Aún se escuchan en las aulas escolares rondas como “Los maderos de San Juan”, “Doña Blanca”, “El patio de mi casa” y la alegría de los pequeños se dibuja en sus rostros al cantar y mover su cuerpo al compás de las notas que sus maestros les enseñan.
Las rondas y los juegos infantiles son maneras de aprendizaje activo para el proceso de socialización de los niños, ayudados y con la intervención de educadores y padres de familia, se sientan así las bases para la formación de los futuros adultos expresivos, seguros de sí mismos, curiosos, creativos e inconformes.
“La falta de socialización genera individuos tímidos, faltos de iniciativa, inseguros, temerosos y poco creativos. Esta incapacidad social se torna más grave aun cuando termina la niñez y empieza la adolescencia, ya que las frustraciones de las personas están ligadas estrechamente a los procesos de aceptación social en sus ámbitos de acción y en las situaciones problemáticas que tuvieron que resolver en su infancia”, lo expresa la psicóloga Clara Inés García Franco, al remarcar la importancia de estos inocentes juegos en la formación de los pequeños.
Es importante en el desarrollo infantil temprano incrementar sus competencias sociales mediante la realización organizada de juegos y rondas que les permitan interactuar y convivir de manera satisfactoria con otros niños de su edad. De esta forma, los niños aprenden a conocerse a sí mismos, adquieren mayor firmeza y seguridad para enfrentar las dificultades de la vida cotidiana y se relacionan mejor con sus compañeros y con los adultos que les dirigen sus juegos.
Además de ser divertidos, no hay nada mejor para dormir a los niños que “Pimpón un muñeco de cartón”...
Una tonada muy popular
Cuando se va a realizar un paseo largo en el coche, es conveniente entretener
a los niños para que no distraigan al conductor. Las canciones donde las rimas
suenan simpáticas son un método infalible para evitar el aburrimiento de los pequeños.
Yo tenía diez perritos,
yo tenía diez perritos,
uno se cayó a la nieve;
ya no más me quedan nueve.
De los nueve que quedaban,
de los nueve que quedaban,
uno se tragó el bizcocho;
ya no más me quedan ocho.
De los ocho que quedaban,
de los ocho que quedaban,
uno se tronchó el machete;
ya no más me quedan siete.
De los siete que quedaban,
de los siete que quedaban,
uno se quemó los pies;
ya no más me quedan seis.
De los seis que me quedaban,
de los seis que me quedaban,
uno se mató de un brinco;
ya no más me quedan cinco.
De los cinco que quedaban,
de los cinco que quedaban,
uno se marchó al teatro;
ya no más que quedan cuatro.
De los cuatro que quedaban,
de los cuatro que quedaban,
uno se volteó al revés;
ya no más me quedan tres.
De los tres que me quedaban,
de los tres que me quedaban,
uno se murió de tos;
ya no más me quedan dos.
De los dos que me quedaban,
de los dos que me quedaban,
uno se murió de ayuno;
ya no más me queda uno.
Este uno que quedaba,
este uno que quedaba,
se lo llevó mi cuñada;
ya no me queda nada.
Cuando ya no tenía nada,
cuando ya no tenía nada,
la perra crió otra vez;
y ahora tengo otros diez.
Sonetos tradicionales
Muchas canciones populares han trascendido a través de generaciones porque representan una manera sana de jugar al aire libre, he aquí algunas de ellas.
Los pilares de Doña Blanca
Los niños forman una rueda con una niña al centro, un niño queda
fuera del círculo, la rueda gira y todos, cantan.
Cuando acaba la canción, el niño que quedó fuera
trata de separar los brazos unidos, para romper el círculo;
mientras hace eso pregunta: “¿De qué es este pilar?”
y le contestan: “de oro”, “de plata”, etc.,
hasta que logra romper el círculo
y persigue a la niña del centro; cuando la alcanza,
se eligen otros dos niños y se recomienza el juego.
n Doña Blanca está cubierta
de pilares de oro y plata,
romperemos un pilar
para ver a Doña Blanca.
n ¿Quién es ese jicotillo
que anda en pos de Doña Blanca?
n Yo soy ese jicotillo
que anda en pos de Doña Blanca.
Matarile
Se forman dos filas, una frente a otra.
A medida que dicen el primer verso, la primera fila avanza
hacia la otra y al llegar, le hace una reverencia y retrocede.
A su vez, la segunda fila hace lo mismo,
cantando el segundo verso.
La primera fila elige a algún integrante de la segunda y
todos los miembros de la fila ceden a ese jugador,
después de dar su consentimiento, como lo indican los versos
de la canción.
El elegido pasa al lado de la fila contraria.
Después se cambian los papeles, y la segunda fila escoge
a un jugador de la primera.
n Amó, ató, matarile rile ró.
n ¿Qué quiere usted?, matarile rile ró.
n Yo quiero un paje, matarile rile ró
n Escoja usted el que quiera, matarile rile ró
n Escojo a esta niña, matarile rile ró
n ¿Qué oficio le pondremos? matarile rile ró
n Le pondremos lavandera, matarile rile ró
n Ese oficio no le gusta, matarile rile ró
n Le pondremos planchadora, matarile rile ró
n Ese oficio no le gusta, matarile rile ró
n La pondremos de sultana, matarile rile ró
n Ese oficio sí le gusta, matarile rile ró
n Celebremos todos juntos, matarile rile ró.