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El eje de mi vida

Por Nadia Bracho

Es estudiante de preparatoria del Colegio Guadiana Lasalle; destaca por su entusiasmo, inteligencia y, sobre todo, calidad humana. Ana Luisa Diez González Rosas es hija de Luis Miguel Diez González (f) y Marie Carmen Rosas Lombard; es la segunda de tres hermanas, Marie Carmen y Alina.

No ha sido fácil para ella haber perdido a su papá a una edad tierna, pero su carácter y valores la hicieron salir adelante; su mamá es pieza fundamental, y lo expresa en su carta?

?Todo lo que soy?

Papá, mamá:

Papá, el primer pedazo de esta carta va dedicado a ti porque por ti cambió toda mi vida, por el simple hecho de haberte conocido y haber recibido de ti todo el cariño que te era posible darme.

¿Sabes? Ya han pasado nueve años desde el día en que me dijeron que te habías ido para no volver, que te habías ido a un lugar mejor en donde ninguna de nosotras podríamos alcanzarte; ese día fue cuando todo cambió, cuando tuve que empezar a adaptarme a una nueva realidad en la cual tu presencia física ya no formaba parte de ella, en la que tenía que aceptar el hecho de no verte, no escucharte, no sentirte como algo completamente normal, como si fuera cosa de todos los días.

Te tuve muy poco tiempo, pero te disfruté en todo momento. Mi mamá, mis hermanas y yo siempre encabezamos tu lista de prioridades, y el hecho de perderte me causó un gran desbalance emocional que no exterioricé sino hasta mis 13 años, cuando empezaste a faltarme más, cuando no me cansaba de imaginar a diario ¿qué sería la vida contigo a mi lado? ¿Cómo estaría todo? ¿Qué pensarías de mí si me vieras en ese momento? ¿Qué me había faltado conocer de ti?? En fin, un sinnúmero de preguntas que eran el resultado de muchas divagaciones, de un rechazo a la realidad y de la incomprensión del hecho que te perdí físicamente, pero que no perdí todo lo que aprendí de ti, esa esencia y ese modo de hacer las cosas de una manera tan parecida a la tuya.

No te puedo excluir de mi existencia, porque el tiempo que pasé contigo así como el momento en el que te perdí es de lo más importante que me ha sucedido, ya que es de esas circunstancias que le dieron un giro de 180º a mi mundo y me hicieron madurar, crecer y valorar lo que tenía.

Ahora viene una de las cosas que me resulta más difícil: expresarte a ti, mamá, todo lo que siento, todo lo que ha pasado por mi mente.

Nunca te he dicho la soledad que experimenté el año posterior a la muerte de mi papá, ese año en el que tú no te movías y no podías con nada, en el que no encontrabas motivos para salir adelante aunque tus motivos estuviéramos todo el tiempo frente a ti, el año en el que me daba desesperación no comprenderte, no entender por qué estabas tan mal, sentir la impotencia de no saber cómo ayudarte a salir adelante, el mismo año en el que yo también simplemente existí.

No me preguntes cómo le hice, cómo regrese a mi vida diaria como si nada hubiera pasado y cómo si el hecho de haber cambiado de localidad, perdido a mi papá y haber empezado a vivir con mi abuela fuera cosa de todas las vacaciones.

En aquel entonces yo era muy chica y no te causaba problemas, pero entré en la adolescencia y empecé con un rechazo a la realidad y un deseo de que todo fuera normal, de tener la típica familia de comercial, de regresar a los tiempos en los que no tenías que trabajar todo el día para mantenernos.

Se nos fue de las manos? y nuestra relación de madre e hija cayó en picada como ya habían caído muchas cosas más.

Recuerdo que no podíamos tener una conversación civilizada, que somos tan iguales en defectos que era el cuento de nunca acabar, que yo me rehusaba a tener una relación pacífica contigo, que sentía una rebeldía por lo injusta que había sido la vida y te quería manifestar mi inconformidad con la situación que vivíamos día a día.

Pero después de meses de pleitos y de que casi me voy de la casa a vivir con mi abuela, tú seguías ahí. Seguías estando de una manera que sólo las madres pueden estar: soportando todos mis maltratos y mis groserías de un modo impresionante, aguantándote el dolor que te causaba que una parte de ti (porque eso es lo que soy, una extensión de tu persona) te estuviera desgastando tanto.

Por todo ese tiempo yo te quiero pedir perdón, y te quiero dar las gracias por tu paciencia, tu disponibilidad, tu tolerancia, tus ganas de arreglar nuestra relación, tu apertura, tu constante apoyo y deseo de entenderme. Porque nunca me dejaste sola ni dejaste de escucharme, porque estuviste siempre ahí hasta que llegó el día en el que comprendí que estábamos exactamente en la misma situación, que yo no era la única que había perdido a una persona que le importaba demasiado, o que extrañaba cuando teníamos todavía mas tiempo para convivir?

En verdad te agradezco demasiado el hecho de que nunca me hayas dejado sola, que no te rindieras y dijeras que no podías conmigo y que no te importaba nuestra situación. Te agradezco también simplemente todo tu amor y la fuerza que siempre fue acompañándolo, porque esas dos cosas fueron las que más nos ayudaron a que nuestra relación no se perdiera y que todos los problemas se volvieran el camino de conocernos, complementarnos y querernos más a través de nuestro proceso de reconciliación.

Con los años te volviste la persona que cubre todas mis necesidades. Eres mi mejor apoyo, compañía, consuelo y eres mi mayor ejemplo de lucha y fortaleza.

Te has vuelto la parte más importante de mí, la que ha dejado más huella y la que detonó mi crecimiento personal de una manera que hasta yo desconocía.

Y me enorgullece decirte que sí logramos tener una muy buena relación de madre-hija y amigas, y que no encuentro otras palabras para describirte, prefiero simplemente decirte: ?Mamá, tú eres el eje de mi vida?. ¡TE AMO!

Escrito en: hecho, tener, nuestra, tiempo

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