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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CatÓN

Don Astasio regresó a su casa y encontró a su esposa, doña Facilisa, en trance de cópula con un sujeto. Fue el lacerado al chifonier donde guardaba una libreta con dicterios para abaldonar a la pecatriz; regresó a la alcoba y le espetó a su mujer este adjetivo: “¡Cuchufante!”. Esa palabra la había aprendido don Astasio en el útil Diccionario de Mejicanismos (así, con jota, del señor Santamaría, quien dice que el vocablo -que significa amasia o amasio- “es término de los norteños del país”. A decir verdad, yo, que soy norteño, y del país, jamás lo he escuchado. Al menos a mí nadie me lo ha dicho. Me han dicho muchas cosas, pero cuchufante no). Se volvió doña Facilisa a su consorte y le dijo con quejumbroso acento: “Y esto no es nada, Astasio. ¡También me vendió una enciclopedia!”. (Y era de seguridad industrial, en 44 tomos, sin contar los del apéndice)... Babalucas, capitán de meseros en “Las Ilusiones de Schopenhauer”, conocido restorán de la Zona Rosa en la Ciudad de México, recibió la queja de un cliente: “Diez veces he pedido un vaso de agua, y no me lo han traído”. “¡Mesero! -llama con energía Babalucas-. ¡Tráigale inmediatamente diez vasos de agua al caballero!”... Un hombre fue al cine, y le tocó sentarse junto a una señora que iba con su perro. El caniche ocupó también una butaca. Cuando terminó la película el hombre le dice a la dama: “Perdone usted, señora, pero estuve viendo a su perro a lo largo de la proyección, y observé que entendía perfectamente el argumento. En las escenas tristes gañía y suspiraba; en las partes cómicas meneaba el rabo y ladraba alegremente. Al final el perrito se sentó sobre las patas traseras y aplaudió con entusiasmo la película. Eso me llamó mucho la atención”. “A mí también -responde la señora-. El libro no le gustó nada”... A la prima Celia Rima, versificadora de ocasión, se le ocurrió este comentario epigramático a propósito de las represalias que México ha tomado contra los Estados Unidos: “A una elefanta subió / -dice el cuento- una hormiguita. / La elefanta barritó, / y la hormiga se inquietó: / ‘¿Qué? ¿Te dolió, mamacita?’“. La verdad es que esas represalias más daño nos causan a nosotros que a ellos. México impone aranceles a ciertos productos norteamericanos. Eso hace que su precio aumente. Y el aumento lo pagamos nosotros, los consumidores mexicanos, que dependemos del país vecino hasta para nuestra alimentación. Las represalias, pues, acaban por ser aquello que los fabulistas de antes llamaban “dar coces contra el aguijón”... Un golfista llegó a su casa y encontró una nota en la puerta: “Hemos secuestrado a su mujer. Si quiere volver a verla viva, lleve un millón de pesos al hoyo 15 de su club antes del mediodía de mañana”. Al día siguiente eran las 4 de la tarde y el marido no aparecía. Con las primeras sombras de la noche llegó por fin. Un individuo enmascarado salió de entre los arbustos y le preguntó, irritado: “¿Por qué tardó tanto? Le dijimos que viniera al hoyo 15 antes del mediodía, y son ya las 7 de la tarde”. Replica el golfista: “Estoy pasando por una mala racha, y tardé mucho en hacer los otros 14 hoyos”... Capronio, ruin sujeto, les contó a sus amigos de café: “Vengo de un viaje de placer”. “¿A dónde fuiste?” -le preguntan. Contesta Capronio: “Al aeropuerto, a dejar a mi suegra”... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a todas las concupiscencias, especialmente aquella de la carne, fue a una orgía. A la mitad del carnal batiborrillo se puso súbitamente en pie y dijo con imperiosa voz: “¡Orden, señores, por favor! ¡Más orden! Estamos siete mujeres y tres hombres, ¡y ya van cuatro veces que abusan de mí!”... FIN.

Escrito en: antes, hombre, veces, dice

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