Uno de los pasajes menos conocidos de la vida del general Francisco Villa es justamente lo ocurrido luego de su armisticio. El año de 1920 significó un año de profundas transformaciones en la lucha revolucionaria, que parecía que luego de casi diez años de disputas podría llegar a su fin.
En mayo de 1920, Carranza fue asesinado, y de inmediato se iniciaron las pláticas para buscar la rendición de Villa y sus guerrillas, el ingeniero Elías L. Torres y el general Eugenio Martínez encabezaron las pláticas y negociaciones con Villa, que llevaron al convenio de rendición firmado el 28 de julio de 1920 en Tlahualilo, Dgo.
En ese acto se acordó gestionarle a Villa la Hacienda de Canutillo en la región norte del estado de Durango, muy cercana a Parral, la hacienda era en sí, un lugar aislado y prácticamente inexpugnable que le garantizaría a Villa la seguridad que necesitaba, para ello se le ofreció conservar su escolta de 250 hombres armados y pagados por el Gobierno, así como la entrega de tierras a 759 villistas en las haciendas cercanas a Canutillo.
Villa, por su parte, se comprometió a retirarse por completo de la lucha armada y no participar en actividades políticas. Declararía a la prensa, acompañado de los generales Gonzalo Escobar y Eugenio Martínez, representantes del Gobierno, de manera ambigua y en tono de broma: “pueden ustedes decir que ya acabó la guerra; que ahora andamos unidos las gentes honradas y los bandidos”.
EL RETIRO
Una vez firmado el pacto de paz con el Gobierno, Villa y su gente se trasladaron a Canutillo para establecerse. La Hacienda antes de la Revolución había sido una rica propiedad, sin embargo, tras la lucha revolucionaria, prácticamente estaba destruida, los ganados habían desaparecido, las tierras estaban abandonadas y todos los edificios estaban en ruinas.
Según una descripción hecha por Ralph Parker dada a conocer por Katz, y realizada unos cuatro meses después que tomara posesión de la Hacienda, señalaba: “el caserío estaba completamente cerrado sobre sí mismo por casas o habitaciones que sólo abrían hacia el patio interior, en el que había caballos, carretas, entre otros, sólo dos habitaciones y la capilla tenían techo, las demás sólo con las cuatro paredes abiertas a los cielos”.
Unos años más tarde se diría de la misma hacienda: “los numerosos edificios, establos y bodegas habían sido reconstruidos, se habían tendido 25 mil millas de líneas telefónicas a todas partes del rancho, se había creado una oficina de Correos y Telégrafos, se estaba levantando un molino de harina y había una escuela para todos los niños de primaria”.
Villa desde su retiro centró su interés en hacer progresar su colonia agrícola, por lo que aplicó su talento organizador a la reconstrucción y desarrollo de su propiedad, emprendiendo incluso otros negocios en la región, donde recibió el Hotel Hidalgo en la vecina población de Parral.
Buscó también, tras el retiro, mantener una buena relación con el Gobierno, puesto que estaba seguro que uno de los factores predominantes que le garantizaría su seguridad, no sólo era el permanecer aislado en Canutillo y fuertemente resguardado, sino, sobre todo, manteniendo una buena relación política con sus antiguos adversarios ahora gobernantes.
ámbito FAMILIAR
Retirado de manera efectiva de la vida política y militar activa, Francisco Villa una vez instalado en Canutillo decidió intentar poner orden en su vida familiar, se propuso reunir en la ex Hacienda al mayor número posible de sus hijos, logrando llevar a vivir consigo a: Agustín, Octavio, Micaela, Celia, Juana María y Sara, hijos todos de diferentes esposas, además de Francisco e Hipólito (que nació después de la muerte de Villa) hijos de su ultima mujer Austreberta, además había adoptado a Samuel, hijo del general Trinidad Rodríguez, que había muerto durante la Revolución.
Las relaciones de Villa con sus mujeres siempre fueron confusas y contradictorias. Se había casado con Luz Corral y durante la lucha armada ésta se había exiliado en los Estados Unidos, adonde Villa le enviaba dinero e incluso cartas amorosas y luego regresaría a radicar a Chihuahua. Una vez establecido Villa en Canutillo, Luz Corral se trasladó a la Hacienda donde no le sorprendió encontrar a una esposa, Soledad Seáñez, que vivía en una de las casas cercanas.
La llegada de Austreberta Rentería, también esposa de Villa, a quien había raptado de una familia de Jiménez, propició que expulsara de la hacienda a Luz Corral, quien regresó humillada a su casa en Chihuahua.
Austreberta se convirtió así en la esposa oficial de Villa en Canutillo y además de Soledad Seáñez, Villa tenia otra mujer en Parral, con quien tuvo también un hijo, y a la que le había comprado una casa, que le servía como cuartel.
Villa, ante todo era un padre dedicado a sus hijos, con frecuencia llevaba algunos de ellos en sus recorridos por la propiedad y trataba de imbuirlos en sus proyectos económicos. Según el testimonio de los maestros de la escuela, Villa seguía con mucha atención el progreso de sus hijos, incluso asistía en ocasiones a clase a acompañarlos.
Al periodista Regino Hernández Llergo le confiaría: “tengo cifradas esperanzas en mis hijos. Así que vayan terminando sus estudios preparatorios, quiero mandarlos a los mejores colegios de Francia, España o Alemania”.
mayor prioridad
La educación era una de las preocupaciones sociales mayores de Francisco Villa, desde que fue gobernador de Chihuahua en 1913 había demostrado su genuino interés por la educación, durante su breve Gobierno creó un gran número de nuevas escuelas e internados para los niños de la calle, fortaleció el Banco de Chihuahua y creó un fondo para pensionar a viudas y huérfanos de los combatientes de la Revolución.
En su retiro en Canutillo señalaría años más tarde: “escuelas es lo que México necesita por encima de todo. Si yo estuviera al mando de las cosas haría muchísimas escuelas en las ciudades y pueblos y, además, pondría una escuela en cada hacienda y cada rancho”.
Así que cuando toma posesión de Canutillo no fue raro que uno de sus principales proyectos a realizar fuera precisamente una escuela, a la que le puso el nombre de Felipe Ángeles; a principios de 1921, unos meses después de haber tomado posesión de las tierras, se encontraba ya en plena construcción del edificio de la misma y señalaba: “la estoy arreglando tan rápido como puedo. Todo está caído y los techos derrumbados, pero los estoy reparando y en pocas semanas tendremos aquí una escuela con cuatro maestros. Será la mejor que yo pueda hacer y asistirán todos los niños”.
Al año siguiente, en 1922, según el testimonio de Regino Hernández Llergo, la escuela que Villa había levantado era comparable con las mejores del país, y a ella asistían cerca de 300 niños que acudían a la escuela no sólo de Canutillo, sino también de los ranchos cercanos.
Tenía cinco maestros y no cuatro como originalmente había pensado Villa y aun cuando a éstos les pagaba su salario el Gobierno, Francisco Villa había dispuesto que se les diera una compensación en efectivo, así como alimentación y alojamiento.
Villa no sólo se preocupó por la educación de los niños de la región. Creó también una escuela nocturna para que los beneficios de la educación llegaran de igual forma a los trabajadores de la hacienda y a su escolta que le acompañaba.
PROYECTO SOCIAL
Villa había confiado a John Reed que en algún momento se retiraría a “cultivar maíz y criar ganado hasta que me muera entre mis compañeros que han sufrido tanto conmigo”.
Había idealizado como solución al problema agrario la realización de granjas militares, había señalado al mismo Reed: “cuando se cree la nueva República ya nunca habrá ejército en México. Los ejércitos son el mayor sostén de la tiranía… Pondremos al ejército a trabajar.
En todas partes de la República crearemos colonias militares compuestas por los veteranos de la Revolución. El Estado les hará concesiones de tierras cultivables y establecerá grandes empresas industriales para darles trabajo.
Tres días a la semana trabajarán y trabajarán duro, porque el trabajo honrado es más importante que pelear, y sólo el trabajo honrado hace buenos ciudadanos. Y otros tres días recibirán instrucción militar e irán a enseñar a todo el pueblo a combatir”.
Aunque Canutillo estaba muy lejos de ser una colonia militar como la había idealizado Villa, sobre todo porque sus soldados vivían en las tierras cercanas y a él lo acompañaba sólo su escolta y los trabajadores de la propia Hacienda. Las tierras agrícolas, después de varias experiencias para su producción, se trabajaban por el método de aparcería.
Villa proporcionaba las semillas, caballos y maquinaria y herramientas necesarias para el trabajo y los campesinos hacían el trabajo, conservando ellos la tercera parte de la cosecha.
En la tienda de la Hacienda Villa había dispuesto que los productos que se tuvieran que traer de fuera se vendieran estrictamente al costo, mientras que los productos y alimentos que se producían en Canutillo eran gratuitos para los trabajadores.