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Editoriales

El encuentro Octaviano Meraz-Ignacio Parra

Enrique Arrieta Silva

El corresponsal en Canatlán del periódico "La Evolución", que firmaba con el nombre de Víctor, dio a conocer en dicho informativo de fecha miércoles 30 de noviembre de 1898, Número 145, Tomo II, páginas 1 y 2, los pormenores de] encuentro de Octaviano Meraz e Ignacio Parra, tras 23 días de persecución por pueblos y serranías, de por el rumbo de Canatlán.

El encuentro tan esperado por las autoridades de Durango tiene lugar el 23 de noviembre del referido año de 1898.

Dice el corresponsal que bajaba Octaviano Meraz del cerro de "La Calavera" como a las cinco de la tarde, haciéndose acompañar de cuatro de sus hombres, con el fin de practicar un reconocimiento en un montecillo de las proximidades. Los otros cuatro los había dejado como vigías.

No bien había acabado de bajar, cuando alcanzó a vislumbrar a tres hombres montados en sendas cabalgaduras, pegándoles un grito a manera de saludo, pues creyó reconocer en uno de ellos al señor Francisco de P. Saracho, mas como estos huyeron, Meraz entrando en sospechas comienza a perseguirlos.

Durante ]a persecución, a la orilla de un barranco encontraron una yegua abandonada. Examinada que fue, hallaron que a la cabeza de la silla cargaba un morral con pedazos de carne y un par de huaraches, así como que de los tientos de la silla venían amarrados dos sarapes.

El hecho de que el morral tuviera carne para una larga jornada y que la yegua estuviera fatigada hizo sospechar fundadamente a Octaviano Meraz de que podía tratarse de Ignacio Parra, por las largas jornadas de a caballo que éste acostumbraba, por lo que continuó la persecución con más brío y empeño, notando que uno de los fugitivos corría a pie por el abandono de ]a yegua.

Bastaron escasos momentos para que Meraz se encontrara con los fugitivos al pie de un cerro. Para entonces el que huía a pie ya iba montado en un caballo que había quitado a un hombre que se encontró en el escape, que según el corrido era de nombre Pedro Villarreal, mismo que orientó a Meraz en la persecución.

El jinete del caballo hurtado desmontó de inmediato y subió al cerro a toda prisa comenzando a batirse sin más ni más y sin dar ni pedir cuartel, lo mismo que sus dos acompañantes.

Meraz, muy hecho a esta clase de encuentros, discurrió rodear el pequeño cerro, para así coger a los fugitivos en medio de dos fuegos, al mismo tiempo que sus guerrilleros les cortaban a los bandoleros toda posibilidad de retirada.

Así lo hizo, logrando poner en la mira y en el grano de su rifle a Ignacio Parra, quien de pie disparaba a los guerrilleros, sin percatarse, para su desgracia, que Meraz lo tenía bien encañonado en uno de sus flancos, como a una distancia de trescientos metros, más que suficiente para un buen tirador, no se diga para un tirador de la sierra que acostumbrado está a tiro por venado.

Experto tirador como era, Meraz no falló el tiro y vio a través de su mira cmo trastabilló Ignacio Parra y como caminaba con dificultad arrastrando una de sus piernas, Meraz hace un segundo disparo acerándole en la espalda, esta vez viéndolo caer violentamente en tierra. Con todo esto, ni aun así Meraz se confió, y pensando que pudiera tratarse de un truco, hizo otros dos disparos, gritando a sus guerrilleros que no se acercaran al caído, pero era tarde, pues uno de ellos ya se había aproximado y reconociendo al fugitivo le gritó a Meraz que era Ignacio Parra y que estaba bien muerto, mientras que los acompañantes del famoso bandolero huían en sus buenos caballos y protegidos por la proximidad de la noche.

Meraz reconoció el valor de sus enemigos, pues declaró que tanto Ignacio como sus compañeros eran muy valientes, ya que todos se habían batido con denuedo.

Ignacio Parra fue sepultado en el panteón de Canatlán, la misma tarde del jueves 24, quedando la población consternada por los acontecimientos y por ver a su pobre madre abrazada desconsolada al cadáver de su hijo, expuesto al público de la gente.

La magnitud de la tragedia, por el tamaño de los personajes que intervinieron, dio origen al corrido de Ignacio Parra. Sirvan de remate algunas de sus cuartetas que aluden a ciertas acciones de este relato:

Luego se encontró con Pedro,/que dicen que es Villarreal;/amigo preste el caballo,/que "orita" voy a pelear./Ignacio se retiró/dando los últimos pasos/se encontró con la acordada/se agarraron a balazos./ Don Octaviano Meraz,/él le dice a su guerrilla/ustedes me lo entretienen,/y yo le busco la orilla./ Don Octaviano Meraz,/como quien caza un venado;/ no dejó de echarle tiros/hasta que lo vio tirado./ Luego que lo mató,/dijo lo hemos de colgar; avisemos a Los Berros,/lo vengan a levantar./ Ese día que fue la acción,/como tres veces se vieron,/pero no se hicieron nada,/porque no se conocieron.!

Honor a quien honor merece. El corrido de Ignacio Parra se lo debo a la excelente memoria de don Cenobio Aguirre Valenzuela, que en paz goce y con quien tuve la dicha de pasarme horas y horas platicando en torno de una mesa de café.

Escrito en: Meraz, Ignacio, Octaviano, Parra

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