Sí, la mayoría de las personas introvertidas se sienten como si su nave hubiera aterrizado en el planeta equivocado. La principal razón es que, de acuerdo con las investigaciones, el 75 por ciento de los habitantes del planeta es extrovertido. Tienen, tenemos otro chip en la cabeza. Pensamos y actuamos diferente. Por lo tanto, cuando vemos o tratamos al 25 por ciento restante, a los introvertidos, con frecuencia nos parecen serios, arrogantes, creídos o sangrones. Albert Einstein es un ejemplo de lo duro que puede ser el medio ambiente para un introvertido. En el libro Einstein: A Life, la autora, Denis Brian, nos cuenta lo difícil que le era la escuela en la Alemania de 1800. “Era callado y retraído-ausente.” Se pensaba que, incluso, tenía algún problema mental por su extraño comportamiento. Nunca dio una respuesta rápida, como los otros compañeros de su clase; siempre dudaba. Fue cuando se mudó a Italia y a Suiza, en ambientes tranquilos donde pudo florecer. Ya de adulto, dijo: “No es que sea tan inteligente, es que me quedo con los problemas más tiempo”. Si te consideras introvertido, debes saber que no estás solo. Eres diferente, y eso está bien. Veamos: ¿qué es ser introvertido? Es un concepto que surge en 1920 con el psicólogo Carl Jung. Nacemos con un “nicho natural” de temperamento en el que funcionamos mejor: extrovertido o introvertido. De no estar en los extremos, cualquier punto intermedio es sano. A través de escaneos en el cerebro se demuestra que, los introvertidos, procesan la información de manera diferente. Son incomprendidos porque, en general, no son necesariamente penosos. La gente penosa tiene ansiedad o miedo en escenarios sociales; los “intro” no. Tampoco son ermitaños, aunque pueden estar de acuerdo con Sartre: “En el desayuno, el infierno son los demás”. Lo cierto es que la gente les gusta, pero los cansa. Necesitan aislarse un rato para recargar sus baterías. Podríamos decir que, en general, un introvertido: disfruta cuando está solo. Considera sus “amigos” sólo aquellos con los que tiene una relación profunda. Las actividades sociales lo acaban, aunque en ellas haya estado contento. Es buen escuchador, le gusta observar. Aparenta ser calmado y en control. Piensa y luego actúa o habla. Difícilmente se abre a los demás. Con frecuencia, sus pensamientos lo absorben. Le gustan las conversaciones tranquilas sobre ideas o emociones. Detesta el small talk. Es territorial. No le gustan las interrupciones: visitas inesperadas o llamadas al celular. Por cierto, no las regresa. Le encanta leer, investigar. La personalidad de otros no le impresiona. La inteligencia, la preparación y la educación, sí. Le disgusta que lo apuren o lo presionen. Teme equivocarse en público durante un periodo de aprendizaje. Dice lo que piensa: no significa no. Al leer la lista, es fácil ver por qué a los extrovertidos, los introvertidos nos parecen un poco “raros”. Son tres las principales diferencias que dificultan el entendimiento: 1. Piensan y hablan diferente. Los “intro” necesitan tiempo para emitir una opinión y los extrovertidos hablan sin pensar. 2. No los ves. En una reunión social, ellos pueden pasar desapercibidos mientras observan y escuchan. 3. Presionan a los extrovertidos a detenerse y pensar. Esto a los extrovertidos los enerva, porque son como caballos de carrera. Por cierto, cuando un introvertido habla hay que escucharlo, porque sabe lo que dice. Si eres “intro”, ¡qué bueno! Aprecia el gran valor que tienes y capitaliza tus fortalezas únicas.