muy temprana edad fue dando certeza al postulado freudiano de “infancia es destino”. Campechanea sus preferencias musicales que lo bombardean en la calle, en la casa. Los Beatles, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Las Puertas y los Rolling van configurando junto con Los Panchos, Benny Moré, la Sonora Santanera, José José, Von Barajan y Tin Tán, el colmo del eclecticismo.

La escuela es un suplicio mientras que los maestros y la “hueva” infinita son la misma cosa para el puberto que con fruición rasca las dos cuerdas de su guitarra y compone rolas, gusta del dibujo y abraza la lectura. Castaneda, Goethe, Wells y Sallinger velan su sueño, ambientan sus pesadillas.

In Memoriam fue primero, después fue Deimos el grupo en que realizó su primera tocada, luego formó Frac acompañado por incipientes músicos que quizá hoy sean grandes ejecutivos de una trasnacional o tal vez vendan tacos de suadero en el metro Hidalgo. Pero cuando el hoy reconocido realizador y cinefotógrafo Carlos Marcovich presentó a su hermano Alejandro, quien ya conocía a Saúl, con el baterista Alfonso André con miras a que organizaran un toquín para recaudar fondos para aspirar a rodar una película, comenzaba a fraguarse una leyenda en el subterráneo, en las entrañas del DF.

Las Insólitas Imágenes de Aurora es el nombre de la banda, el cual fue tomado del título que da nombre a un cuento escrito por Saúl Hernández. Dos demos, un video inconcluso y una breve colección de buenos comentarios en el circuito antrero capitalino dan fe del potencial. Sin embargo, llegaría la disolución. Saúl conoce a Diego Herrera, Salvador “Sabo” Romo y a Jorge “Gato” Arce quienes dan vida a Caifanes, en la segunda tocada de la nueva banda en Rockotitlán, Alfonso André reemplaza a Arce en la bataca y Santiago Ojeda, de Botellita de Jerez, palomea en la guitarra ocasionalmente. Corría el año de 1987.

Con Caifanes compone algunos himnos generacionales como Viento y sobre todo, Mátenme Porque me Muero, los cuales se dan a conocer inicialmente de boca en boca, de manera clandestina. Tocan puertas en las disqueras, su peculiar apariencia provoca alarma y prejuicios entre los ejecutivos: indefinidos, andróginos. Vendemos discos, no cajas de muerto les escupen en la cara. A partir de noviembre de ese año, sin embargo, la suerte no sería la misma. Junto con Neón, abren un concierto a Miguel Mateos en el Hotel de México. Óscar López, productor argentino, queda convencido con la actuación que dejó el ambiente calientito para el intérprete de Cuando seas Grande. López, con gran influencia en Ariola contrata al enigmático grupo. Graban con esa casa disquera un maxi single con dos temas. Graban su primer disco el cual mezclan en Argentina y en el que Gustavo Cerati, vocalista de Soda Stereo, toca la guitarra en La Bestia Humana.

De ahí en adelante se fue hilando una serie de pequeñas victorias de los subversivos que tomaban por asalto y a punta de trancazos importantes espacios en radio, en televisión, en revistas. La ignominia era cosa del pasado. El primer disco: reconocimiento; el segundo, ya con Alejandro Marcovich en la guitarra: la consolidación. Luego siguió un breve receso en el que el músico formalmente enfermo José Fagoaga, también conocido como Dr. Fanatik, invita a Alfonso André, a Federico Fong, y al exquisito guitarrista José Manuel Aguilera a que formaran La Suciedad de las Sirvientas Puercas, grupo al que se incorpora Saúl y que tuvo una efímera existencia de tan sólo tres toquines en fiestas privadas.

El tercer disco representó el que los Caifanes tocaran el cielo con las manos. Para el cuarto, la salida de Diego y Sabo, y sobre todo los problemas entre Saúl y Alejandro provocan la desintegración de Caifanes en 1995. En ese mismo año, durante la que después se sabría sería su última gira, un torrencial aguacero impidió que salieran al escenario improvisado de la Plaza de Toros Alejandra de esta capital.

Problemas con drogas y daños irreversibles en la garganta de Saúl, marcan el pináculo de su carrera. Forma Jaguares con los que hasta la fecha a lanzado cuatro discos al mercado de calidad dispar y que evidencian su cada vez más débil y lesionada voz.

Sin embargo, auténticas legiones de admiradores en todo el país continúan mitificándolo en vida y mantiene intacto su imán pata convocar adeptos y vender discos. En cambio para algunos, que ciertamente no son pocos, Saúl ha desvirtuado su camino original y lo ven como un prepotente empresario musical.

Hoy en día, a sus cuarenta años recién cumplidos, Saúl Hernández debería considerar seriamente su permanencia en el mundo de la música, por lo menos como cantante. Tiene en este momento más que ganado un lugar importante en la historia del rock mexicano, por propio bien ojalá y lo conserve... y que descanse en paz. En la próxima entrega de ADICCIONES: Claroscuros del cine mexicano en el 2003.

Escrito en: Saúl, Alfonso, grupo, vida

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