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Dejémosles buscar su propia identidad

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Con mucha frecuencia, los padres deseamos moldear a los hijos a nuestra imagen, como si quisiéramos que fueran una copia fiel de lo que somos, sin tomar en cuenta que cada persona es diferente, lo mismo en carácter que en personalidad. Sin embargo, no siempre reparamos ni reflexionamos en el hecho de que si bien buscamos que nuestros pequeños (incluso, cuando ya son adolescentes o adultos) sean la mejor versión de sí mismos, finalmente, ellos decidirán hasta dónde nos permiten ayudarles a ser mejores en algunos aspectos, por lo que habría que estar atentos y dilucidar hasta dónde podemos influir en su vida.

Así, por ejemplo, observamos a muchos progenitores que se obsesionan por que sus hijos sean aficionados a determinado deporte (el futbol, de los más populares), cuando no se percatan de que sus niños (o niñas, según sea el caso) no tienen la más mínima inclinación por ese pasatiempo, con lo que, en ocasiones, los padres insisten en que sus vástagos también adopten ese deporte. No obstante, si sus pequeños también dan muestras evidentes de que esa disciplina deportiva no les llama la atención, lo más lógico sería que la elección de otro deporte o pasatiempo quedara abierta, al gusto de los hijos.

Y es que quizás los hijos tienen más aptitudes para la práctica de otro deporte, de ahí que no se les puede obligar a que jueguen el que sus padres prefieran, pues de otra manera se les estaría coartando el derecho a elegir libremente a lo que quieran dedicarse en sus ratos libres. Es más, hasta podría darse el caso de que no les agrade ningún deporte y prefieran destinar su tiempo de ocio a leer, a tocar algún instrumento musical, a pintar. En fin, son tan variadas las maneras en que los pequeños puedan ocupar su tiempo, claro, siempre y cuando lo hagan de forma positiva y constructiva.

Recordemos que, incluso, existen casos de la vida real en que los padres tienen la expectativa de que sus vástagos estudien determinada carrera, y así los van guiando y presionando hasta que obtienen el ansiado título profesional. Empero, a pesar de que esto representa un gran logro, la consecución de esta meta no siempre satisface por completo a quien la alcanzó, pues sólo la concretó para darle gusto a alguno de sus progenitores (aunque a veces es a los dos a quienes complace).

Luego sucede que los hijos buscan su realización personal y estudian otra carrera, una que realmente llene sus expectativas profesionales, aunque sea totalmente diferente a la que ya habían cursado exitosamente, pues más adelante pretenden dedicarse a ella de tiempo completo, sin importar que el mercado laboral no sea tan amplio y sean pocas las oportunidades para encontrar acomodo, ya que lo importante es desarrollarse en el ámbito donde se puedan desplegar sus habilidades y aptitudes, es decir, en términos coloquiales, hacer lo que a uno le gusta, trabajar en el medio donde exista el ambiente adecuado para ello.

En este como en otros ámbitos, los hijos buscarán lo que mejor se acomode a sus intereses y gustos, pues finalmente serán ellos los que decidan qué futuro quieren, a qué aspiran, en qué quieren trabajar, de tal forma que si se equivocan en sus elecciones, serán ellos quienes tendrán que asumir su responsabilidad.

Sin embargo, claro que los padres debemos y tenemos que estar a su lado para apoyar sus decisiones, aunque no estemos de acuerdo. Nuestro papel podría consistir en expresar alguna opinión sobre la determinación que estén a punto de tomar, como exponerles los pros y los contras, por lo que ya serán ellos quienes tendrán la última palabra, siempre y cuando se trate de algo razonable, aunque luego de cualquier manera muchos de ellos buscan salirse con la suya, inclusive, en contra de la postura de los progenitores.

En este contexto, no se trata de una lucha de poder, sino de encontrar el equilibrio en las posturas de padres e hijos, pues si bien los primeros podemos tener la experiencia en muchos sentidos y aspectos, los segundos tienen el derecho a elegir lo que quieren construir para un futuro a corto, mediano o largo plazos. Y aunque se pueden equivocar (porque también a eso tienen derecho), también deberán estar conscientes de que eso puede suceder y tendrán que asumir las consecuencias de sus decisiones.

Definitivamente, amable lector, los padres tenemos la gran responsabilidad de guiar a los hijos sobre lo que pensamos y deseamos que es lo mejor para ellos, pero no siempre podemos tomar las decisiones que, en determinado momento, a ellos les corresponderá, una vez que tengan la suficiente capacidad de discernimiento y la madurez necesaria para hacerlo.

Finalmente, los hijos tendrán que decidir sobre su proyecto de vida, con base en los cimientos que han adquirido en su existencia, es decir, los valores y principios morales que les enseñamos en el hogar. De ahí tomarán lo mejor y de ahí se derivarán sus decisiones, por lo que debemos confiar en que estas se basarán en un buen juicio y el análisis de cada situación.

Así, pues, debemos dejar que los hijos busquen su propia identidad con base en sus aspiraciones y sus propias metas, no las de nosotros, los padres, que solo estamos para apoyarlos en sus decisiones.

Escrito en: ignacio espinoza PADRES E HIJOS hijos, padres, tienen, pues

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