
El escándalo de los delfines
Cada día existe una mayor conciencia social sobre el papel que tienen los animales, ya contamos con diversas leyes que prohíben y sancionan su maltrato, a la vez que hay una tendencia a considerarlos como sujetos de derechos y no objetos de nuestra diversión o entretenimiento. Y en esta evolución, han estado presentes muchos debates: corridas de toros, peleas de gallos, de perros o incluso, la pertinencia de los circos o de los zoológicos.
En esta narrativa, la semana pasada los Diputados Federales discutieron una reforma para prohibir los espectáculos de mamíferos acuáticos, entre ellos los delfines, ballenas, focas, lobos marinos, manatíes, morsas y nutrias. Sin embargo, la atención fue puesta en los delfines, ya que se caracterizan por contar con una gran inteligencia, hasta el punto de considerarse como personas no humanas, además de que son vitales para la conservación de la cadena alimenticia.
Los delfines han sido explotados bajo la excusa de su alta capacidad de adaptación, siendo básicamente utilizados para espectáculos con fines de lucro y en menor medida, para la asistencia en terapias de personas con autismo, síndrome de Down y algunos trastornos de conducta. A pesar de que no hay estudios concluyentes que demuestren la eficacia de la delfinoterapia, hay quienes siguen creyendo que las ondas ultrasónicas tienen efectos curativos, sin embargo, lo que sí es un hecho, es que es un gran negocio, ya que una terapia de 15 minutos cuesta en promedio 800 pesos.
En el caso de los espectáculos, la situación es mucho más grave, ya que, la excusa del cautiverio es la diversión de las personas. Los delfines modifican su comportamiento y sufren de instalaciones deficientes, ya que en su medio natural acostumbran a nadar 100 kilómetros en promedio por día y pasan un 80% de su tiempo bajo el agua, todo lo contrario cuando en cautiverio, pasan la mayor parte de su tiempo flotando, inmóviles y pidiendo comida.
Nuestro país tiene el tercer lugar mundial en diversidad de mamíferos, al mismo tiempo que tiene la industria de cautiverio de delfines más grande de Latinoamérica, con 270 ejemplares, de los cuales, el 70% está en Quinta Roo. Los delfines son un gran negocio, un espécimen puede llegar a generar hasta 30 mil pesos por día, son 2.2 millones de visitantes anuales a los delfinarios mexicanos y es una industria con cerca de 15 mil empleos; por lo que existen muchos intereses económicos.
Desde hace 15 años está prohibida la captura de los delfines en vida silvestre, sin embargo, los delfinarios han sabido utilizar la reproducción en cautiverio para garantizar el futuro de su actividad lucrativa. En mi opinión, bajo ningún concepto es aceptable que una persona se divierta a costa del sufrimiento animal, de ahí la importancia de que se llegue aprobar este dictamen y sigamos los ejemplos de Costa Rica, Hungría, China o la India.
La propuesta que hizo el Partido Verde fue que esta fuera la última generación en cautiverio para ser utilizada en espectáculos y cualquier otra actividad que no fuera la investigación científica y educación superior, esto para reducir en su máximo la afectación económica, a la vez que los actuales mamíferos acuáticos ya no estarían en condiciones de regresar a su ambiente natural.
Más allá de la importancia de este intento de reforma, lo que transcendió fue el proceso de su discusión y los intentos de la industria por impedir su aprobación, concluyendo en un hecho con muy pocos precedentes, que los Diputados de izquierda y del PAN abandonaron el pleno, rompiendo el quórum necesario, y poniendo de manifiesto que aún faltan muchos consensos para que esta reforma sea una realidad. A dos semanas de concluir el periodo de sesiones, se suma otro pendiente legislativo.
Twitter: @omarortegasoria