“Ayudé a hacer de México, especialmente Tampico, una zona segura para los intereses petroleros norteamericanos. Ayudé a hacer de Cuba y Haití un lugar decente para que los muchachos del National City Bank captaran buenos ingresos. Ayudé en el ataque a media docena de países centroamericanos en beneficio de Wall Street. El recuento de saqueos es largo. Ayudé a limpiar Nicaragua para la casa financiera internacional de los Brown Brothers en 1909-1912. Limpié a la República Dominica a favor de los intereses norteamericanos en el azúcar. En China me aseguré que las actividades de la Standard Oil no fuesen molestadas... Serví en todos los grados desde Teniente Segundo hasta General de Brigada. Y durante todo ese periodo no fui más que un golpeador, un hombre músculo de élite para los grandes negocios, Wall Street y los banqueros.” (De un discurso en 1933 del general Smedley Butler, ex comandante en jefe del cuerpo de marines de Estados Unidos y como tal responsable de la conducción de los grupos de asalto de buena parte de esos "ejercicios").
Es inusual encontrar estos arranques de sinceridad o arrepentimiento en un militar de tan altos vuelos. Lo que no ha cambiado es el hecho de que las guerras internacionales proveen siempre oportunidades de hacer negocios. Más aún, el caso reciente de Irak muestra que éstos, los negocios, siguen siendo el principal motivo para arrancar una guerra. Mientras la Casa Blanca se devana los sesos para encontrar razones creíbles para invadir a Irak (armas de destrucción masiva, mejorar la democracia del pueblo irakí, etc.), los verdaderos motivos brotan a su pesar, como barros debajo del maquillaje de una adolescente.
En el transcurso de la semana se ha destapado el escándalo de la empresa tejana Halliburton uno de los gigantes privados que vive de los contratos del Gobierno y que, como se sabe su ex director y accionista es Dick Cheney, el actual vicepresidente de Estados Unidos. Halliburton ha ganado contratos en Irak, tras la caída de Saddam, por valor de ocho mil 200 millones de dólares. Una cifra que llama la atención por la cercanía de esta empresa con George Bush. Ahora comienza a saberse que estos contratos no sólo fueron otorgados por favoritismo, también fueron inflados con cargo a los contribuyentes.
Empleados que pagan recibos de hotel por diez mil dólares diarios, renta de autos por siete mil 500 dólares, facturas de 88 millones de dólares por comidas que nunca se sirvieron a los soldados, partidas de 165 millones de dólares por gasolina que nunca se consumió. Curiosamente las denuncias proceden de ex empleados acosados, como en el caso del General Smedley Butler, por su propia conciencia. Marie de Young, especialista en logística de Halliburton destinada en Kuwait, advirtió que los refrescos que se otorgaban a las tropas se cargaban a 45 dólares el paquete o que la limpieza de ropa se cobraba a razón de 100 dólares por carga de lavadora. Cuando se quejó a sus superiores de lo absurdo de estos precios y el riesgo que representaba para la propia empresa, recibió una respuesta fulminante: "no te preocupes, podemos ser tan descuidados como queramos en el primer año de guerra, a nadie le va a importar". A ella sí. Ha puesto denuncias, renunciado a su trabajo y piensa regresar a Irak para ayudar en la logística. En su opinión no sólo se trata de un desfalco a los contribuyentes; es también un robo a las condiciones de vida de los soldados apostados en el frente.
Marie de Young no fue la única. Henry Bunting, con salario de 120 mil dólares anuales, supervisaba compras para la compañía. El sistema que tenían montado era escandaloso. "Un verdadero fraude". Hoy su testimonio forma parte de la investigación. Otro testigo, Michael West, habla de meses sin hacer nada, pero pasando recibos como si hubiera trabajado 12 horas al día, siete días a la semana. "Simplemente camina y haz como si estuvieras ocupado y como si mucha gente trabajara para ti", le dijeron.
Gracias al valor de estos empleados en los próximos días auditores del Congreso y del Pentágono revisarán contratos y comprobaciones. Es probable que encuentren simplemente anomalías menores. La empresa ya ha dicho que había irregularidades "administrativas" que ya ha corregido y prometió devolver 20 millones de dólares por facturaciones excesivas "hechas por error". La estrecha relación entre esta empresa con la Casa Blanca, el peso de sus donativos a la campaña del 2000 y 2004, y la necesidad de mantener a Cheney fuera del escándalo seguramente provocarán que el caso no pase a mayores.
Pero quizá ha exhibido como ninguna otra cosa la verdad descarnada. Aquellos que fueron acusados de simplistas por asegurar que las razones de Bush para ir a la guerra residían en los intereses petroleros, se están reivindicando. El nuevo fundamentalismo de derecha que domina en Washington está convencido de que encabeza una lucha contra el mal en todo el planeta, para lo cual debe imponer "la democracia" en los pueblos "atrasados". Y de paso, claro, hacer lo necesario para controlar sus riquezas para beneficio de las grandes corporaciones. Es decir, Business as usual. ([email protected])