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La gratitud hacia un padre enfermo

PADRES E HIJOS

Ignacio Espinoza Godoy

Quienes lamentablemente pasamos por un episodio difícil de la vida como es tener un padre enfermo, y que durante años ha visto cómo se deteriora gradualmente su salud, asumimos que sus cuidados y atención son responsabilidad de todos, aunque en la mayoría de los casos quien se echa a cuestas esa pesada carga es la esposa –nuestra madre-, en detrimento de su propia salud física y mental.

De por sí, cuidar a un enfermo es una actividad desgastante, sobre todo si se toma en cuenta que es una tarea de 24 horas, el compromiso es doblemente pesado si se considera que el paciente ya no se puede valer por sí mismo en casi todos los aspectos. Sin embargo, como todo ser humano, merece una mínima atención para brindarle la mejor calidad de vida posible.

Ejemplifico con un caso personal porque en casa, desafortunadamente, vivimos un caso en el que nuestro padre viene padeciendo –desde hace unos cinco o seis años- una serie de enfermedades que le impiden hacer una vida normal, con todo lo que ello implica no sólo para él mismo sino para la familia que le rodea, pues todos –en mayor o menor grado- tenemos la responsabilidad de hacerles más llevadera y menos pesada su estancia en casa.

A pesar de que mi padre ha recibido la atención médica que ha requerido para el tratamiento de sus múltiples enfermedades, es digno de admirar que aún tenga al ánimo de seguir adelante, no obstante que en algunas ocasiones ha querido renunciar, “para no seguir siendo una carga”, según sus propias palabras.

En más de una ocasión, me he sentado a su lado, lo he abrazado y besado, y le he expresado cuán importante es y ha sido para mis hermanos y para mí, por lo que le pedimos que no se deje vencer por las enfermedades que le aquejan, pues finalmente quien decide cuándo nos tocará dejar este mundo está arriba y es un ser supremo que sabe y determina el tiempo justo para cada quien.

La reacción de mi padre -un hombre poco expresivo, de carácter duro y renuente a las muestras de afecto- ha sido de emociones contenidas, de llanto reprimido por mucho tiempo y al mismo tiempo de agradecimiento y satisfacción de ver que su labor como padre es valorada y reconocida por sus hijos.

Nuestra misión como hijos, también, es velar por el bienestar de nuestros padres, una vez que ellos ya cumplieron con la encomienda trazada a partir de nuestro nacimiento y que se cumplió nuestra meta de formar un hogar propio. Y la salud es parte importante de su bienestar.

Seguramente usted, amable lector, habrá escuchado o conocido de cerca historias de padres de la tercera edad cuyos hijos los relegan, olvidan o desatienden, a grado tal que les expresan su repulsión y no ocultan su rechazo por su presencia, situación que no pasa inadvertida para el progenitor, quien muchas veces opta por dejar de ingerir medicamentos y renuncia a seguir viviendo, al carecer de alicientes para ello.

Estas actitudes de ingratitud son un reflejo de la falta de valores sólidos que sólo se inculcan en una familia unida que ve por el bienestar integral de sus miembros, principalmente si son la cabeza de la familia, el padre o la madre.

“Ya no gasten más en mí, ya no tiene caso; ya déjenme así; yo ya no tengo remedio”. Éstas son algunas expresiones de mi padre en momentos de desesperación, cuando siente que los dolores corporales son tan fuertes, que lo único que desea es dejar de sufrir, y que el mejor camino es abandonar este mundo.

Discúlpeme si insisto, apreciable lector, en que nuestra obligación como hijos es brindarles a nuestros padres enfermos las condiciones para que, en estas circunstancias, tengan la mejor calidad de vida posible. Simplemente, es una cuestión de gratitud por todo lo que nos dieron mientras vivimos en el hogar que nos dieron y donde crecimos.

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Escrito en: orientacion familiar consejos educacion para padres e hijos padre, vida, mismo, dejar

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