Guerra de guerrillas al interior del PRI

En las últimas horas, los medios de comunicación que se editan en la ciudad de Durango han destinado bastante espacio para evidenciar la grotesca guerra de guerrillas que viven los priistas duranguenses de cara a la renovación de su dirigencia estatal.

Y es que, a casi seis meses de haber iniciado una nueva era política en la que el PRI por primera vez está lejos de las estructuras de poder en todo el estado, prácticamente todos los grupos siguen con la mirada al suelo, buscando pelearse por lo poco que queda.

Se descalifican unos a otros en entrevistas, se llaman traidores, se defienden, arañan y patalean. Le meten también a las legiones de troles para que se encarguen de estar desgastando entre sí para tratar de que eso influya en la decisión final.

Lo único cierto es que han transcurrido ocho meses desde la histórica derrota del 5 de junio de 2016 y, hasta el momento, siguen sin entender su papel ante esta nueva realidad que les toca protagonizar: como oposición ante un gobierno de alternancia política.

La elección del nuevo líder estatal ha tenido altibajos en el ánimo de los grupos participantes, sin embargo, es evidente que conforme avanza el mes de febrero se acerca el calendario de la renovación del Comité Directivo Estatal, y quizá por ello se activa el avispero.

El posible coqueteo o abandono de un ala de operadores logísticos y electorales priistas que se están empezando a incorporarse al partido Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), es uno de los efectos causados por esta orfandad política. Pero no el único.

El respeto a los ex gobernadores se ha perdido por completo. Atrás quedó el ceremonioso trato de generales que recibían en actos del partido o en cualquier posible aparición de estos en público.

Hoy es tiempo de libertinaje donde los actores políticos no tienen rienda ni jefe moral de peso, por eso cada uno hace lo que quiere, unos en el Congreso persiguiendo solamente sus anhelos y ambiciones personales, otros en el Cabildo y los Ayuntamientos desentendidos del que debería ser su nuevo rol.

Las delegaciones del gobierno federal siguen avanzando sin rumbo, casi administrando sus últimas quincenas hasta que termine la beca en 2018. Y la gente que antes se decía fiel a una causa o a otra, hoy evidenciando su total pragmatismo a conveniencia.

Es una era donde el priista ha perdido sus propias reglas de convivencia interna. Donde queda claro que jamás se prepararon para estar en la banca, derrotados, desempleados, sin dinero e incluso con posibilidades de sufrir algún tipo de persecución.

Jorge Mojica Vargas y Héctor Vela Valenzuela se mantienen en esta recta final con mayores posibilidades. Pero, conforme entró febrero se volvieron a asomar todos, como Arturo Yáñez, Enrique Benítez, Gustavo Lugo, Rosauro Meza y Óscar García Barrón.

Todos dicen que quieren dirigir al PRI en Durango, pero prácticamente ninguno dice con claridad para qué, porque es claro que algunos quieren hacer lo que siempre se ha hecho desde el Comité Directivo Estatal: construir su proyecto personal de corto plazo.

La reflexión del priismo debería ser profunda y entender que mientras más se tarden en asimilar las nuevas reglas de participación, más difícil será que cicatricen heridas y empiecen a construir las bases de su posible resurgimiento como partido en el estado.

Claro, el pesimismo al ver el pobre papel del Presidente Enrique Peña Nieto no les genera ningún panorama de mejora rumbo al próximo proceso electoral, que será federal y local en Durango.

Sin embargo, en algún momento deberán tocar fondo, creo yo. Y ese día se tendrán que dar cuenta de la derrota del 5 de junio, y sabrán identificar las fallas para superarlas por encima de filias o fobias, de frustraciones y cobardías como las que muchos ofrecen de frente y por la espalda.

Envíame tus comentarios a [email protected].