El ejido Ignacio Zaragoza cumple setenta y cinco años y el núcleo poblacional de "La Quesera" del que germinó va a completar un siglo. No obstante, la comunidad no tiene historia escrita. A fines del año 2000 me prometí reunir las diferentes piezas de su historia y reforzar la identidad de los que allá nacimos, de los que aún radican en el poblado, de los que vivimos en la ciudad de Durango y de los que residen en otras entidades de la República o en los Estados Unidos. En el primer año del milenio renové mi promesa y me propuse impulsar desde Durango un renovado programa de desarrollo del pueblo donde nací. En el primer carril he avanzado muy poco. Pero en lo que hemos caminado más aprisa es en el propósito que nos hicimos en la década de los noventa de ayudar más organizadamente a los de Zaragoza, desde las posiciones de gobierno en los que nos veníamos desenvolviendo. En mi caso, en el sector educativo. En ese marco escribo estas notas sobre los acontecimientos relevantes de la localidad. Tienen como ejes rectores cinco proyectos de desarrollo que se han ido implementando en tiempos, ritmos y estrategias y visiones diferentes en contextos sociopolíticos diferentes y distantes. En el principio fue la creación del ejido en 1929; después el programa educativo que tuvo como elementos relevantes la fundación de la telesecundaria en 1984 y del telebachillerato en 1996. En seguida la interconexión a la red eléctrica con base en un convenio intergubernamental signado en 1998 y por último el Plan de la Sierra que se empezó a configurar en junio de 2002. Este último se ha venido implementando con base en una visión integral del desarrollo de las 16 localidades que integran la región de la sierra Ignacio Zaragoza Otinapa, en un horizonte de planeación de mediano y largo plazo. Este plan recoge las experiencias anteriores en el campo de la gestión del desarrollo y se construye con una estructura rectora que toma en cuenta la organización "gubernamental" y social existente y el armado de alianzas con otros actores sociales del Estado. Entre éstos figura en primera línea el presidente municipal José Rosas Aispuro Torres, que ha visto con simpatía este ejercicio de planeación estratégica impulsado desde la base y la revalorización de la organización ejidal como parte importante en la integración de los actores sociales, públicos y privados del plan y desde luego en la gestión de las acciones derivadas en este instrumento.
LA CREACiÓN DEL EJIDO:
El 4 de febrero de 1929 se creó, por resolución presidencial, el ejido Ignacio Zaragoza. Sus fundadores fueron 80 ejidatarios, a los que por decreto del presidente de la República, general Plutarco Elías Calles, se les dotó de 1,704 hectáreas de tierra de la hacienda de Otinapa. El antecedente del pueblo y de esta organización ejidal lo tenemos en el núcleo poblacional denominado "San Francisco de la Quesera que fue erigido en Pueblo libre con el nombre de Ignacio Zaragoza" por decreto del Gobierno del Estado, publicado el primero de enero de 1925. Las familias fundadoras fueron familias con los siguientes apellidos: Pérez, Rivas, Segovia, Campos, Murillo, Barrios, Gurrola, Soto, Mercado, Retana, Cosío, Luna, Simental, Romero Vidales, Carrillo, Moreno, Contreras, Flores, Meléndez y Hernández.
El proceso de fundación del ejido no fue sencillo ni rápido. Se consumó después de gestiones que duraron casi una década. El primer paso fue la solicitud de los vecinos de "La Quesera" formulada desde el 19 de julio de 1921, con base en un censo poblacional de 201 habitantes de los cuales 65 eran mayores de 18 años. El segundo evento fue la autorización de "dotación provisional" del gobernador Enrique R. Nájera publicada en el periódico oficial del 30 de diciembre de 1926. (Para esa fecha el censo población se había incrementado a 395). Un tercer acto significativo se dio el 20 de diciembre de 1928. Ese día se firmó el acta de "posesión definitiva de la tierra" en un acto simbólico en el que participaron el representante de la Comisión Nacional Agraria y el Comité Particular Agrario representado por su presidente Eulogio Meléndez; por el jefe de cuartel Cayetano Soto, y por los directivos Pedro Barrios, Florentino Carrillo, Fernando Contreras, Pablo Segovia, Zacarías Luna y Manuel Retana.
Estos datos dan una idea de los eventos previos a la fundación del ejido en el marco de la reforma agraria que impulsó la Revolución Mexicana iniciada en 1910 y hecha proyecto nacional en 1917. Pero a la distancia de setenta y cinco años y en tiempos de modernidad y de globalización de la economía no es fácil valorar la trascendencia social de este proceso que forma parte de la historia (microhistoria) de una comunidad rural del municipio de Durango. Historias similares se vivieron en alrededor de mil pueblos rurales del Estado.
Sólo los que vivimos más de cerca la vida de los ejidatarios sabemos lo que significaba en las primeras décadas del siglo para un campesino pobre y sin derechos sociales ser dueño de la tierra donde trabajaba y ser parte de una organización agraria de tipo sindical y cooperativa que les ayudaba a defenderse de los hacendados y les daba representaciones frente a los gobiernos estatal, municipal y federal. Sobre todo con este último nivel a través de la Secretaría de la Reforma Agraria. Sólo los que nacimos ejidatarios podemos justipreciar la importancia que en su tiempo tuvo para un hombre de campo cambiar su vida de peón de hacienda por la de propietario comunal de un pedazo de tierra. Sólo los que vivimos en carne propia los años del ejido podemos entender el valor social y político que en los tiempos de institucionalización de la revolución mexicana tuvo la organización ejidal. Sin olvidar que ésta se concibió como estructura que tenía como propósito dual hacer producir la tierra e impulsar el progreso familiar y social de los campesinos. Ello sin desconocer que integrados a la CNC también fue palanca de participación política dentro del PRI. El liderazgo de la organización encarnó en un comisariado ejidal que, como actor social, sigue vigente.
Los eventos y fechas arriba mencionados son el manantial de donde se configura el ejido en la década de los veinte. Son elementos de reivindicación social y dignidad humana que tuvieron vigencia durante medio siglo pero que no se tradujeron en progreso económico y empleos permanentes a la sociedad rural de la sierra de Durango. De ahí que en paralelo a la reforma agraria que repartió tierras se inició un programa de educación rural que también caminó con lentitud en comparación con los avances que se dieron en la ciudad de Durango, pues tuvieron que transcurrir cincuenta años para lograr contar con una escuela primaria de organización completa. Como señalábamos al principio, a fines de los noventa se dio un salto en el programa educativo con la creación del telebachillerato. Pese a ello tenemos que aceptar que a principios del siglo XXI todavía no hemos logrado desencadenar un proceso de desarrollo sostenido, de ahí que debemos contestarnos las siguientes preguntas:
¿Todavía es vigente la organización campesina como promotora del desarrollo integral la comunidad? ¿Cuál es el camino para elevar la calidad de vida de las familias de Ignacio Zaragoza?