
La Casa del Árbol, la nueva biblioteca municipal
Una biblioteca que abre sus puertas siempre es una excelente noticia. El miércoles pasado, en una tarde cálida y benigna en el paseo tradicional de Las Moreras, el viejo recinto bibliotecario "Máximo Gámiz" -qué bueno que conservó su nombre y la placa que lo confirma- fue cambiado por un moderno edificio de cantera y cristal y así volvió a recibir a los usuarios, a partir de una ceremonia oficial encabezada por el presidente municipal. Por la importancia que reviste el hecho, hago algunos comentarios a propósito.
Parecía casi imposible. Las dos administraciones anteriores se lo propusieron, pero no lo lograron (la antepasada no consiguió los recursos económicos y la pasada solamente le dio una arregladita a la deteriorada construcción), y Adán Soria Ramírez batalló mucho -incluso se aseguraba que la obra iba a quedar inacabada-, sin embargo afortunadamente el joven político llevó el proyecto a su realización. Para quienes hemos trabajado en la difusión de la cultura del libro durante las últimas décadas, el acontecimiento es -subrayo- de la mayor relevancia. En un medio en donde las bibliotecas públicas nunca han sido prioridad gubernamental, la apertura de La Casa del árbol, así poéticamente llamada, permite ahora diversas posibilidades educativas y culturales, con el apoyo fundamental del Instituto Politécnico Nacional. Dejamos aquellas casi ruinas -un oscuro invernadero, sin ninguna ventilación, en el que las lluvias inundaban parte de sus áreas- a unas instalaciones más adecuadas a las labores propias de su naturaleza.
Ante tal prometedor horizonte, no obstante valdría la pena tener en cuenta las siguientes consideraciones, entre muchas otras que se pueden hacer:
1. Sería muy conveniente que no se afectaran los intereses de su anterior planta laboral; respaldarse en la experiencia de los trabajadores, junto a la contratación de profesionales en la materia, contribuiría al buen funcionamiento de la biblioteca.
2. Asimismo para la designación del encargado de la dirección se debería valorar con cuidado el perfil del funcionario: tener una amplia cultura sobre el libro y la aplicación de las nuevas tecnologías, además de tener conocimientos de administración pública. Lo peor que podría ocurrir es que se reparta este encargo como cuota de campaña. Ya sabemos lo desastroso que resulta la mayoría de las veces la aplicación de este criterio esencialmente partidista.
3. Será necesario también incluir en sus programas a escritores, promotores de la lectura, pintores y artistas en general. La política bibliotecaria nacional e internacional se mueve precisamente en ese sentido: estos recintos tienden a ser cada vez más dinámicos centros culturales.
4. La institución debe conservar, en un apartado si se quiere, su Fondo de Origen, es decir aquellas colecciones bibliográficas -al menos las más valiosas por sus contenidos y ediciones especiales- con las que inició sus labores la sede hace ya muchos años (el propio Máximo Gámiz Parral, el impulsor de su edificación, contaba que la biblioteca había recibido la donación de particulares... y yo recuerdo que sus anaqueles resguardaban un buen número de volúmenes entregados por Durango, España en los años ochenta). Me veo en el recuerdo, por ejemplo, repasando de tarde en tarde las páginas de un volumen que describía el camino del Quijote en México, para después atravesar las frescas y luminosas Alamedas rumbo a la casa. Se caería, en suma, en un lamentable error si el recinto se deshiciera de su acervo más antiguo, porque los libros fundacionales son su cimiento documental e histórico; evidentemente que el árbol de esta casa no tendría raíces.
5. Otra labor que tampoco se debe dejar de lado es la reactivación de su hemeroteca -el sistema audiovisual, por la modernidad que se anuncia, supongo que será más que un hecho-. No se puede desatender la lectura de periódicos y revistas. Junto a la consulta de los obligados libros de texto -de los diferentes niveles escolares- la placentera recreación del artículo científico, político, social o deportivo es un elemento indispensable en un eficiente servicio bibliotecario.
Esperemos, pues, que la Casa del árbol nos sorprenda pronto con un programa atractivo de trabajo en beneficio de la comunidad durangueña -niños, jóvenes y adultos- de acuerdo al enorme esfuerzo que significó su levantamiento.
Con este referente, la pregunta es obligada: ¿cómo se pudo lograr la obra bibliotecaria? Gracias al liderazgo del Adán Soria Ramírez, uno de los mejores presidentes municipales -dicho sea de paso- que hemos tenido los durangueños (no sorprende la buena calificación que ha merecido su administración). La Casa del árbol vendrá, sin duda, a fortalecer el crecimiento intelectual y espiritual de la ciudad. El responsable del Ayuntamiento hizo bien su tarea. Ahora nos toca a los ciudadanos sumarnos a tan noble propósito (OJL).