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Padres agresivos, hijos violentos

PADRES E HIJOS

Ignacio Espinoza Godoy

Así como los padres, generalmente, se esfuerzan por formar hijos responsables, sensibles y generosos, lamentablemente, también existe la otra cara de la moneda, cuando los progenitores, tal pareciera, son promotores de los hábitos negativos y de actitudes que van construyendo hijos cargados de rencor, resentimiento y agresividad que descargan en los demás.

Se trata de reproducir un patrón de conducta que el hijo imita de alguno de los padres, o a veces de ambos, porque su modelo está en casa, no obstante que no cumpla con sus expectativas, por lo que, inconscientemente, desde que nace, va absorbiendo cada una de las enseñanzas que recibe cotidianamente, aunque no todas sean de su agrado pero que acepta porque no tiene otra opción.

Normalmente, los padres violentos, a su vez, también vienen arrastrando y heredando una serie de episodios que marcaron su carácter con sus respectivos progenitores, quienes influyeron en su momento para forjar su personalidad con un perfil de agresividad que se reafirma y se transmite generacionalmente cuando forman su propia familia, con las consecuencias que ello implica.

Conforme los hijos van creciendo y se relacionan con personas ajenas al entorno familiar, surgen confrontaciones con pequeños de su edad, e incluso menores o mayores, debido a que carece de los elementos mínimos para entablar una relación de amistad porque no los adquirió en el hogar, de tal forma que si se presenta un problema busca solucionarlo por medio de la agresión y la violencia, tal como observa que sus padres lo hacen en casa.

Los rasgos de violencia que muestran los pequeños van desde agresiones verbales hasta psíquicas, cuando infunden temor en sus pares con patadas, golpes con los puños, arañazos, gritos, empujones y la utilización de palabras altisonantes que aprenden en el hogar, con lo que amagan a sus interlocutores, los que muchas veces no saben cómo reaccionar ante un ataque de esa naturaleza, impropio de su edad.

De acuerdo con especialistas, los hijos, cuando nacen, traen impulsos amorosos y agresivos que, con el tiempo y luego de la convivencia con sus padres, tras construir vínculos afectivos, se controlan, en tanto que predominarán unos sobre otros, una vez que sus progenitores vayan coadyuvando a que su carácter se oriente a estrechar lazos afectivos con los demás, en lugar de dirigir su conducta a lastimar a quienes le rodean por medio del ejemplo que le dan con sus actitudes de agresión constante.

En el lapso de a uno a tres años de edad, los hijos comienzan a construir lazos afectivos a partir de su conocimiento del entorno que les rodea, por lo que esta fase de su crecimiento es determinante para el desarrollo de relaciones personales, pues en la medida que se sientan amados, atendidos y protegidos por sus padres, comenzarán a construir su personalidad, la que podría estar matizada por rasgos de cordialidad, amistad, efusividad y amor; o por el contrario, podría caracterizarse como un niño(a) hostil, reservado, desafiante y dispuesto(a) a agredir a quien lo contradiga o enfrente.

Por ello, está comprobado que la familia es uno de los elementos más relevantes dentro del factor sociocultural del niño, a tal grado que la considera su mundo, lo es todo para él. De la familia surge su modelo de actitud, de disciplina, de conducta y de comportamiento, por lo que los padres son igualmente corresponsables del hecho de que sus hijos sean agresivos o no.

Un ejemplo: si el padre es hostil, poco exigente y constantemente está reprobando y castigando físicamente a sus hijos, además de amenazarlos por cualquier motivo, estará fomentando en ellos conductas agresivas que explotarán en cualquier momento, incluso sin motivo aparente.

Además, hay que tomar en consideración que si los hijos presencian en el hogar constantes discusiones, e incluso enfrentamientos físicos entre sus padres con un lenguaje subido de tono, este entorno propiciará que los primeros aprendan que los problemas entre adultos se solucionan con agresiones físicas y verbales y cuyo modelo reproducirán en la primera oportunidad que se les presente, pues inconscientemente se estará promoviendo la violencia.

En este contexto, los padres tenemos la grave responsabilidad de educar con valores como la tolerancia y el respeto, los que no servirán como bases para que la comunicación y el diálogo entre los integrantes de la familia sean los únicos medios para resolver las diferencias que surjan entre padres e hijos, entre los mismos progenitores y entre los hermanos.

Si bien es cierto, a veces, no es fácil controlar los sentimientos de frustración, coraje, impotencia, miedo, entre otros, que en ocasiones arrastramos los padres por los problemas cotidianos, sí podemos hacer un esfuerzo para controlar los impulsos que nos hacen perder los estribos y actuar con agresividad, pues recordemos que, finalmente, con estas actitudes no estamos más que fomentando la violencia en nuestros hijos.

Escrito en: educacion para padres orientacion familiar consejos VALORES . padres, hijos, padres,, hijos,

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