Por razones no atribuibles al hombre, mi entrega antepasada titulada ?A Durango, se llega llorando y de Durango se regresa llorando?, quedó inconclusa, de forma tal que el pequeño círculo de lectores que me regalan semanalmente parte de su tiempo se quedó en ascuas, porque no encontró el desenlace y por tanto la justificación del artículo, que no hizo referencia al porqué del encabezado, creyendo algunos de ellos que ese día andaba más afranciscado que de costumbre y por ello el lapsus. Consecuentemente me sugirieron que en un futuro incluyera el colofón al escrito de marras, para que así se sepa el origen de esa extraña referencia. En tales circunstancias, procedo:
Hacía mención en el curso al desempeño del suscrito en la ardua, pero satisfactoria carrera reporteril y a los años aquellos que ha ?pespunte?, recorría calles y calles en busca de la noticia, visitando los responsables de las diversas dependencias federales, estatales y municipales. Entre ellos se contaba al licenciado Pedro Nogueira Huerta, a la sazón agente del Ministerio Público Federal, radicado en esta localidad. Añadía yo que entonces no existía, ni siquiera en la ley, la figura de las delegaciones de la Procuraduría General de la República, tan sólo las agencias, que tenían a su cargo dos elementos de la Policía Judicial Federal, discretos, modestos y serios, no como ahora en que la ostentación y el trato despótico es lo que los distingue.
El licenciado Nogueira Huerta, quien por cierto al poco tiempo dejó su encargo, para atender la invitación que le hiciera la Suprema Corte de Justicia de la Nación para hacerse responsable del Juzgado de Distrito en Colima, alguna vez me confesó que entre los funcionarios federales había la certidumbre de que eran enviados a Durango como castigo por alguna falta cometida, por su bajo desempeño o simple y sencillamente para dar las mejores plazas a los amigos de los secretarios o a los recomendados y en ese repechaje venían a dar a suelo alacranero individuos que con todo y su patética situación nos ?miraban para abajo?, aunque hubo los que dejaron más de lo que trajeron.
Justamente los buenos acuñaron aquella frase, debido a que cuando les notificaban que su adscripción era Durango y no estaban en condiciones de rechazar oferta, con todo el dolor de su corazón abordaban el primer autobús (no eran comunes los vuelos) y llegaban llorando a esta cuatro veces centenaria ciudad. Pero una vez que conocían a su gente, la trataban, la cultivaban y la saludaban, se daban cuenta de su valía. De esa forma se ?aquerenciaban? y por eso cuando nuevamente los trasladaban a otra ciudad, se iban llorando por la nostalgia de dejarnos y convencidos de que no eran ciertas la decenas de leyendas que de nuestra entidad se contaban.
Uno de esos hombres con el que debemos de tener gratitud fue Pastor Rouaix, originario de Tehuacán, Puebla, ingeniero topógrafo, quien por el año de 1978 se trasladó al estado con el propósito de levantar los planos de muchas de las haciendas, trabajo que desempeñó por más de diez años. Esto le permitió conocer la geografía pero al mismo tiempo vio, conoció, vivió y sufrió la miseria de los peones, cuya situación de servidumbre no se diferenciaba de la esclavitud de los trabajadores del campo; condición que no era privativa de aquí, sino que imperaba a lo largo del territorio nacional y se agudizaba todavía más en algunas regiones.
Conjuntamente con el ingeniero Carlos Patoni, Rouaix, levantó la Carta Geográfica del Estado de Durango, que a la fecha es un referente en la materia para los especialistas y que sin duda contribuyó al progreso de la patria chica. Fue Secretario General de Gobierno y luego Gobernador Provisional de Durango. Dentro de sus trabajos, además del ya citado, destacan: Régimen Político del Estado de Durango, durante la Administración Porfirista; Durango Anterior a 1910; Geografía del Estado de Durango; Diccionario Geográfico Histórico y Biográfico del Estado de Durango. En coautoría con Gerard de Corme y Atanasio G. Sarabia, publicó el Manual de Historia de Durango.
Como podemos ver, su contribución al estado fue tan prolífica, que sin rencor alguno y por el contrario con gratitud se le recuerda como gobernador del estado y como uno de los hombres que sin ser de aquí se esforzó por legarle algo al terruño que lo acogió. Aunque por su perfil podemos deducir que no nada más quería a su natal Puebla ni a Durango, su tierra adoptiva, sino a todo México. Tan es así, que abrazó la causa maderista al iniciarse la revolución. También participó en la División del Norte y en los combates que precedieron a la toma de ciudad Lerdo y estuvo presente con Carranza en los trágicos acontecimientos de Tlaxcalantongo. Por eso, los que vienen a Durango ?llegan llorando y se van llorando?, pero muchos de ellos, como Rouaix? nos dejan llorando.