Nace en 1937 en la ciudad de Durango, Dgo., siendo hijo del matrimonio formado por el revolucionario coahuilense general Medardo González Peña y la señora María Avelar Durán, nacida en esta ciudad y de honda raigambre durangueña, hija del abogado durangueño Domingo L. Avelar. El matrimonio González Avelar, además de Miguel que es el tercero en orden, procrearía a Ricardo, Víctor y Raúl. De sus hermanos, Víctor y Raúl, el primero licenciado en Derecho y el segundo licenciado en Economía, ambos por la UNAM, se desempeñaron también en importantes funciones públicas, sin duda imbuidos por el espíritu de servicio de su señor padre.
Se tituló de licenciado en Derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM, en donde desarrolló una vocación política y literaria, que ha sabido rendir frutos de significación y perdurables.
En la política, fue Director General del Profesorado de la UNAM, Secretario de Prensa y Propaganda del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Subdirector de Enseñanza Superior de la Secretaría de Educación Pública, Director General de Previsión Social de la Secretaría del Trabajo, Subdirector Jurídico del Infonavit, Subdirector General de Indeco, Director General de Información y Relaciones Públicas de la Secretaría de Programación y Presupuesto, senador y líder del Senado de la República, Secretario de Educación Pública, Director General del Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos de la Secretaría de Relaciones Exteriores y diputado federal. Siendo secretario de Educación Pública, figuró entre los presidenciables. De haberse dado su candidatura, Durango habría tenido en él a su tercer presidente y México a un presidente humanista y de ideas revolucionarias y nacionalistas, y no al tecnócrata que padecimos.
Par tener una idea de la importancia del Instituto Matías Romero, que dirigió el paisano Miguel González Avelar, baste considerar que ha tenido entre sus directores a Manuel Tello y César Sepúlveda y que se encarga de actualizar los conocimientos del cuerpo diplomático mexicano, así como de elaborar los programas para candidatos al servicio exterior.
En la literatura, ha publicado los libros México en el umbral de la Reforma, La Constitución de Apatzingán y otros ensayos, Palindromía, Atletario, Varona, La isla de Clipperton, La Suprema Corte de Justicia y la política y desde 2002 a la fecha (agosto de 2004), una columna semanal en la revista Vértigo, con el nombre de Letrerío, en la que trata de manera muy amena y con conocimiento de causa distintos temas culturales no exentos de un fino sentido del humor que hace que aflore en los labios del lector una sonrisa entre divertida y cómplice.
Es además autor de una breve pero significativa historia de la Universidad Juárez del Estado de Durango y de un libro que contiene biografías de personajes históricos de Durango.
En el campo académico, no pisa tierra extraña, toda vez que fue catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM, por varios años; Subdirector de la Casa del Lago, miembro de la Comisión de Planeación Universitaria y coautor de la obra Legislación mexicana de la enseñanza superior.
Hombre culto y de trato amable, no es de los que marea la parafernalia del poder. Todo lo contrario, sabe hacer amigos porque entiende que el poder es para servir en lo que se pueda y que además el poder no es propiedad particular de nadie ni es eterno. Sabe también desenvolverse en los terrenos de la oratoria, su experiencia parlamentaria le ha dado prestancia en el buen decir. Puedo preciarme de haberle escuchado un conceptuoso discurso en la ciudad de Guanajuato, cuando en su carácter de secretario de Educación Pública fue a inaugurar, en el mes de octubre de 1987, el Festival Cervantino de ese año.
En la Suprema Corte de Justicia y la política, obra publicada por la UNAM, en el año de 1979, con prólogo por cierto de Antonio Carrillo Flores, uno de los tratadistas de Derecho Público Mexicano más consagrados, en el que llama a González Avelar joven de larga y fecunda carrera universitaria y a su obra la califica de aportación importante en el intento de sistematizar la manera como la Suprema Corte ha resuelto los conflictos políticos elevados a ella, de manera principal a través del juicio de amparo, pero también mediante la vía de la controversia constitucional.
En efecto, esta obra de González Avelar, la única en su género que yo conozca, es una muy meritoria investigación realizada en las sentencias publicadas en la quinta época del Semanario Judicial de la Federación, que comprende de junio de 1917 a junio de 1957, tan meritoria que aun cuando el autor, con modestia califica a su trabajo de preliminar y tentativo, puede decirse que a veinticinco años de su publicación continúa señalando directrices a las presentes y futuras generaciones de investigadores y autores jurídicos.
En la literatura, González Avelar también señala directrices, sobre todo con sus palíndromos que se leen igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda, y con su columna Letrerío. En sus palíndromos, González Avelar juega con las palabras, lo que demuestra su maestría pues sólo puede jugar con las palabras quien es avezado en su manejo. Son pocos los que se atreven a escribir palíndromos, yo nada más conozco a González Avelar. Porque es avezado en el manejo de las palabras, González Avelar hace muy bien en llamar a su columna Letrerío, porque letra a letra con pluma culta y clara, trata para los lectores, hebdomadariamente, temas de interés nacional que tienen que ver con la política, la sociedad, la economía, estampas citadinas de la gran urbe que es México y la vida cotidiana.
Por su columna Letrerío, han pasado temas como: el adiós a Gutenberg, metafísica instantánea, la reencarnación de Lorenzo de Zavala, el territorio insular mexicano, el kit del marrano elegante, viejas y nuevas enfermedades, sobre el paciente dental al que le flaquean las corvas, la persecución de los fumadores que lo lleva a exclamar ¡Fumadores del mundo, uníos!; la reforma social, fenomenología del insulto, alternativa al presupuesto, serpientes y águilas y sobre el robo de a poquito pero a muchos que hacen los bancos, teléfonos, gas, electricidad, TV por cable y otros tantos que al año pueden construir una cifra astronómica.
Es precisamente en su columna Letrerío, intitulada "Las muchachas del retrato", que aparece en la revista Vértigo, de 23 de mayo de este 2004, en la que se desborda el cariño a su madre, próxima en esos días dice a cumplir los cien años de edad, y el orgullo de sus raíces durangueñas que cifra en su señora madre, en su abuela materna, nativa de Nombre de Dios, Dgo.; en su abuelo materno el licenciado Domingo Avelar, y en el parentesco de su señora madre con Guadalupe Victoria.
En su columna que titula "Una disculpa y más notas", correspondiente al ejemplar de Vértigo, de 30 de noviembre de 2003, en la que con honestidad intelectual se disculpa por una cita equivocada hecha en su artículo anterior, escribe algunas notas que plasmó con su propia mano en su cuaderno de trabajo en algún momento de su vida, mismas que son de una fina inteligencia y agudeza. Transcribo unas cuantas a manera de ejemplo: "Uno de los grandes atractivos de las ciudades es que en sus calles y plazas no envejecen las mujeres. ¿Se han fijado? Ello sólo ocurre en la casa de cada quien". "El traductor siempre ve más cosas de las que hay en el original". "La vida, eso que hacemos mientras nos morimos". "Los políticos, hoy: con la persistencia de un reloj fuera de tiempo, no cesan de decir disparates". "No se escribe para ganar el pan o para ganar el Nobel. Se escribe para agradar a esa pájara que cada pluma sabe".
Por lo demás, en su ya mencionada columna, que lleva el título de "Prólogo anticipado", de fecha 26 de octubre de 2003, anuncia que, como quien se ve de pronto rodeado de un puñado de canicas de todo tamaño y color, ha llegado a reunir un número competente de poemas que espera publicar en breve. Conociendo y reconociendo su calidad literaria y humana, cabe esperar con beneplácito ese poemario, en cuyas líneas, como él dice, habrá un temblor diferido. Y donde hay temblor diferido hay emoción. Y donde hay emoción, hay arte. Enhorabuena.