Las suertes charras (Segunda parte)
Continuamos en este espacio con una explicación muy breve de las suertes que conforman la Fiesta Charra, llamadas de esta manera porque representan –de acuerdo al argot charro- un verdadero “albur” en el cual se puede tener fortuna o no, dependiendo de muchos factores, como pueden ser el climático, el geográfico, el de preparación, el físico e incluso el que es determinado por el estado de ánimo o disposición de los animales que se utilizan en la charreada. Entremos en materia:
La tercera de las suertes es la de las COLAS, en donde los “tumbadores de cuero” siguen a un becerro que sale también del fondo del partidero, pegado a la barda del lienzo, a fin de derribarlo en un terreno máximo de 60 metros –lo que mide la manga del lienzo-. Tras la salida del novillo, el charro inicia una carrera en paralelo, saluda tocando el ala de su sombrero, se agacha y “pachonea” al animal –lo palmea-, agarra la cola y la enreda en su espinilla bajando su mano hasta el tobillo y “abre” a su caballo en un ángulo aproximado de 45 grados con respecto al novillo, para darle un fuerte jalón, derribarlo y sumar puntos a la causa de su equipo.
Después de las colas, las puertas del ruedo se cierran y se trabaja sólo en esa área del lienzo charro. Viene entonces la JINETEADA DE TORO, que representa “quitarle lo bravo a un toro” montándolo hasta que no repare más. En esta suerte, el charro que montará al toro y sus compañeros de equipo, pretalan al animal dentro del cajón y tras acomodarse el jinete en el lomo abren la puerta del mismo para que el toro salga al ruedo. El charro debe aguantar todos los reparos y bajar preferentemente llevando consigo el pretal en la mano.
El toro jineteado permanece en el ruedo, en donde tres charros del equipo en turno deberán ejecutar LA TERNA, suerte durante la cual los participantes lazarán la cabeza y las patas del animal para derribarlo. Esta suerte es una de las que conservan más las características de las labores campiranas que originaron la Charrería, ya que los charros “dominan” a un novillo a través de un lazo de cabeza y un pial para tumbarlo chorreando sus sogas a cabeza de silla. Lo cual se realizaba en antaño para facilitar el manejo del ganado al que se procedía a herrar, vacunar o capar.
En la actualidad, la terna se complementa con el floreo que realizan cada uno de los charros antes de ejecutar su lazo, lo cual suma puntos extras para su causa. Cada uno de los tres charros tiene tres oportunidades para cuajar su lance, con un tiempo límite de ocho minutos para consumar la suerte completa, que concluye cuando el novillo “rinde costillar”, es decir, es tumbado completamente sobre uno de sus costados.