
Yo no me llamo Javier
Es probable que quien lee esto haya escuchado alguna vez en su vida el éxito ochentero de la banda madrileña Los Toreros Muertos, titulado igual que el nombre otorgado a esta columna.
La letra de "Yo no me llamo Javier", lanzada como sencillo en 1986, relata la historia de un sujeto que, contra todos los argumentos (que él explícitamente reconoce) rechaza la paternidad de un niño presentado ante él por una mujer con la que vivió un intenso amorío.
A lo largo de la trama, Javier identifica -y rechaza- los argumentos de una dama que busca reunir a padre e hijo, tras una relación que pasó de ser una noche ocasional en un hotel de playa, a la relevante presentación de padres de la novia - prometido.
La debilidad del argumento del implicado es tal que llega a lo ridículo, pues en la desesperación de su irresponsabilidad, niega su nombre y hasta se declara impotente sexual, todo con el fin de no aceptar a su hijo.
Esa historia, trasladada a lo político, encaja que ni mandada hacer con lo expuesto en los últimos días en Durango, donde la corrupción se asomó de forma evidente en la Secretaría de Desarrollo Social.
El delegado, Javier Hernández Flores, cayó en una serie de contradicciones luego de que Roberto Hernández Bruciaga, viejo colaborador y compañero suyo (trabajaban juntos en diferentes áreas, de forma intermitente, desde 2004) expusiera presuntos actos de corrupción, reflejados en un espacio de unos 300 metros cuadrados repleto de bienes destinados a programas sociales.
El martes, el que esto escribe difundió la entrevista en la cual su ex responsable del programa de Empleo Temporal y Empleo Temporal Inmediato, relataba como por más de un año fue acumulando bienes públicos con el fin de usarlos en una eventual campaña política, pues Javier pretendía volverse candidato a la presidencia municipal de Durango.
El Siglo de Durango comenzó a circular temprano, desde las 5:00 de la madrugada. Y no fue sino hasta unas 7 horas después, ya cerca del mediodía, que decidió fijar postura.
Y tal como hizo Javier, el de la canción de Los Toreros Muertos, mostró una serie de inconsistencias en sus argumentos.
De entrada, dijo desconocer la existencia de una Bodega con los bienes señalados por Roberto Hernández. Más tarde, se exhibieron mensajes en los que él mismo preguntaba por el inmueble y "las cosas". Argumento roto.
Señaló, además, que no conoce a ninguna de las personas que -en vehículos rotulados con emblemas de la Secretaría de Desarrollo Social- fueron hasta la misma bodega a extraer algo de mercancía. Sin embargo, la mayoría de sus compañeros los identificó como empleados del programa PROSPERA, dependiente también de Sedesol. Incluso comparten aparición en varias fotografías, en las que los captados en cámara se confirman como funcionarios. Argumento también roto.
Javier negó, además, cualquier posibilidad de desvío de recursos públicos. Y aunque eso aun no se comprueba jurídica, administrativa o judicialmente, un mensaje de texto más sugirió que es una práctica "normal": ofreció, a través de una operadora, pagar la renta del inmueble (del que en entrevista se deslindó) con recursos públicos, además de ofrecer a Roberto Hernández mantenerse un par de meses más en Sedesol sin necesidad de que asistiera a trabajar.
El señalamiento del exfuncionario que acusó, fue siempre contra Javier Hernández Flores. Hay que reconocer, cuando menos, que no negó su nombre, como pasó en la canción.
Cabe señalar que a mitad de escándalo y tras su renuncia, fueron varias las expresiones de agrado, odio y hasta triunfalismo, de excolaboradores suyos, que se congratularon por su salida, desde coordinadores de área hasta asistentes personales.
A simple vista, parece existir evidencia suficiente como para lanzar varias líneas de investigación que, invariablemente parecen terminar en un concepto: corrupción.
Por lo pronto, pocos confían en su regreso a la delegación, aun cuando la separación fue "temporal". La mayoría, creen que, en este caso, "temporal" significa "para siempre".
Twitter: @luizork