La actitud de los autodenominados globalifóbicos, globalicríticos o altermundistas no deja de ser contradictoria. Manifiestan fobia, antipatía, crítica, aversión, repudio e inclusive enemistad violenta contra este fenómeno de nuestro tiempo que se conoce como globalización y sin embargo son precisamente instrumentos netos de la globalización comunicacional los que utilizan para manifestar su repudio al fenómeno contemporáneo. La globalización es un fenómeno social, económico y cultural que no tiene parangón en la historia, simplemente por el hecho de que esa universalización de transacciones, formas de actuar o de pensar, formas de consumir y de producir se asientan en el hecho del desarrollo tecnológico tan impresionante que se dio a lo largo del siglo XX en lo que se refiere a los procesos de comunicación, tanto de personas y de mercancías como sobre todo de datos, voz, imágenes y sonidos. Movimientos históricos para la relativa universalización de soberanías nacionales (léase imperialismos); mercados comerciales, ideologías políticas o religiones las ha habido a lo largo de toda la historia. Simplemente la historia de Europa es la búsqueda constante de saber compatibilizar lo propio: las tradiciones locales, la lengua, la etnia, la cultura, el comercio, con una visión universalista o cosmopolita, heredada ya de la liga de polis helénicas pero sobre todo del concepto del Gran Imperio. Así primeramente Filipo y Alejandro, posteriormente Roma y seguido el tiempo Carlomagno o Carlos I de España y V de Alemania junto con su hijo Felipe II, mantuvieron siempre claro en concepto de una entidad supranacional basada en el principio de que de la unión nace la fuerza. Pero la globalización actual no es solamente un fenómeno de cosmopolitismo o ecumenismo cultural o ideológico o de imperialismo político y colonialismo comercial; es indudablemente todo ello, pero lo es porque la celeridad de los medios de comunicación: automóviles, aviones, trenes de alta velocidad y todo el ámbito del desarrollo aeroespacial coinciden con una celeridad todavía mayor en el ámbito de las telecomunicaciones, la Internet, etc. Así, pues, resulta muy cómodo para los globalifóbicos organizar grandes tumultos, pero claro está, siempre y cuando existan cerca cámaras de televisión y corresponsales de las principales agencias informativas, generalmente provenientes de los países que son condenados en esas manifestaciones altermundistas como los países promotores de su concepto reduccionista o amañado de la globalización o altermundismo. Otro gran enemigo autodeclarado de la globalización, el que desde hace unos meses ha permanecido mudo, indudablemente por saber manejar los tiempos y los espacios que deben saberse manejar en este nuevo mundo de la comunicación; el subcomandante Marcos ha librado el 99.9 por ciento de sus batallas contra lo que el llama colonialismo neoliberal, mediático y globalizante, justamente en el espacio virtual que proporciona este nuevo mundo informativo e informatizado en el que se desenvuelve la parte más importante del auténtico fenómeno de la globalización. Los comunicados de Marcos son más conocidos en Suecia que en Chiapas, característica indiscutible de esta globalización que hace que sepamos más de las antípodas que de lo que sucede en nuestra casa.