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Editoriales

La política de la perspectiva de Osho

AGUSTÍN RUTEAGA ÁVILA

Osho es un filósofo contemporáneo que falleció apenas el 19 de enero de 1990 a la edad de cincuenta y ocho años, de origen hindú cuyo nombre verdadero es Bhagwan Shree Rajneesh.

Ha sido hasta hoy una de las autoridades en materia de filosofía gnóstica con la que fundamenta la base del desarrollo armónico del ser humano, que inicia con la profundización de las estructuras sensitivas y cognoscitivas, elementos inherentes por el solo hecho de contar con facultades de discriminación entre lo que es bueno y lo que es malo.

Para él, la persona sólo necesita la utilización del silencio y la meditación como herramienta para atemperar los perjuicios y prejuicios que nacen del hedonismo que es una tendencia casi imperceptible de todos los seres vivos sobre la Tierra.

Osho sustenta que la política no es más que una forma de sujeción de las personas a la dirección de un tercero que representa (o pretende hacerlo) a las instituciones creadas arbitrariamente con el propósito de lograr la convivencia armónica entre los hombres, direccionada desde afuera de la individualidad de cada quien y, por eso muchas veces desacreditada dicha convivencia; porque los adalides de su preservación frecuentemente caen en contradicciones e incongruencias que desnudan la verdaderas pretensiones de conductismo social no sólo en la sociedad laica sino en las organizaciones religiosas que dicen buscar la redención del ser humano a través del perdón de un ser que está más allá de la comprensión mundana de las cosas, creando una política que sigue siendo hasta hoy, según alguna justificación, la menos peor de las formas de mantener la cohesión del organismo compuesto por hombres y mujeres cuya tendencia natural y primigenia es la búsqueda del sentido último al que hace referencia Victor Frankl en su libro de nombre similar, en cuya búsqueda la propia sociedad ha hecho muy poco o casi nada porque desconoce e ignora que el ser humano dispone de herramientas internas de discriminación que le pueden permitir identificar con absoluta facilidad las dicotomías que afloran en cualquier discurso de los políticos de hoy y de siempre ya que ellos mismos encarnan la experiencia sensorial hedonista de la que se han alimentado a partir del crecimiento de sus egos y economías a costa de sostener muchas falsas ideas, que aparte de ser falsas propician constantes y protagónicos enfrentamientos de farándula con otros políticos que igualmente son ignorantes de los mecanismos que subyacen en la conciencia de las personas, los cuales han dado lugar al creciente desprestigio de los líderes y falsos mesías contemporáneos: como es el caso de Hugo Chávez en Venezuela, George Bush en Norteamérica, Hitler en Alemania, Stalin en Rusia, Alberto Fujimori en Perú, Augusto Pinochet en Chile; Porfirio Díaz, Antonio López de Santa Anna, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y un largo desfile de políticos en el México actual, pero no sólo ellos sino todos los que ejercen o pretenden ejercer la política como su modo de vida en apartamiento de los ideales de conocimiento profundo de los esquemas que caracterizan a las personas que son materia de su influencia, como conductores del destino social ya que sólo se preocupan por sostener falacias con cara de verdad: hablando de combate a la corrupción siendo ejemplares de su ejercicio, hablando de lucha contra la pobreza, atesorando cada vez más y más recursos provenientes del erario público y de triquiñuelas urdidas en el seno de las políticas públicas desde todos los órdenes de gobierno y entidades de la administración pública o desde las trincheras del ejercicio de una misión pastoral o de conciencia.

Esto es lo que destaca Osho en sus alocuciones sobre la vida y la importancia que despierta la posibilidad de que los seres humanos sean conscientes del potencial que subyace en su interior para identificar con claridad a todos estos falsos políticos y guías espirituales que han sido los causantes de las miserias de la humanidad desde tiempos inmemoriales; esa facultad de discriminación no sólo permite localizar la falsía en los conductores sociales sino que abre los paradigmas de desarrollo individual de la persona que practica la meditación, aquella que no necesariamente debe estar unida a una práctica religiosa sino a una práctica cotidiana, secular, laica, fuera de demagogias, natural, gnóstica; la que convierte la irascibilidad en paciencia; que logra una profunda relajación, que descubre la importancia del respeto a los semejantes, que propicia mejores relaciones interpersonales y descubre expectativas generadas por la plasticidad de la conducta al encontrar de manera más rápida y efectiva la identificación del hombre con la verdadera sensación del placer que no depende de agentes externos sino que emerge del mismo individuo, que hace crecer la productividad y la eficacia en el empleo que se desempeña, que cultiva y despierta la inteligencia innata del hombre, que facilita mejores condiciones para encontrar una auténtica y constructiva vocación que le sirva al propio sujeto y los que le rodean, que convierte la mente en campo de fertilidad para la creatividad, etc. etc.

Invito al lector a tener un acercamiento con este exponente de la filosofía contemporánea, con la certeza de que si no le conoce, le motivará para tomar un espacio de reflexión no sólo en este tema sino en cualquier otro y verá que sigue reproduciéndose la falsedad del que dice “tenemos que salvar a México” porque México se puede salvar a sí mismo si cuenta con las herramientas que proporciona la meditación.

Escrito en: sino, política, políticos, todos

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