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Mas de 100 motivos para no cortarse de un tajo las venas: tenemos Serrat, tenemos Sabina

Jesús Marín

...Somos gallos de pelea y no gallos de corral, nadie nos pone un bozal ni nos lleva con correa...

... Juntemos mi voz de gajo con tu dulce gorgorito para lanzar este grito: ¡Viva Durango, carajo!

Esa noche todos fuimos calle melancolía. Esa noche cada una era Penélope esperando el regreso del amor. Ese amor, al cual Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat llevan más de tres décadas cantándole.

Esa noche, la noche del 25 de octubre sólo existió Serrat y Sabina, Sabina y Serrat, y quisimos morirnos escuchándolos y matarnos si ya no cantaban. Tuvimos música y poesía, héroes y leyenda. A Serrat, el rebelde, el poeta, el trovador, el caminante. A Sabina el irreverente, el de la voz rasposa, el que nadie ha podido doblegar, el poeta, al músico. Y los tuvimos juntos en Durango, la noche de gala del Festival Revueltas 2007. La noche que valió todas las noches del festival. Valió aguantar el frío que se hizo nada ante el calor de la gente reunida, ante el calor de la emoción de los que por vez primera íbamos a escucharlos juntos y en vivo, y de los que se volvían a reencontrar con ellos, con ese viejo amor, con esa amante llamada poesía. Valió la pena las cuatros horas que los estuvimos esperando. El año en que transcurrió lentamente desde que anunciaron que en su gira por América, en su gira de ?Dos pájaros por un tiro? Durango iba a recibirlos. Y fue un día y fue una noche inolvidable escuchar y gozar a Sabina y a Serrat.

Y sí, ahora supimos que fue un gran día, una única noche, verlos juntos, dos míticas leyendas, dos poetas que a su modo, cada cual le ha cantado a la libertad, a la poesía. Y con un ?buenas noches, un gustazo, un placer y un honor volver a esta generosa plaza un año después, saludó Joaquín Sabina a Durango, en pleno centro histórico, en la Plaza IV Centenario, donde miles y miles de duranguenses corearon las canciones de estos dos trashumantes españoles. Serrat fue más parco pero no menos emotivo: ?Buenas noches, el gusto es mío volver a estas tierras, 32 años después?. Y la ovación no se hizo esperar.

Desde las 2:00 de la tarde se cerraron las calles adyacentes al concierto, y los preparativos del escenario se ajustaban en sus últimos detalles, la gente poco a poco fue llegando, los niños de la mano de sus abuelas, que con el rostro iluminado como cuando tenía 20 años, por fin iban a escuchar a ese catalán que tuvo que salir huyendo de España, de la furia de un tirano, tan sólo por cantarle a la libertad.

En esa tarde fría, cuatro horas antes del concierto, enchamarrados, pero con la esperanza y la sonrisa, algunos ya con la bufanda donde se leía: ?Dos pájaros por un tiro, la gira? esperábamos ansiosos.

En punto de las 8:00 de la noche, quizá, unos minutos después, pero cuando se lleva cuatro horas esperándolos y para otros, toda su vida, el tiempo no importa, las luces se iluminaron como un enorme sol que partió en dos al mundo, a Durango, y desde las gargantas de los duranguenses y desde el corazón mismo de la ciudad Durango se entregó a estos dos pájaros, a estas dos aves de la poesía: Por que te quiero a ti, cerré mi puerta una mañana, y me eche andar... tu nombre me sabe a hierba. Sí, era Joan Manuel Serrat cantándole a Durango después de 32 años de no hacerlo. 32 años que se diluyeron en la nada. Y Joaquín Sabina haciéndole segunda, aquello superó las expectativas, el gorgorito dulce del trovador que una mañana tuvo que salir a caminar los caminos, a descifrar al mundo, a cantarle su verdad. Y la voz de gajo, rasposa de un pirata cojo, con parche en el ojo, de un hombre que nuca se ha rendido más que a sí mismo.

Canción tras canción, Serrat y Sabina parecían rejuvenecer y de pronto fueron aquellos muchachos, aquellos locos que nos hacen soñar, que nos hacen tener esperanza. Y nosotros no podíamos creerlo. Y nosotros éramos el centro del mundo, escuchándolos. Y sucedió, algo cambio en el universo, los corazones empezaron a latir deprisa, y algo muy dentro nos hizo saber que estamos vivimos, que aún podemos salvarnos y que aún seguimos creyendo en el amor, y que todos, sin excepción, lo buscamos: ?Yo no quiero que viajes al pasado, yo no quiero un amor civilizado, yo no quiero 14 de febrero ni cumpleaños feliz, yo no quiero mudarme de planeta, lo que yo quiero corazón cobarde, es que mueras por mí y morir contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere, mata, porque amores que matan nunca mueren?.

Y las dos horas de Serrat y Sabina no fueron suficientes, hubiéramos pasado 19 días y 500 noches escuchándolos. Fue un viaje sin retorno, disfrutamos de sus canciones, de su humor muy ibérico, de sus recuerdos, compartimos esa noche la nostalgia y el reencuentro, vimos que todos compartimos un mundo común, que los jóvenes de 60 años reunidos esa noche en la plaza no son tan diferentes de los jóvenes de 20 años de hoy, que corearon las canciones y entrelazaron sus manos sin notar diferencia alguna. Y que somos comunes a Serrat y a Sabina. Y que somos todos poetas y desesperados. Tristes y esperanzados. Poetas al fin.

Y pese a que el frío arreciaba nadie quería que aquel concierto llegase a su fin. Y los gritos de ?otra otra? se dejaban escuchar en cuanto se notaba la mínima señal de despedida.

No podía faltar Penélope esa noche, la Penélope que se quedó esperando al amor en una banca. Y en la voz de Serrat, cada mujer en la Plaza, sintió que estaba cantando especialmente para ella: ?Dicen en el pueblo que un caminante paró su reloj una tarde de primavera... amor mío no llores, volveré, piensa en mí?.

Caminamos por el bulevar de los sueños rotos y ojalá que el fin del mundo nos pille así, cantando junto a ellos, y que cada noche sea noche de bodas y que todas las lunas sean lunas de miel. Pero vuelve el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza. Y nosotros tuvimos que afrontar que aquel mítico concierto tenía alguna noche que terminarse, pero dentro de nuestro corazón la poesía seguirá viva para siempre: ?Pasará haciendo camino, camino sobre la mar, caminante no hay camino, se hace camino al andar y al andar se hace camino?.

Y todos caminos llevan a Durango. Y ojalá que los volvamos a tener otra vez. Y que nos den las diez, las 11, las 12, la una, las dos, la tres, escuchándolos. Y tenemos Serrat y tenemos Sabina: Nos sobran motivos para no cortarnos de un tajo las venas.

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Escrito en: noche, Sabina, Serrat, quiero

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