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Editoriales

El pesar alienta

Juan Pablo ArreoLa Torres

“Vi al pesar beber una taza de tristeza y decir “Qué dulce es su sabor, ¿verdad?”

“Me has descubierto -dijo el pesar- y has arruinado mi negocio, ¿cómo voy a vender la

tristeza, ahora que sabes que es una bendición?”

Yalal ud-Din Rumi

El sufrimiento nos acompaña desde el nacimiento, de niños sufrimos por aquello que nuestros padres no nos obsequian, a veces porque no pueden... otras porque lo que queremos no es lo más apropiado; sin embargo, también de adultos, ¡cómo nos gusta sufrir! Muchas veces compramos libros para entender el sufrimiento y recuperarnos de la pérdida de alguien o de algo, y hasta llegamos a identificar el dolor como una etapa necesaria para superar nuestras pérdidas y recobrar la estabilidad. Rumi no dice que el sufrimiento no es un mal necesario en nuestro camino hacia la cordura, es una bendición, no es doloroso en absoluto, sino que es una oportunidad para saborear el delicioso néctar que nos ofrece en los momentos oscuros de nuestra vida.

Para la mayoría de las personas el pesar es la forma de reaccionar a una tragedia, y parece completamente natural ante una experiencia dolorosa. ¿Cuántas veces le han llevado los momentos de desesperación -un accidente, una enfermedad, una pérdida económica, una ruptura en una relación, la pérdida de una propiedad o la muerte- a estados de angustia, ira, negación y luego pesar? La mayoría de las personas cuando está pasando por un momento difícil adoptan una tendencia comunicando a todo el mundo su desgracia. Finalmente, tras un largo periodo, empiezan a sobreponerse y acaban por aceptar la situación.

Si suponemos que sabemos que lo que ha sucedido, eso que hemos catalogado como pérdida o fracaso es exactamente lo que tenía que suceder. Si suponemos que todos supiéramos al instante que era necesario que experimentáramos el acontecimiento que desencadenó el pesar y la tristeza. Ahora, supongamos que podemos actuar de acuerdo con esta nueva conciencia. Sin lugar a dudas esta suposición se contradice con todo lo que al respecto nos han enseñado acerca de cómo debemos reaccionar ante la catástrofe o la muerte. No se plantea aquí que no se respeten nuestros verdaderos sentimientos, sino que hay otra manera de ver y comprender las situaciones a las que la vida nos enfrenta.

Debemos aceptar y comprender a la vez que éste es un sistema inteligente, que el mundo y nosotros los seres humanos y toda cosa viviente es parte de todo un plan en el que no hay accidentes. Siempre hay algo qué aprender del sufrimiento, incluso de la enfermedad como tal. Podemos aceptar esta lección y saborear la dulce certeza de este misterio. No se trata de fingir que nos gusta la tragedia; lo importante es que nos comprometamos a utilizarla para generar energía y acceder a un nivel más alto en nuestras vidas. Podemos convocar a nuestra tristeza, al igual que lo hizo Rumi y decirnos a nosotros mismos: "¡Qué dulce es tu sabor! ¿Verdad?". Es decir, debemos entender que tenemos algo qué aprender, aquí mismo, en medio de todo este dulce dolor y que si lo comprendo tal cual es lo vamos a tomar de esta manera y a desdeñar a los que se dedican a repartir penas.

En las sociedades indígenas, la muerte es un acontecimiento digno de celebración. Incluso en los momentos de pesar o duelo existe un conocimiento básico: no se cuestiona el momento en que el Superior, Él, Dios o como le llamemos, decide que cada persona llegue a la Tierra, ni tampoco el momento de su partida. ¡Todo sucede a su debido tiempo! Quizá este consuelo provenga de la dulce visión de que todo forma parte de la perfección del universo, pues la inteligencia invisible fluye a través de cada célula de la creación, incluyendo las múltiples experiencias dolorosas de toda una vida.

El pesar, cuando sólo es una experiencia interior de tristeza y dolor, sólo mantiene a los que lo padecen en las profundidades del abismo, lo inmoviliza y lo hunde en la culpa y la angustia. Sólo hasta que se comprende que esa desesperación contiene un aliento, mejor dicho, una bendición, se deja de asociar pesar y tristeza: cada caída ayuda a recobrar el equilibrio y a remontar por encima de la destrucción de los golpes de la vida. Comprender que la aceptación de la vida tal y como nos toca vivirla nos da la suficiente fortaleza para encarar cualquier otra pérdida sea ésta la que fuere. Toda experiencia que nos cause dolor trae en sí mismo un mensaje, una lección; una de ellas es de que las cosas suceden porque así deberían suceder; otra, que aceptando-comprendiendo lo que nos sucede nos brinda una nueva visión sobre la vida y sobre las demás personas en nuestro entorno, pues la tolerancia, la paciencia y la comprensión aparecen como una nueva forma de conducta. Es, pues, tan importante la muerte como el nacimiento de un nuevo ser; comprendiendo esto, alguien le podrá decir un día -si usted es mujer-: ¡gracias, madre! También, éste es el otro aspecto de la vida.

H. Autoridades municipales, estaremos insistiendo sobre nuestra petición, pues es un derecho constitucional. Sin embargo, somos ciudadanos tolerantes. Demandamos la pavimentación de la calle Florida del fraccionamiento Aztlán; cientos de familias se lo agradecerán.

Agradecerá sus comentarios a. [email protected]

Escrito en: pesar, pérdida, dulce, dolor

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