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HABLEMOS DE... LAS EMOCIONES CONTENIDAS

MA. DE LOURDES SOLÍS CARRERA

Pese a que vivimos con las emociones a flor de piel, nos cuesta trabajo sentirnos familiarizados con ellas.

No importa qué tan necesarias o positivas sean en nuestro día a día, el tema es que estamos acostumbrados a mantenerlas al límite, al grado de llegar a ignorarlas y volvernos indiferentes a todas ellas.

Por supuesto esta actitud incluye un precio a pagar: dejamos de reconocer la respuesta de nuestro organismo hacia ciertos estímulos y, claro, la felicidad o el enojo se transforman en una aparente indiferencia voluntaria.

A este comportamiento se le llama alexitimia. La alexitimia es un desorden neurológico que provoca la incapacidad para identificar las emociones propias y las de otras personas; además produce una limitación para comunicarse en este sentido. Explica la doctora Gabina Villagrán, psicóloga de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, que aunque se trata de un término que define cierto comportamiento, esto no significa que todo mundo lo padece y que puede convertirse en el modo ideal de justificar por qué actuamos de tal manera ante los demás.

Este padecimiento se presenta cuando en la infancia o durante el desarrollo una persona ha sido impedida por quienes la rodean para expresar lo que le ocurre. Las emociones son respuesta del sistema nervioso autónomo y su función es generarnos reacciones automáticas que nos ayuden a sobrevivir.

Pero si este proceso se limita, perderemos la sensibilidad y lo que es un proceso indispensable de nuestra naturaleza se transforma, en algunos casos, en un problema, porque crecemos con la falsa idea de que demostrar lo que nos sucede es un síntoma de debilidad que nos deja expuestos a los demás.

Un dato revelador que vale la pena quedarnos con él para reflexión es que el 80% de la población en el mundo se resiste a mostrar la tristeza, porque se considera una emoción muy negativa, dicen los expertos.

De tal modo que, a pesar de que alguien tenga el corazón roto, estará dispuesto a cambiar su discurso físico y aparentar que todo va bien. No es que sea un delito intentar sobreponerse a un mal momento de vida, el problema radica en negar la emoción, no procesarla y con el paso del tiempo la dificultad será identificar qué es lo que nos acontece.

Por esto un alto índice de tus amigos, familiares, novio o esposo te aseguran que no saben qué les ocurre o te sueltan el típico "no pasa nada"; no mienten, en realidad son incapaces de distinguir la razón. Desde la niñez y en la adultez no es distinto el mensaje constante cuando se trata de manifestar estados emocionales, inmediatamente escuchamos "no te enojes", "no llores", "no estés triste", "no te emociones" y a veces hasta el reproche de "¿ahora por qué tan contenta?" Pero recalco que este cúmulo de sensaciones es indispensable experimentarlas para encontrar equilibrio mental y mantenernos sanos en este aspecto.

Cada emoción tiene una razón de ser, solo hay que descubrir qué sucede contigo, qué intentan decirte al manifestarse.

Mostrarlas y reconocerlas no es un trabajo fácil, por el contrario implica autoconocimiento, honestidad y empatía contigo mismo, así como autoestima, pero bien vale la pena hacer el esfuerzo y vivir con plena libertad de pensar y sentir.

Escrito en: emociones, pena, mundo, vale

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