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Editoriales

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

El mil amores

Dicen que Pedro Infante no ha muerto. Pero si efectivamente aún estuviera vivo, estaría cumpliendo este próximo 18 de noviembre 90 años de edad. Y en ese caso, le puedo asegurar, no sería el ídolo que es en nuestro país a 50 años de su fallecimiento.

Los héroes mueren jóvenes y ése es el caso del ídolo de Guamúchil. El hecho de que haya fallecido el 15 de abril de 1957, cuando se encontraba en la cima de su popularidad y tenía apenas 39 años de edad, significa que la gente lo recuerda permanentemente joven. Su imagen la dan sus películas, repetidas constantemente en televisión, y no hay contraparte posterior que lo presente avejentado o debilitado.

La muerte trágica tiene también mucho que ver con esta imagen. El que su vida haya terminado abruptamente en un accidente, mientras él mismo piloteaba el avión que había de llevarlo de Mérida a la Ciudad de México, contribuye a su fama.

El hecho es que no hay personaje en la historia contemporánea de México tan querido y admirado como Pedro Infante. Su popularidad rebasa a la de las grandes estrellas de la actualidad. El mismo hecho de que no esté presente físicamente ha aportado de manera considerable a la leyenda. Pedro Infante, al contrario de los artistas de moda de hoy, no puede ya cometer error o pecado.

Y los pecados que cometió, los mexicanos ?y especialmente las mexicanas? los han perdonado desde hace mucho tiempo. Dicen que era mujeriego, que era el ?mil amores?, y esa imagen se vio fortalecida por la película ?Dicen que soy mujeriego?. Pero a nadie pareció importarle eso entonces ni ahora. De hecho, parte de la atracción del cantante y actor tenía que ver con esa imagen de mujeriego que él mismo cultivó.

Con gran frecuencia se ha comparado a Infante con Jorge Negrete, quien fue su ejemplo en las pantallas durante sus primeros y difíciles años. Y no hay duda de la popularidad que tuvo Negrete, la cual se acentuó también por su muerte temprana, víctima de una enfermedad hepática en Los Ángeles en 1953. ¿Quién puede olvidar las imágenes del retorno del cuerpo al son de ?México lindo y querido?? Pero la popularidad de Negrete nunca alcanzó la veneración que obtuvo Infante.

Negrete era, después de todo, un personaje demasiado fino para la mayoría de los mexicanos. Provenía de una familia guanajuatense de clase media ?su padre había sido coronel en el Ejército?y tenía una voz educada en la ópera que él adaptó a la música ranchera. Había algo en ese personaje charro del Negrete de las películas que resultaba ligeramente falso.

Pedro Infante era, en cambio, un personaje más sencillo, más simpático, más cercano al pueblo y, quizá, más honesto. Su biografía misma reflejaba esa búsqueda de una oportunidad para escapar de la pobreza por un golpe de suerte que es el sueño de tantos mexicanos. Lejos de tener grandes dotes para la música, cantaba como muchos y por eso no intimidaba a quienes lo escuchaban o a quienes lo imitaban.

En un principio las películas de Pedro Infante no eran consideradas suficientemente finas para el mercado nacional. Gustavo García, autor de la biografía No me parezco a nadie: la vida de Pedro Infante (Editorial Clío), dice que incluso Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez, que es hoy considerada un referente cultural, no fue estrenada en un cine fino en la Ciudad de México sino en el Colonial, ?un cine de piojito?, porque no se consideraba que tuviera madera para ser éxito comercial.

Poco a poco, sin embargo, el sinaloense terminó por convertirse en el personaje más popular de todo México. Su trabajo constante lo hacía estar siempre presente en las marquesinas. Hay quien dice, de hecho, que Infante representa cuando menos la mitad de la época dorada del cine mexicano. Y ciertamente cintas como Los tres García (1946), Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948), A.T.M. A toda máquina (1951), Dos tipos de cuidado (1952), Escuela de vagabundos (1954) y otras más son siempre los ejemplos que se presentan de este periodo tan exitoso de la cinematografía nacional.

Millones de mexicanos siguen admirando a Pedro Infante a pesar de que no habían nacido siquiera cuando él falleció. Su atracción se ha mantenido de manera sorprendente con el paso de las décadas. En parte es por el personaje pícaro y adorable, a un tiempo mujeriego pero siempre inocente, y en parte por las tramas sencillas de sus películas.

Para los directores y productores del cine ?intelectual? mexicano, ese que empezamos a ver a partir de la década de 1970, los rendimientos comerciales y el atractivo personal de Pedro Infante siguen siendo un misterio. Ellos piensan que el éxito de la época dorada del cine mexicano puede reproducirse con mayores subsidios gubernamentales.

No se dan cuenta de que la llave del éxito de Infante es otra completamente distinta. Pedro tuvo éxito por su sencillez, por lo accesible que resultaban sus personajes y sus películas. No hay monto de subsidios que pueda dar esta cercanía.

¿Y LYDIA?

Hubo una ausencia importante en la ceremonia en la que ayer en Los Pinos el presidente Calderón firmó la despenalización de la calumnia y la difamación: Lydia Cacho. Nadie invitó a la periodista quintanarroense, cuyo caso fue quizá el más importante que llevó a los legisladores a enmendar el Código Penal. Y no fue por falta de lugar. Más de la mitad de las sillas en el Salón Adolfo López Mateos estaban ocupadas por acarreados de la Secretaría de Gobernación. Al parecer en Presidencia no querían que el amplio lugar se viera vacío y la ceremonia perdiera lustre.

Escrito en: Infante, Pedro, personaje, cine

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