Si todo el mundo viviese una vida como la mía, no habría necesidad de novelas, le dijo Albert Einstein a su hermana Naja, palabras de un hombre solitario en el que las cosas personales no tenían cabida, donde sus palabras en público se contradecían con sus hechos en privado.
Un hombre que sin duda fue un genio, pero que debajo de esa imagen despreocupada, de melena canosa y esponjada, se esconde una personalidad misógina.
Para Einstein se hacía realidad la frase “Detrás de un gran hombre siempre existe una gran mujer”, esa fue Mileva Maric, su primera esposa, a la que veía como su camarada intelectual, y es que Mileva fue la primera mujer que se licenció en física y que ella ayudaba a Albert en las matemáticas puesto que esas no eran su fuerte; inclusive, existen cartas del noviazgo en las que Einstein le da trato de colega al referirse a la teoría de la relatividad como “Nuestra Teoría”, esas cartas se conocieron en 1986 en el Instituto Politécnico Federal de Zurich.
En enero de 1902 sucedió un incidente que iba a marcar profundamente su relación y de la cual nada se supo hasta 1987: Mileva dio a luz a una hija, Lieserl. La actitud de Einstein, que se encontraba trabajando como profesor en Schaffhausen mientras que Mileva permanecía en Zurich, es llamativa. Durante el embarazo, sus cartas revelan a un padre entusiasmado; sin embargo, tras el nacimiento de Lieserl, adoptó una actitud distante y fría. No la volvió a mencionar en sus cartas y jamás fue a verla.
Después de un pacto de silencio, ninguno volvería a escribir sobre ella. La hija ilegítima de Einstein desaparece de la historia dos semanas después de su nacimiento y jamás ha vuelto a saberse nada de ella.
La misoginia de Einstein llegó a tal grado que inclusive le impuso “reglas de conducta” por escrito a Mileva:
A. Te encargarás de que:
1. Mi ropa esté en orden.
2. Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación.
3. Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie, excepto yo.
B. Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales. En especial no solicitarás que:
1. Me siente junto a ti en casa.
2. Que salga o viaje contigo.
C. Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuanto estés en contacto conmigo:
1. No deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello.
2. Deberás responder de inmediato cuando te hable.
3. Deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuanto te lo diga.
D. Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho.
Eso fue y significó una violencia psicológica de Albert hacia Mileva, el mismo genio que no quiso formar una pareja científica ni conceder ningún crédito en la teoría a su primera esposa, y quizás de alguna manera le pagó su aportación a la teoría de la relatividad al otorgarle el importe en metálico del Nobel de física, ocho años después de su divorcio.
Las mujeres eran para él un objeto, que trabajaban en todas las cosas de escasa importancia del mundo; decía que “la ciencia agria a las mujeres”.
En una carta que Mileva Maric dirige a su amiga Helene Kaufler le informa: “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”.
Entonces en realidad debemos de creer que Einstein no realizó solo el trabajo de investigación para llegar a la teoría de la relatividad, sino que las ideas fueron hechas en conjunto, con la que al principio llamó su colega y que llegó a escribirle
lo feliz que era por haberle encontrado, puesto que era igual a él en todos los aspectos, tan fuerte y autónoma como él mismo, y que además de congeniar intelectualmente, tanto Einstein como Mileva eran bastante feos, es que Mileva no sólo cojeaba, era bastante callada y cuatro años mayor que él.
Imagínese, si Einstein, siendo un hombre lleno de fórmulas, un genio que colaboró y dio a conocer su teoría general de la relatividad, era violento, autoritario y misógino, ahora qué podremos esperar de hombres un poco más comunes que dirigen la vida pública, política, laboral y de hogar en este México de comportamiento machista.
Mileva Maric fue, sin duda, una mujer brillante, que acompañó y se dejó someter por su marido, que después de que no le fueron útiles las ideas de Mileva, se divorcia, muriendo confinada en su casa, sola y olvidada, que amó demasiado y que se debe reconocer la influencia en la obra científica de Albert Einstein.