Una de las metáforas globales más capacitadoras que me han ayudado en los momentos difíciles es una historia compartida por muchos oradores en el tema del desarrollo personal. Se trata de la sencilla historia de un picapedrero.
¿Cómo puede un picapedrero abrir un gigantesco canto rodado? Empieza por utilizar un enorme martillo con el que golpea la roca granítica con toda la fuerza que puede. La primera vez que la golpea no le hace ni una muesca, no le arranca ni un trocito, nada.
Retira el martillo y vuelve a golpear una y otra vez, 100, 200, 300 veces, sin producir una sola grieta. Después de tanto esfuerzo, la roca no muestra ni la más ligera grieta, pero él sigue golpeándola.
A veces, pasa gente a su lado y se ríe de su persistencia, cuando es evidente que sus acciones no están teniendo el menor efecto. Pero un picapedrero es muy inteligente. Sabe que, por el hecho de no ver resultados inmediatos de las acciones que realiza, eso no quiere decir que no se esté haciendo ningún progreso.
Continúa golpeando la roca en diferentes puntos, una y otra vez, y en algún momento, quizá cuando lleve 500 o 700 golpes, o en el que hace 1,004, la piedra no sólo se astilla, sino que se abre literalmente por la mitad.
¿Ha sido ese único y último golpe el que ha abierto la piedra? Desde luego que no. Ha sido la presión constante y continua que ha aplicado al desafío al que se enfrentaba.
Para mí, la aplicación consistente de la disciplina es el martillo capaz de romper cualquier canto rodado que esté impidiéndole el paso por el camino de su progreso. Anthony Robbins.
Amigo lector, ¿Por qué aferrarse a encontrar caminos fáciles, cuando sabe que progresar exige lo contrario? Consciente que el éxito no es el producto de un sólo golpe, sino de una cadena de aciertos, al margen de la cantidad y gravedad de sus problemas, no se estanque, avance incasablemente, pero dándose las pausas para corregir y subsanar sus errores.
Consienta que así, como para llegar a saborear los ricos frutos del esfuerzo, se ha de estar dispuesto al sacrificio; que para ganar, hay que estar dispuestos a perder... Progresar implica también vivir días tristes y cansados... días de dolor y de frustraciones.
Asienta que nadie llega a ser lo que quiere permaneciendo inerte o haciendo siempre más de lo mismo; que aún y cuando todos pensamos en cambiar el mundo, nadie piensa en cambiarse a sí mismo. Acepte que nada hay tan permanente como el cambio, crea en él... y el cambio lo transformará.
Amplíe su visión y enfóquese, comprométase con sus objetivos y confíe en su capacidad, no tema a los grandes desafíos y asuma proyectos trascendentes. Hágase protagonista del progreso, sea creativo y mantenga una actitud proactiva.... busque siempre soluciones, nunca problemas.
Y convencido que sólo usted construye su futuro, forje un camino de esperanza y de libertad, de sacrificio y de perseverancia, en el que antes que menospreciar o creerse superior a nadie, le recuerde que la grandeza radica... en reconocer sus pequeñeces. ¿Usted qué opina? [email protected]