
La peregrinación del Señor de Mapimí
La peregrinación que año con año se realiza desde la sierra de Jimulco en Coahuila para visitar al Señor de Mapimí en Cuencamé Durango, está por cumplir 300 años, es de las más viejas no en Durango, sino en el país.
La historia de este peregrinar inicia en el año 1715 cuando, de acuerdo al historiador Anacleto Hernández, cronista del municipio de Cuencamé, el Jueves Santo de 1715, los indios tobosos atacaron el Real de Mapimí (hoy Mapimí, Durango) mientras los habitantes, muchos de ellos mineros, paseaban al Señor de Mapimí por las calles.
Según el cronista, la intención de los indios era destruir la imagen. Los españoles trataron de defenderse, pero se dice que en la descarnada contienda murieron alrededor de 300 personas, entre españoles y criollos la mayoría.
Sin embargo, los portadores del Cristo huyeron con la imagen rumbo a Santa María de las Parras (hoy Parras de la Fuente, Coahuila), que para ese entonces según los registros, era uno de los centros misionales más importantes de la región. La imagen, de 1.95 metros altura y hecha de caña de maíz, facilitaba su traslado. Pero al pasar por la Sierra de Jimulco, un lugar a tres mil metros de altura (que hoy se encuentra a 70 kilómetros de Torreón, su cabecera municipal), decidieron esconderla debajo de un mezquite.
Un documento histórico escrito por el alcalde mayor de Santiago de Mapimí, Don Antonio Franco Lorenzo de la Sierra, explica que la imagen fue encontrada por una india que comunicó del hallazgo a unos soldados escolteros, quienes en ese momento caminaban rumbo a la misión de Santa María de las Parras.
Los escolteros, informaron al padre de Cuencamé de la imagen. “El cura decide trasladar la imagen a Cuencamé, pero gente del Real de Mapimí empezó a reclamarla.
Cuando el parroco se ve en la disyuntiva, de una manera muy salomónica deja la decisión a las mulas.
“Hacia donde se dirijan, ahí se queda la imagen”, y éstas se dirigieron a Cuencamé.
Una de las leyendas que se platican de padres a hijos y que los peregrinos conocen, es en la que hace varios años la gente de Mapimí trató de llevarse la imagen del Cristo que mide 1.90 metros, pero por alguna razón inexplicable, la imagen se agrandó y no pudo salir de la iglesia pero también incrementaba su peso y por esa razón se quedó en Cuencamé.
La peregrinación este año
La tradición del Santo Cristo Señor de Mapimí representa una de las peregrinaciones populares religiosas más añejas y no se celebra en Mapimí, sino en Cuencamé, desde el Cañón de Jimulco, en Coahuila.
Cada año cientos de peregrinos provenientes de la Sierra de Jimulco, Coahuila, recorren alrededor de 120 kilómetros de trayecto en un tiempo de dos a tres días de camino, pero la tradición es hacerlo en carreta.
En esta ocasión fueron más de 70 carretas y 500 peregrinos las que hicieron el recorrido, algunas desde Jimulco, otras se fueron integrando a la peregrinación en los tres diferentes puntos, el primero de ellos en el Cañón de Jimulco, todavía en Coahuila; el segundo en La Cureña, ya en Durango; el último en La Capilla entrando a Cuencamé.
Sin embargo, para este aumento el numero de camionetas que fueron acondicionadas para la peregrinación y se podía ver más unidades motrices que en años anteriores.
La mayoría de los peregrinos de Jimulco inician el viaje hasta Cuencamé el dos de agosto en carretas acondicionadas con palos de mimbre; le ponen ocotillo y la carpa la trazan con mezclilla, hule, una lona o cobijas.
A las carretas le amarran alfalfa para los burros o caballos; un colchón; llevan refacciones, cobijas, garrafones con agua y comida para el viaje; como las carretas del viejo oeste.
En esta peregrinación y adentro de las carretas viajan mujeres embarazadas, ancianos y niños.
La noche del tres de agosto la mayoría de los peregrinos duermen en La Cureña, a la salida del Cañón de San Diego.
Otros perregrinos duermen en la capilla aproximadamente 12 km antes de llegar a cuencame
En la mañana del cuatro de agosto, las más de 70 carretas se detienen en San Antonio de Ojo Seco, comunidad de Cuencamé para de ahí partir todos juntos.
Alrededor del medio día del 4 de agosto del 2013 las familias enteras, arriba de los carruajes, empiezan a llegar a las afueras del municipio, desde ahí los habitantes (más de 30 mil personas) se acercan para entregarles agua, jugos, un lonche o gorditas. Los viajeros niegan cansancio pero toman todo lo que les ofrecen.
Al frente de la peregrinación se encuentra la Asociación de Charros del municipio y lo siguen dos danzas: los niños apaches y la danza del Señor de Mapimí. Después camina un grupo de peregrinos con estandartes, al tiempo que cantan alabanzas al Santo Cristo de Mapimí. Atrás los carruajes.
Las carretas transitan a un lado de los tianguis y comercios que brotaron por las fi estas del municipio. La vida en Cuencamé, que de por sí es serena, se paraliza para recibir a los andariegos.
Cuando arriban, el párroco los recibe y los rocía de agua bendita tanto a las familias como a las carretas e incluso a los animales que llegan exhaustos. La bendición es vigilada por tres hermanos de la Hermandad.
Después, los peregrinos se dirigen a la unidad deportiva del municipio, donde son recibidos con reliquia: asado de puerco en chile rojo y diferentes tipos de sopa.
Otros peregrinos se dirigen directamente con alguna familia y a otros más los alberga la gente sin necesidad de conocerlos. En los minutos siguientes una camioneta con botes llenos de reliquia pasa por las calles y reparte la comida a los peregrinos.
Más tarde, la mayoría de los viajeros acude a la iglesia a hacer oración y adorar al Señor de Mapimí. Posteriormente retornan a su lugar de origen, listos para iniciar su preparación para agosto pero del 2014.