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La familia, un proyecto de vida

La familia, un  proyecto de vida

La familia, un proyecto de vida

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Aunque existen personas que aseguran que no necesitan estar casadas ni tener hijos para ser felices o, por lo menos, para sentirse a gusto en el estado en que se encuentran, que puede ir desde la soltería hasta la unión libre, lo cierto es que -sin el ánimo de entrar en polémica, porque cada punto de vista es respetable- hombres y mujeres, en términos generales, buscamos formar una pareja para luego -si el Creador nos lo concede- procrear hijos y así consolidar un hogar como un proyecto de vida similar al que heredamos de nuestros padres.

No se trata sólo de seguir un modelo, un ejemplo del legado que nos dejaron nuestros progenitores. Ese ejemplo va más allá de darle continuidad a lo que hayamos vivido y observado en el hogar en el que crecimos y fuimos criados: el objetivo es crear nuestro propio proyecto de vida pero siempre con la familia como eje rector de las metas que nos planteamos a corto, mediano y largo plazos, porque finalmente sentimos que el complemento para concretar el propósito de gozar de estabilidad emocional y afectiva sólo lo alcanzaremos mediante la vida en pareja, rodeados -si es posible- de uno o más hijos que nos permitan consolidar esa relación.

Si bien es cierto, muchas parejas logran consolidar ese vínculo sin la existencia de hijos en su relación -sin importar los motivos-, en términos generales, el objetivo del matrimonio o de quienes deciden vivir juntos es perpetuar la especie, es decir, tener uno o varios niños, con lo que, normalmente, se logra afianzar ese nexo que une a un hombre y una mujer, de tal forma que cuando llega el primer bebé al hogar se experimenta una sensación de felicidad difícil de describir pero que estrecha aún más ese lazo invisible, aunque sí se percibe en las personas que irradian una energía intangible pero que se siente.

A partir de ahí, los integrantes de la pareja -al menos en la mayoría de los casos- se sienten más unidos que nunca al grado de que los impulsa una fuerza sobrenatural, experimentan cambios importantes en su ánimo que los impulsan a ser mejores en todos los aspectos y buscan darle lo mejor a ese ser que llegó a sus vidas, lo cual se traduce generalmente en muestras de amor, cariño y ternura, además de pensar continuamente en proporcionarle lo necesario en el plano material, como una cuna, un portabebé, mucha ropa, que no le falten pañales ni alimento, en fin, todos los satisfactores materiales que harán su vida más placentera y alejada de las carencias.

En verdad que es sorprendente observar y comprobar cómo a hombres y mujeres nos cambia la existencia radicalmente el hecho de tener el privilegio de la paternidad, porque lo vemos como un regalo de Dios que hay que agradecer y cuidar hasta con la vida misma, un don que debemos saber valorar en su justa dimensión por la enorme responsabilidad que implica forjar a un ser humano y que deseamos con vehemencia que sea mejor que nosotros, en todos los aspectos.

Por ello, amable lector, quienes tenemos ese privilegio divino de la paternidad debemos estar conscientes de que en nuestras manos está la formación de un ser humano al que tenemos la obligación de ayudarle a desarrollarse con las mejores herramientas que les podemos proporcionar, entre las que podemos mencionar una formación basada en valores y principios morales firmes que le permita abrirse paso en la vida sin atropellar los derechos de los demás, al tiempo que le brindemos acceso a la educación para que cuente con una preparación académica mínima que le permita subsistir por sí mismo en un mundo que ahora les exige ser más competentes para mantenerse y sobresalir entre quienes les rodean.

Ser padres, por supuesto, no es una tarea fácil, porque no hay personas perfectas ni preparadas totalmente para salir avantes de todas las dificultades que se nos presentan en el trayecto. Miente quien diga que tiene todas las respuestas y que sabe perfectamente qué hacer en todos los casos cuando se genera un problema dentro y fuera del hogar. Sin embargo, la intuición como progenitores nos impulsa a buscar la mejor solución, aunque de antemano sabemos que nos podemos equivocar, como a veces sucede. De cualquier manera, siempre existe la oportunidad de rectificar y corregir nuestros errores, para aprender y no volver a tropezar con la misma piedra.

La vida en pareja, al lado de uno o varios hijos, siempre será una bendición para quien la vea de esta forma, porque nada se compara a saber que contamos con el amoroso apoyo de una mujer o un hombre que nos espera siempre en el hogar con los brazos abiertos, además del beso, el abrazo y la felicidad que nos regalan, todos los días, nuestros pequeños cada vez que los despedimos en la escuela o cuando regresamos al hogar luego de una agotadora jornada laboral.

Así que el mejor proyecto de vida lo forjamos todos los días, en compañía de la familia.

Escrito en: PADRES E HIJOS vida, todos, hogar, hijos

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