
La violencia en sus diferentes expresiones
(Primera de dos partes)
Resulta sorprendente observar y comprobar cómo muchos padres de familia (hombres y mujeres), en pleno siglo XXI, tienen una idea distorsionada y equivocada del concepto de violencia, al grado de pensar que algunas actitudes, por simples que parezcan, no encuadran en lo que representa una agresión y que, de manera recurrente, se realiza dentro del hogar, como el hecho de ponerles apodos a los hijos o entre los mismos cónyuges, o como dirigirse a cualquier integrante de la familia con una palabra altisonante aunque, supuestamente, no lleve la intención de molestar a quien la recibe.
Lo anterior lo hemos podido observar quienes estamos inmersos en el ámbito de la comunicación y el periodismo, sobre todo, a raíz de que se creó un instrumento llamado "violentómetro", diseñado por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), como resultado de que, en el año 2009, la Unidad de Género de esta institución educativa se dio a la tarea de conocer la dinámica en las relaciones de pareja que establecían las y los estudiantes entre 15 y 25 años, por lo que aplicó una encuesta a más de 14 mil jóvenes de nivel Medio Superior (bachillerato) y Superior (profesional).
El resultado de ese ejercicio arrojó que hombres y mujeres reconocieron que, por lo menos una vez, su pareja había incurrido en actitudes como las siguientes: les prohibió contacto con algún amigo(a), compañero(a) de estudio o de trabajo; se enceló de algún familiar o amigo(a); les insultó con palabras hirientes; se expresó de él o ella de manera desagradable; revisó en su ausencia pertenencias personales, como celular, correo electrónico, cuadernos y redes sociales; les presionó con silencio o indiferencia para que cambiaran algún comportamiento; algunos han sufrido de pellizcos, empujones, jalones de cabello, patadas, e incluso, de ahorcar o asfixiar y forzarles a una relación sexual.
Todo este extenso catálogo de expresiones de violencia, incluidas en el "violentómetro", fue el que se pudo recabar mediante esa encuesta y que son actitudes que diariamente se pueden percibir en todos los ámbitos de la vida donde nos desenvolvemos. Lo más importante es que cada uno de esos ejemplos aplica para los distintos tipos de relación, que va desde una amistad entre hombres y mujeres, entre varones y entre las mismas féminas, además del noviazgo, la unión libre y el propio matrimonio, esto sin descartar los incidentes que también se suscitan en el entorno laboral entre trabajadores del mismo rango o de jefes a subordinados.
Lamentablemente, en muchas ocasiones, quienes padecen cualquier clase de violencia de la antes citada no siempre están conscientes de que algunas expresiones que ven como normales representan realmente una agresión y que, por lo tanto, no están obligados a soportar, de ahí que se resignan a sufrir constantemente esos episodios que transgreden sus derechos humanos y lesionan su dignidad, por lo que dejan pasar lo que les ocurre cuando podrían inconformarse y ponerle fin a esa cadena de violencia que puede romperse en el momento en que ellos mismos lo decidan, con una actitud de determinación y la firme decisión de no ser más víctima de abusos de ese tipo.
Sin embargo, a nivel de la familia, también podemos corroborar que este fenómeno se genera, sólo que en ocasiones se produce de una manera más sutil, casi imperceptible, al grado de que pasa casi inadvertido por los propios cónyuges y los hijos. Se trata de esa violencia que no siempre es considerada como tal porque se trata de actitudes como el hecho de aplicar la famosa "ley del hielo", que no es otra cosa que ignorar a alguien, dejar de hablarle o hacer de cuenta que no existe, una situación que lastima profundamente a quien la padece, desde alguno de los esposos, o hasta hacia los hijos o entre los mismos hermanos.
Tal como se incluye en el "violentómetro", las bromas hirientes y los chantajes se ubican en el nivel 1; en nivel 2 aparecen las mentiras y los engaños; la "ley del hielo se posiciona en el nivel 3; celar, culpabilizar y descalificar abarcan los niveles 4, 5 y 6, respctivamente; ridiculizar y ofender se incluyen en el nivel 7; humillar en público, en el nivel 8; intimidar y amenazar, en el nivel 9; en los niveles 10 y 11 se coloca la acción de controlar y prohibir (amistades, familiares, dinero, lugares, celular, vestimenta, apariencia, actividades y correos electrónicos).
Destruir artículos personales encuadra los niveles 12 y 13; manosear, las caricias agresivas y golpear jugando comprende los niveles 14, 15 y 16, respectivamente; pellizcar y arañar, el nivel 17; empujar y jalonear, el 18; cachetear y patear, 19 y 20; encerrar y aislar, el 21; amenazar con objetos o armas, 22 y 23; amenazar de muerte, el 24; forzar a una relación sexual, el 25; el abuso sexual y violar, 26 y 27; mutilar, el 28; por último, el acto de asesinar abarca los niveles finales del "violentómetro, el 20 y el 30.
Sin duda, todo este amplio catálogo nos pone a reflexionar seriamente en cada actitud que asumimos con nuestros semejantes, con quienes forman parte de nuestro círculo familiar, de amistades y laboral, sobre si no estamos incurriendo en alguna de estas expresiones de violencia que tanto daño nos causan como sociedad.