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La tentación de compensar la ausencia con un regalo

PADRES E HIJOS

La tentación de compensar la ausencia con un regalo

La tentación de compensar la ausencia con un regalo

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Cuando los hombres y las mujeres asumimos plenamente el roles de proveedores del hogar, en primer lugar, buscamos satisfacer las necesidades básicas, lo que incluye, por supuesto, a los hijos en sus requerimientos de alimentación, vestido, salud, educación y esparcimiento, entre otras de no menor relevancia, y ya después pensamos hasta en algunos pequeños lujos si los ingresos económicos de ambos padres así lo permiten, como en la adquisición de algunos aparatos electrónicos para los pequeños (y también para los grandes una vez que ya son adolescentes o adultos, según sea el caso).

No obstante, sucede que, con mucha frecuencia, algunos progenitores gastan hasta lo que no tienen con tal de satisfacer hasta el más mínimo deseo o capricho de los hijos, con lo que se genera, en ocasiones, un quebranto importante en las finanzas personales y familiares que se pudo haber evitado con la moderación y la prudencia cuando se trata de desembolsar dinero para la adquisición de artículos superfluos o que, por lo menos, no son útiles ni indispensables en ese momento para el desarrollo de los vástagos, por lo que su compra puede esperar para otro tiempo, cuando se disponga de finanzas más holgadas en el hogar.

De acuerdo con la opinión de especialistas en conducta, si bien, en principio, es noble el objetivo de desear proporcionarles lo mejor a los hijos, al menos en el orden material, hay una delgada línea que muchos padres rebasan con cierta o mucha frecuencia (depende de cada caso en particular), cuando les ofrecen a sus pequeños algunos artículos, juguetes u objetos que ni siquiera les piden o necesitan, con lo que se desperdician recursos económicos que bien pudieron haberse destinado a la compra de otros insumos básicos para, incluso, el mejoramiento de las condiciones físicas del hogar.

Este tipo de actitudes, según los expertos en el tema en cuestión, las practican mucho aquellos padres que, por sus ocupaciones laborales, se ausentan por largos periodos del hogar, o bien, que la mayor parte del día trabajan y que, por dichas actividades, les es imposible estar más tiempo en casa para convivir con la esposa y los hijos, de ahí que buscan, mediante algunos regalos, compensar esa falta de atención hacia sus pequeños o, incluso, hacia la pareja, a quienes en ocasiones saturan con obsequios materiales por un remordimiento de conciencia mal encauzado, ya que existen otras formas de demostrar el amor, el cariño, la importancia que tiene la familia en la vida.

No obstante, en ocasiones, los hijos aprenden que la ausencia del padre del hogar se traducirá posteriormente en concesiones para la compra de algunos artículos, que bien podrían representarse a través de juguetes, aparatos electrónicos, un nuevo teléfono celular, una tableta, prendas de vestir... en fin, la lista podría ser muy extensa, de tal manera que algunos progenitores cumplen esos deseos con tal de no discutir y estar en los mejores términos con sus pequeños, los adolescentes y hasta con los adultos, a los que se suma la pareja cuando esta también espera algo a cambio de esos tiempos de falta de atención.

Por supuesto que también existe otra cara de la moneda en este tipo de casos y que se refleja en un ambiente de comprensión hacia el padre o la madre (o ambos, como sucede frecuentemente) que, debido a sus jornadas laborales, es difícil que estén presentes por más tiempo en el hogar, pendientes del desempeño escolar de los hijos y sus necesidades cotidianas, de las que normalmente uno de los cónyuges se encarga de satisfacer en la medida que sus posibilidades económicas y su tiempo se los permiten.

En este caso, los hijos, conscientes de que la ausencia en casas de alguno o de ambos padres es por motivos ajenos a estos, no les exigen la compra de algún bien material a cambio de ese tiempo que no pudieron convivir con ellos, sino que se abocan a disfrutar de ese tiempo de calidad que se les puede brindar, sin pensar siquiera en que pueden de alguna manera chantajear al papá o a la mamá para que se les satisfaga algún capricho relacionado con un objeto o artículo.

Este sería el escenario ideal cuando se dispone de tan poco tiempo para convivir con la pareja y los hijos. Sin embargo, todavía muchos padres caen en la tentación de intentar comprar el afecto, el amor y el cariño de sus pequeños con un regalo, cuando los niños, los adolescentes lo que más desean es disfrutar la compañía de sus progenitores en esos lapsos que se presenten y cuando las circunstancias así lo permitan.

Por ello, la próxima vez, amable lector, que le invada un sentimiento de culpa por no disponer del tiempo necesario para compartirlo con los hijos, no intente compensarlo con un regalo material, sino con su presencia, con ese tiempo de calidad que podemos obsequiarles a esos seres que nos esperan todos los días con los brazos abiertos para demostrarnos cuán importantes somos en su vida.

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