Un hombre decidió ir al mercado con su hijo de doce años. Se montaron los dos en su mula y emprendieron la marcha. Al rato, las personas que se encontraron en el camino, empezaron a murmurar y a decir:
-¡Qué abusadores! No tienen la menor consideración con el pobre animal. Lo van a reventar de cansancio. ¡Cómo se les ocurre ir ambos montados en la mula!
Al oír estas críticas, el padre decidió proseguir el viaje a pie y se bajó de la mula. Pronto, sin embargo, escucharon las nuevas críticas de los que topaban en su marcha:
-Los jóvenes de hoy han perdido todo respeto y educación. ¡Habráse visto: ese muchacho en la flor de la vida montado en la mula y el pobre padre caminando!
El muchacho se bajó de la mula y el padre se montó en ella para de este modo continuar el camino. Una vez más, enseguida pudieron escuchar las murmuraciones:
-¡Qué hombre tan desconsiderado!: Bien tranquilazo en la mula y el pobre muchacho a pie. Mira que hay hombres desalmados... Consideran y tratan a sus propios hijos como esclavos. Entonces el padre le dijo a su hijo:
-Solo nos falta que ambos carguemos a la mula y estoy seguro que también se burlarían de nosotros. Montemos los dos en la bestia, que es lo que pienso más conveniente, y que los demás digan y piensen lo que quieran.
Amigo Lector, somos frágiles... tan delicados emocionalmente que las palabras nos motivan o nos lastiman profundamente, los comentarios negativos nos laceran y dañan nuestros esfuerzos por tener una vida feliz. A todos nos gusta ganarnos el respeto, la aceptación y el reconocimiento, todos deseamos ser queridos y escuchar palabras de aliento... Lamentablemente no siempre es así, pues mientras existan personas ofuscadas por los celos, las envidias o nula autoestima, siempre habrá quien nos critique y haga hasta lo imposible por sabotear nuestros logros, a quien le moleste el éxito ajeno y no tolere ni el potencial ni el talento de otros.
Reconozcamos que en la vida, más que una necesidad, los aplausos, las felicitaciones y los elogios son un premio... Aprendamos de la gente que en el momento oportuno dice lo que tiene que decir, de esa gente con carácter que no se deja controlar ni manipular, que tiene la cabeza en su lugar, la verdad en los ojos y los pies en la realidad... la gente que le gusta hacer las cosas que le gustan... que no huye de sus compromisos por más difíciles que éstos sean... aquellos que se equivocan y lo reconocen, caen y se levantan, asimilan los golpes y aprenden de sus errores.
Y sin caer en los absurdos extremos del egoísmo o la complacencia, esforcémonos por ser mejores personas, más amables y generosas, no egocéntricas ni desconsideradas... Controlemos nuestra propia vida y sus decisiones, pero nunca la de otros... Si intentamos complacer a todos puede que acabemos por no complacer a nadie.
"Las claves del éxito las desconozco, pero las del fracaso son tratar de complacer a todo el mundo".
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