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Editoriales

Lecciones de una amante

Gaby Vargas

(Primera parte)

Había una vez, en el reino de Las Mil y Una Noches, un rey llamado Shahryar. Éste, furioso porque su esposa le había sido infiel, decide darle cauce a su cólera y desposarse cada noche con una doncella del reino, para al día siguiente... mandarla matar. Un día, el Rey solicita a Scherezada, la hija de su visir. Mujer inteligente que sabedora de su fatal destino, al llegar la noche le cuenta al Rey un cuento. Él complacido, por ese día, le perdona la vida. A la noche siguiente, ella recurre una vez más a la magia de la palabra y de la historia para prolongar su vida un día más. Así, de esta manera, pasan mil y una noches en las que el Rey no sólo le perdona la vida a Scherezada, sino que se enamora, se casa con ella y procrean tres hijos.

Siempre he admirado la inteligencia y la habilidad de Scherezada, y me pregunto si este cuento no encerrará la clave para lograr que la vida de una pareja perdure; mantener vivo el interés en el otro como si nuestra vida dependiera de ello.

Rescato de mi librero un pequeño ejemplar que compré hace mucho tiempo en el que, a juzgar por los diferentes colores con los que lo he subrayado en cada época de mi vida, me habla de diferentes maneras. Consejos de una vieja amante a una joven esposa, de Michael Drury.

En éste, una periodista entrevista a una mujer de 74 años, quien primero es esposa enamorada y madre, para luego convertirse en amante por muchos años.

Como un viajero curioso que visita una tierra desconocida, esta vieja amante nos comparte con honestidad las experiencias y las lecciones de un amor ilícito. Cuando uno lee lo temporal y frágil que amenaza ser una relación de aventura y, por lo mismo, toda la creatividad a la que, como Scherezada, tiene que echar mano, las casadas vemos que tenemos mucho que aprender, recordar o aplicar.

Es posible que esposa y amante coincidan en una sola persona -ése debería ser el objetivo de una compañera de vida-; sin embargo, la sociedad supone que una amante está del lado malo y, en consecuencia, no tiene nada qué decirle a una mujer que está del lado bueno. Pero claro que tiene. Te invito a que lo juzgues a través de su voz: 1.- Las mujeres legalmente unidas, a veces están más preocupadas por la administración y el deber ser, que por el gozo, la aventura y el compañerismo. Con frecuencia, deshumanizan el amor y lo reducen a técnicas que no difieren nada de la manera de manejar un automóvil. Cuanto más conscientes se vuelven de cómo deberían ser las cosas, más se alejan de la espontaneidad, la sorpresa y la delicia que desean. 2.- Me siento horrorizada ante esas mujeres jóvenes de ojos fríos y científicamente seguras de que no hay posibilidad de que el corazón se rompa. Cargadas de ansiedad, competitivas y carentes de sexualidad. Como si el amor fuera una clase de cocina que debiera estar sometido a instrucciones y manuales. 3.- Las mujeres casadas pueden quedar asombradas al enterarse de cuánto tiempo pasa una amante escuchando, cocinando platos favoritos y seleccionando sus ropas para complacer, buscando nuevos lugares a dónde ir y, sobre todo, desarrollando el conocimiento de muchas cosas. En resumen, ocupándose. 4.- Las mujeres casadas identifican con demasiada facilidad a sus maridos, e inclusive a ellas mismas, con sus funciones, pero la mecánica de la vida no es la vida. Está fuera de duda que el matrimonio es más conveniente que una aventura amorosa, y eso por sí mismo debería advertirle a una mujer sabia que la vida de pareja no debe convertirse en una mera conveniencia, como el autobús del colegio. 5.- Una amante con éxito sabe cómo ser amada; pocas veces se le ocurre a la mujer casada que es preciso aprender. Mucha gente cree que ser amada surge sólo del hecho de amar. El amor del propio corazón no es una garantía de respuesta. Si existe un secreto para ser amada, éste reside en no tener que serlo. Los hombres y las mujeres que se tienen a sí mismos son la gente más atractiva de la Tierra. Una mujer que se dice a sí misma: si me amara, pasaría más tiempo conmigo, o me compraría regalos, o satisfaría mis necesidades, está practicando para no ser amada. 6.- Una amante no intenta revelar totalmente su espíritu al hombre en cuestión. El secreto para aburrir es contarlo todo, decía Voltaire. Ese impulso es un signo de inexperiencia y de incertidumbre. Uno va lentamente. Cuando hablar es la sustancia, más que el vehículo, pronto se vuelve algo vacío. Un poco de misterio siempre es importante. 7.- Una mujer casada se equivoca de plano cuando husmea en la mente de su marido como si fuera una ostra que va a comerse a la hora de la cena. Una amante, como tiene pocos derechos establecidos, aprende a moderarse; una mujer casada, al tener casi demasiados, se ve tentada a usurpar. Desconfiar, padecer, sacar conclusiones sin fundamento, son todas actitudes que matan el amor y los sueños.

En este primer domingo de marzo, en que celebramos el Día de la Familia, recordemos el secreto de Scherezada y de las grandes amantes: mantener vivo el interés de nuestra pareja, como si nuestra vida dependiera de ello. ¿No crees?

Escrito en: amante, mujer, vida, mujeres

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