UAYAMÓN, Campeche.- Cuentan que la centenaria ceiba a la entrada de la hacienda Uayamón eran realmente dos que se entrelazaron en un abrazo de amor que las convirtió en una sola. Este gigantesco árbol es uno de los símbolos de una hacienda que ha recuperado la elegancia del pasado.
En Uayamón ("Lugar donde bajan los brujos") se estableció una estancia ganadera apenas unas décadas después de la conquista. El lugar fue saqueado en 1685 por Laurens de Graff, el corsario holandés conocido en español como Lorencillo. En el siglo XVIII Francisco de Cícero, o Císero, creó una de las haciendas más prósperas del sureste por su producción de ganado, maíz, azúcar, henequén y palo de tinte (o palo de Campeche). Algunas construcciones de la época aún sobreviven.
Rafael Carvajal Yturralde (hijo del coronel José Segundo Carvajal, gobernador de Yucatán cuando el estado incluía Campeche) adquirió la propiedad en el siglo XIX. Rafael fue gobernador del distrito de Campeche en 1850-1853 y participó en el congreso constituyente del nuevo estado en 1861. El apogeo de la hacienda se alcanzó con Fernando Carvajal Estrada, quien la heredó a su hijo, Rafael Carvajal Iturbide, cuyo nombre e iniciales aparecen en algunas construcciones de fines del siglo XIX. Un ferrocarril de la era porfiriana unía a Uayamón con Mérida. La hacienda era un importante centro comercial cuando recibió a Francisco I. Madero en 1911.
Ocupada por tropas durante la revolución, la hacienda siguió su trabajo más tarde, pero la reforma agraria y la caída de los precios del henequén provocaron el desplome de la producción. La hacienda fue invadida y los edificios históricos se deterioraron. La selva reconquistó una parte importante del terreno.
En la década de 1990 el banquero Roberto Hernández empezó a comprar y restaurar haciendas antiguas. En Uayamón adquirió 73 hectáreas, de las 3 mil de la vieja propiedad, y donó a quienes la habían invadido tierras en el perímetro para convencerlos de dejar el casco y el centro para un desarrollo hotelero. Una restauración detallada y respetuosa ha permitido el surgimiento de un hotel boutique de espectacular belleza, afiliado al grupo Luxury Collection de la cadena Starwood.
El hotel cuenta solamente con 12 habitaciones y da empleo permanente a 27 personas. A pesar de su baja densidad no pierde dinero, dice el gerente, el acapulqueño Eduardo Godínez. El hotel está dirigido a un público selecto que gusta de alojarse en hoteles distintivos y está dispuesto a pagar precios altos.
Uayamón ha dejado una parte muy importante de sus 73 hectáreas a la vegetación natural. El agua es calentada por energía solar. La piscina principal no tiene calefacción, lo cual en diciembre hace virtualmente imposible su uso.
La empresa tiene la política de emplear principalmente a gente de la localidad. En algunos casos, sus abuelos y bisabuelos trabajaban en la hacienda. Muchos ganan más con sus parcelas, pero trabajan en el hotel para gozar del servicio del IMSS. El hotel se ha convertido además en una escuela en hotelería. El propio gerente da clases de inglés a los empleados.
Uayamón es una de cinco haciendas en Yucatán y Campeche rescatadas por Roberto Hernández que hoy forman parte de la Fundación Haciendas del Mundo Maya A.C. Es prueba de que se puede cuidar la ecología, preservar monumentos históricos y crear empleos de manera sustentable e inteligente. Por lo pronto la enorme ceiba trenzada en un abrazo de amor parece estar contenta.
COMPRAR FELICIDAD
¿Puede el dinero comprar felicidad? Según un video de la exitosa serie "ASAP Science" distribuida por Youtube, los aumentos de ingreso más allá de cierto nivel no la generan, mientras que comprar cosas materiales da una felicidad limitada y declinante. Pero ayudar a los demás o usar el dinero para experiencias personales (como viajes) sí ayuda a ser feliz.
Twitter: @sergiosarmient4
"Los ganadores aprenden del pasado y gozan de trabajar en el presente para el futuro."
Denis Waitley