
El México de Antonio Ruiz
La realidad es que en Antonio Ruiz el arte es una necesidad. La necesidad surge en las palabras que habitan los libros que lee, y se convierte en pinturas y grabados que sintetizan las influencias que lo rodean, las limpian, y le otorgan un elemento que no es posible describir, pero que lo vuelve fácil de reconocer.
"Observar la obra de Antonio Ruiz Ibarra siempre llevará a pensar en Rulfo y en Posada, en ese tipo de arte en el que México se construyó, desde la base, desde las raíces. Esa liga en la que cada persona, tarde o temprano, se reconoce", escribí en enero, cuando la exposición "25 grabados" se inauguró en la Biblioteca Central Estatal.
Ahora, los grabados de Antonio Ruiz se presentan en Tijuana. Desde el 17 de noviembre, en las paredes de Urbano Gastro Bar se encuentran nueve obras del artista duranguense: "Relámpago de iluminación", "El camaleón", "Cosmos", "Naturaleza", "Sipam", "Caja de Pandora", "La estrella", "La noche del hombre solar", y "El vigilante", todos realizados sobre papel amate, un material que además de otorgarles mayor profundidad y contraste estético, de manera inevitable se relaciona con las raíces del México que Antonio Ruiz representa: "uno va tomando la historia de México de manera diferente, y haciendo sus propias conclusiones, que es lo mas interesante. Poco a poco mis grabados han reflejado una concepción de México que ha cambiado, los voy incorporando, hasta el mismo papel responde a esa necesidad".
La realidad es que en Antonio Ruiz el arte es una forma de reconocerse. De reflejar lo que observa en su país y en los otros para que, a modo de espejo, ocurra lo que Rulfo provoca: esa sensación de conocer a Pedro Páramo aunque sea la primera vez que se lee su historia. Por esto, Ruiz Ibarra describe su trabajo como "una obra que trata de integrar las situaciones de nuestra tierra a un contexto mundial. Trato de transmitir que nuestras creencias como mexicanos, como personas, nuestra literatura, nuestra pintura, son tan válidas como cualquiera".