CHALCHIHUITES, ZAC.- Admiradores de nuestras tradiciones populares como somos, Lety y yo decidimos marchar a Chalchihuites para presenciar algunas de sus festividades de Semana Santa. Lo hicimos vía Sombrerete, el Jueves Santo por la mañana, para tener la oportunidad de saludar a los amigos Alejandro Montes y a mi compañero de generación Juan Manuel Bacio Castrejón.
Pernoctamos en un conocido hotel de la avenida Hidalgo en Sombrerete; por la mañana partimos hacia la bella y religiosa población zacatecana, a la que llegamos a buena hora. Visitamos de inmediato la Parroquia de San Pedro Apóstol.
Me doy cuenta de inmediato de que la torre inconclusa, que advertí hace años en mi primera visita, ya está acabada y que las dos torres de cantera presentan distinta tonalidad, siendo la derecha más oscura a la de la izquierda, esto es, desde la perspectiva del observador.
Desde esa misma perspectiva, se observa en el lado izquierdo de la puerta principal un busto de San Manuel Morales y del lado derecho a San David Roldán Lara, ambos santificados por haber perdido la vida en el movimiento cristero, es decir, en su calidad de mártires.
En la puerta interior, un cartelón impreso anuncia el Programa de Semana Santa, firmado por el vicario Pbro. Jorge E. Antúnez Amaro y párroco Pbro. Jesús Rodarte Valles.
Nos posesionamos de la plaza principal desde antes de las 10:00 horas para hacernos de un buen sitio en las bancas del lugar, de donde se pudiera apreciar mejor la ceremonia de la sentencia, no sin antes recorrer la plaza en derredor, encontrando que su entorno se halla construido por la tortillería San Pedro, la taquería Chalchihuites, la paletería y nevería “La Güera”, dulcería Anahí, el Colegio Ignacio Valdespino, la Comisión Federal de Electricidad, el restaurante “La Fronteriza”, la “Farmacia de Dios”, el Comité Municipal del PRI, un local de compra de frijol, el consultorio del dentista Raúl Armando Nava egresado de la UJED, la tienda llamada Minimiscelánea, la oficina de Telecom., la fotografía Navarro, los portales de la Inspección de Policía y Presidencia Municipal, enmarcándola las calles 5 de Mayo, Hidalgo, Moctezuma e Iturbide.
A las 11:30 horas los tambores, cornetas y el ruido de los silbatos anunciaban la llegada del desfile a la plaza, tras de recorrer las calles de la expectante ciudad, para dar inicio a la Ceremonia de la Sentencia. El público, formado en su mayoría por bellas jovencitas que lucen sus mejores prendas y entre las que predominan las de mejillas sonrosadas, se inquieta y arremolina en los tres altares levantados en las esquinas de la plaza, que son los altares de las casas de Herodes, Caifás y Pilatos, pero sobre todo en el de este último, en donde tiene lugar la acción principal.
Pilatos, que viste de túnica azul, capa roja y con la cabeza rematada con un manto azul y corona dorada, es Carlos Cuevas, empleado de la Caja Popular; está escoltado por dos guardias romanos armados con sus lanzas y por tres bellas jovencitas, siendo rubias dos de ellas y la tercera morena aceitunada.
El resto del reparto lo comprenden, entre otros, el obrero Antonio Castañeda, que es Herodes; Antonio Márquez Chávez, de la banda de los Buchis, representa a Caifás, y Martha Gallegos a Claudia, la esposa de Pilatos.
La representación es buena, tan buena que hace que uno pase por alto anacronismos tales como que la escena principal se escenifique en un juego de sala moderno que nada tiene de Romano y en cuya mesa de centro aparezca una botella de vino.
La ceremonia tiene de particular, en relación con otras que he tenido la satisfacción de presenciar, que los romanos corretean, alrededor de la plaza hasta capturarlos, a los ladrones que van a ser crucificados junto con Cristo, esto es, a Dimas y Gestas.
Debo decir que el Viacrucis no es viviente, sino que está representado por imágenes, como la del Santo Entierro, que se encuentra en el Templo de Nuestra Señora de las Aguas; sin embargo, la entusiasta participación de docenas de miembros de la Hermandad de Santiago de la Espada, Congregación de la Imagen del Santo Entierro, que son aproximadamente como 180, y a quienes se les conoce también con el nombre de “Los Negros”, contribuyen con su uniforme negro y su espada a darle una solemnidad y fervor como solamente se ve en este lugar que es tierra germinadora de vocaciones sacerdotales, entre las que se encuentran las de Jesús Rendón, Narciso Pérez, Filemón Olivas, Jesús Ramírez Pérez, Heriberto y Antonio Mier, José Luis Soto Saldaña, Eleuterio González, Manuel Campos, Jesús Rodarte, Pedro Pérez, Francisco Muñoz, Jorge Miranda, Luis Serrano, Guillermo Moreno, Manuel Hidalgo, Manuel Morales, Aurelio López y Antonio López Aviña.
Cabe destacar la enorme valía religiosa y artística de la escultura de madera de Palo Santo, en el que está labrado el Señor del Santo Entierro, donada por Felipe II, a los vecinos del Real de Minas de San Pedro de los Chalchihuites, el 12 de junio de 1562. Aquí transcribimos el pergamino original de la donación, respetando textualmente su ortografía y giros verbales, tomado de una copia proporcionada por un gentil alumno mío de la Facultad de Derecho de la UJED. He aquí:
Yo Phillippo II de este nombre, por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de León de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mayorca, de Sevilla, de Cerdeña de Córdova, de Córcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarves, de Asturias, de Algecira, de Gibraltar, de Nápoles, de Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y tierra firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante de Millan, Conde de Aspurg, de Flandes, Tirol e Barcelona, Señor de Vicaya e de Molina, e mi muger la Reyna Consorte, Católica Majestad Isabel, por cuanto me ha sido echa la relación de los vecinos del real del minas del Sor San Pedro de los Chalchiguites, me han servido con mucha fidelidad cuidado e trabajado con en la labor a beneficio de las minas de plata de aquel entorno, que se ha sacado y se saca continuamente mucha riqueza, por la presente hago merced al dicho Real, de un Cristo difunto, escúltura de madera de Palo Santo en que esta labrado e pintado, antigüedad eclesiástica de mucha valía e merito que me fue dado por su santidad el Pontífice Paulo Cuarto por mi victoria de mis ejercitos españoles sobre los Frances en tierras de Italia el día de San Quintín del año de mil quinientos cincuenta y siete, trayéndolo de Roma y faziendome entrega el Cardenal de Montepuciano Don Giovanni Ricci, Nuncio Pontificio Ante mi en mi casa real del pardo de mi villa de Madrid, el cual dono como lo recibi con su urna anexos y a más de las que recibi en donación del Pontífice, y ORDENO a mi ENTREGUE a Don Hernando del Espexo, Comedador de torres y cañamares y Caballero de Santiago, para que lo faga llegar al nuevo reyno de galicia, donde esta edificado mi dicho Real del Sor San Pedro de los Chalchiguites, a si mismo ORDENO que si ahora en adelante haya y tenga el dicho Real, y para que siempre haya memoria de habersele onrado y distinguido en el tiempo que por la misericordia de Dios, Yo Reyno, se funde, establezca y note mo Orden Militar de caballero de Santiago de la Espada, a cuya perteneceran los Caballeros nobles y principales y sin tacha de mi dicho Real.
Para la custodia de mi amado Christo Difunto que dono, asi como protección de mis vasallos contra los indios infieles en esa mis tierras de guerra.
En Madrid, Corthe de las Españas, a XII de junio de mil quinientos sesenta y dos años del nacimiento de N. S. Jesús Christo.-
YO EL REY.- Por mandato de su Majestad Católica, yo Antonio de Erasso, Secretario de su majestad.