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Deportes

Un gigante bajo el tablero

Gaspar Fernández García

Los planos estructurales y maquetas de construcción son desplazados en el escritorio para dar paso a la historia de una de las grandes estrellas del deporte local y nacional, que vio la primera luz en Durango: Alejandro “Candón” Guzmán Arellano, basquetbolista que vistiera la camiseta nacional en Juegos Olímpicos.

El balón de basquetbol llegó a su vida cuando cursaba la primaria en la Escuela Guadalupe Victoria, donde comenzó a participar en torneos que añora, ya que se tenía una forma planificada de estructurar el deporte.

Aquellos torneos involucraban a todas las escuelas de la ciudad, tanto en el deporte ráfaga, como en el voleibol, y fueron un gran semillero de deportistas destacados.

La existencia en la actualidad de las Olimpiadas Infantil y Juvenil, recapacita, son un buen escaparate para los nuevos valores, pero sostiene que la semilla está en las aulas, en la actualidad prácticamente cualquier primaria tiene una cancha de basquetbol.

El baloncesto durante algún tiempo fue el deporte oficial de la Secretaría de Educación Física, recapacita el olímpico, y añade que no hay poblado que no tenga una cancha de basquetbol.

Nacido en pleno centro de la ciudad, en la calle Zarco, tuvo un paso centellante en el mundo del basquetbol; de la escuela primaria “saltó” al Tecnológico de Durango, donde se impartía educación secundaria y preparatoria, llamada prevocacional y vocacional, respectivamente.

El paso a las filas técnicas lo realizó oponiéndose al deseo de su mamá, la cual le insistía en que se convirtiera en médico, pero la vocación deportiva estuvo siempre tatuada en los deseos de Alejandro “Candón” Guzmán y dejó de lado la universidad.

Fueron cinco años de vida guindiblanca cursando la secundaria y la preparatoria, mismos que pasó jugando baloncesto, ya que por aquel tiempo no se ofrecían los estudios de ingeniería.

En la institución forjada por Mariano Cuéller Guerrero y José Gutiérrez Osornio, Alejandro “Candón” Guzmán cruza su camino con Félix Torres Cadena, quien lo entrenó durante los cinco años de instrucción en el Tecnológico de Durango.

Durante un paréntesis a su relato señala que existe una unidad deportiva (en la esquina de Zarco y Canelas) que lleva el nombre del ilustre entrenador con mucha justicia, ya que era un auténtico personaje en el baloncesto duranguense.

Con la conducción de Torres Cadena, “Candón” Guzmán defendió los colores del Tecnológico de Durango en varios Juegos Intertecnológicos. En los años que vistió la franela guindiblanca fungieron como directores Mariano Cuéller y Ramiro Jiménez.

Su habilidad en la duela y su gran estatura lo llevaron a integrar la selección guindiblanca, con apenas doce años de edad, ocupando un lugar que se supondría estaba apartado para un jugador de 16 ó 17 años de edad. Se remonta en el tiempo y afirma que aquél era el basquetbol más sano, sin entrar en los laberintos del profesionalismo, ya que se jugaba simplemente por el placer de jugar.

Pasión

al límite

Cursa sus estudios en el ITD en tiempos de grandes resentimientos con la Universidad Juárez, a cuyos estudiantes, reconoce, llegó a apedrear, pero con al paso del tiempo se han convertido en grandes amigos. Eran tiempos de una rivalidad absoluta, extrema, en cualquier terreno que se pisara. Ataques a edificios como el ubicado en Zaragoza y 20 de Noviembre, respuestas incendiarias de la parte técnica, quemando automóviles, entre otras reacciones.

Era común que defendiera los colores guindiblancos, durante su estancia en el Instituto Tecnológico de Durango, a finales de la década de los 50’s.

Dos veces acudió a torneos nacionales, en Tampico y en Chihuahua. Fueron grandes giras de Durango sin llegar a pisar el escalón más alto del podio, ya que tropezaron con grandes equipos como Veracruz, equipo pagado por Pemex y el Chihuahua, también con mucho apoyo económico.

Al terminar sus estudios vocacionales acudió como oyente al Tecnológico, ya que no se contaba con la carrera de su predilección. Abandonó la casa paterna para seguir sus estudios profesionales en el Instituto Politécnico Nacional.

Su habilidad en la duela lo llevó a integrar la selección de México con apenas 17 años de edad. Fue un jugador que mostró grandes facultades para el baloncesto, sin tener antecedentes familiares en este electrizante juego.

Corría el año de 1964, combinaba sus estudios con el Servicio Militar Nacional, cuando fue llevado a un torneo nacional de Primera Fuerza en Mexicali, Baja California, ahí se enteró que había sido elegido para integrar la Selección Nacional que competiría en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Fue una emoción indescriptible, ya que era su primer año en el Politécnico, por lo que fue impactante ver su nombre en la lista de los elegidos para defender la casaca tricolor, ya que entró en febrero a la máxima casa guindiblanca, y en marzo ya estaba jugando el certamen en tierras cachanillas.

Él se consideraba como un jugador de barriada, llanero, todavía con varios rasgos provinciales en su carácter y desenvolvimiento en la capital del país. Una vez ganado un puesto en la selección nacional, le sobreviene un conflicto de identidad, ya que si bien era atractivo el integrar el combinado mexicano, la escuela lo llamaba fuertemente.

El remordimiento de abandonar la escuela por asistir a una Olimpiada va en aumento, ya que recién incorporado al IPN, su padre le enviaba dinero con grandes sacrificios. Una lesión llegó de “manera oportuna” a liberar tensiones; entrenando se lastima la clavícula izquierda y la Selección Nacional emprende la travesía en octubre al país asiático con un elemento menos.

Jugadores “de experiencia” que le van cerrando el camino, golpeando estratégicamente para coartar el arribo de nuevos elementos. Según el entrevistado, no entienden los “viejos” que estaban llegando grandes jugadores como Manuel Raga, Ricardo Pompean y Alejandro Guzmán Arellano, que integrarían más tarde la mejor selección nacional de todos los tiempos.

A los 17 años le es fácil superar la lesión y dos meses después de la justa olímpica ya está de vuelta en la duela.

1965,

golpe de timón

A vuelta de año, se cimbra su futuro, generándose un parteaguas en su vida. En Durango fallece su padre, con ello se ve truncado el apoyo económico.

“Ya con las credenciales de haber sido seleccionado nacional, empecé a buscar trabajo, a jugar basquetbol de paga, sin sentir nada, únicamente por dinero, era la forma de mantenerme” rememora.

Se encuentra en el camino con el equipo Telepar, de la Ciudad de México, dirigido por Carlos Bru Villarreal, un judío mexicano, con raíces españolas, quien había sido jugador olímpico, en Helsinki.

Fue una ayuda inesperada porque Bru, empresario de los arneses electrónicos de todas las televisiones de antaño, acudió a él para brindarle su respaldo, invitándolo a jugar con Telepar, cuando la idea de regresar a Durango brincaba en la cabeza de Alejandro “Candón” Guzmán.

Prácticamente fue su tutor durante toda la carrera de ingeniería y Bru Villarreal viajó a Durango para hablar con doña Isabel Arellano, madre del “Candón” Guzmán y asegurarle que su hijo está en buenas manos, a quien nada le faltará mientras juegue con el Telepar.

Divide su tiempo entre el Politécnico y el equipo, luego de recuperarse de la lesión en la clavícula.

El entrenador nacional, Lester Lane, lo convence de reincorporarse al seleccionado nacional bajo una sugerencia categórica: “Vienes a la selección o te vamos a suspender dos años”, sentenció el estratega.

A Bru Villarreal le place la convocatoria, que un jugador de su club fuese llamado al equipo nacional, con esto Bru brinda todas las facilidades al “Candón” Arellano.

Antes de la justa olímpica, México acudió a los Juegos Centroamericanos, Mundiales, Panamericanos, para ir escalando la preparación, que también incluyó giras a distintos países de Europa y Estados Unidos, entre otros lugares.

En la competencia panamericana en Canadá, México empieza a enseñar lo que le esperará a los asistentes a la Olimpiada, únicamente pierde contra Estados Unidos. La medalla panamericana azteca es conseguida doblegando a equipos como Argentina –que hoy se ha convertido en el gigante americano, y potencia a nivel mundial-, Cuba, Puerto Rico y Brasil.

Para Alejandro Guzmán es la mejor temporada de un equipo mexicano. Son quince días de esplendor en el torneo panamericano, en agosto de 1967. Ahí le ganó a Brasil, en terreno neutral, pero los cariocas llegan a México con sed de revancha.

Mejor equipo

nacional

México empieza la Olimpiada con el pie derecho, vence a Corea, 75-62; Cuba también cae ante los aztecas, 76-75. En su tercer partido, México tropieza con Brasil 60-53. Enseguida, México muestra superioridad ante Marruecos, 86-38. Bulgaria también pierde ante los aztecas 73-63.

Al enfrentarse con el campeón defensor, Rusia, el equipo nacional cae 82-62. A México se le escapa la medalla olímpica, consigue el quinto lugar, el mejor de toda su historia.

Rechaza saludar

al Presidente

Una anécdota poco conocida sale a relucir: “Se termina la Olimpiada, y yo no sabía que el presidente Gustavo Díaz Ordaz representaba oficialmente el poder con el que estábamos a disgusto. Él había jugado basquetbol en la Universidad Autónoma de Puebla. Él siguió con mucho detalle el torneo olímpico de basquetbol, porque era el deporte que a él le gustaba”.

“Terminándose la Olimpiada nos invitó al Castillo (de Chapultepec) para hacernos una recepción, estaba muy contento por el desempeño”. “Se trataba de darle la mano. Pasaba el equipo, le saludaba, muchas gracias. Yo no fui, yo me salí. A la hora que se tenía que pasar con el Presidente, yo me bajé”.

En esa reunión estuvo (Mario) Moya Palencia, Luis Echeverría, que era el secretario de Gobernación, al saber que irían sobraron voces que les dijeron –pídanle casa, un carro, eran las sugerencias- que aprovecharan la visita, tal como algunos hicieron en esa reunión, cuyos nombres prefiere se revelen por los propios beneficiados.

“El poder presidencial era absoluto, no como ahora. Era como un Tlatoani, el dios de los indios, era más poder acumulado que el presidente de los Estados Unidos y el Papa”. “Era como Moctezuma”.

Al término de la Olimpiada 1968, Alejandro Guzmán se regresa a su equipo Telepar, donde empieza a entrar en la crisis de ser jugador o profesionista, enfrentando la realidad de trabajar para poder comer. Obtiene una plaza como ingeniero en la Comisión Federal de Electricidad.

Cansado de depender de una empresa decide independizarse para hacer algo por sí mismo, y desde 1980 retorna a Durango donde encabeza una constructora.

Aunque el poder político duranguense lo buscó para homenajearlo, nunca estuvo dispuesto a usar su medalla panamericana, para buscar acomodo en la arena política, en un escritorio burocrático.

Taladores

por los suelos

En su retorno a Durango, fue sacado del retiro para vestir la playera de los Leñadores de Durango, conquistando dos campeonatos, cuando el equipo estaba encuadrado en el Circuito Mexicano de Basquetbol (Cimeba).

Sobre la marcha del equipo Leñadores en sus últimos tres torneos, es tajante: “se está arrastrando el nombre”, finalizó.

Escrito en: equipo, Guzmán, grandes, Alejandro

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