
Para qué darle a nuestras calles nombres de políticos
Como si en la agenda de la ciudad no hubiera temas más importantes, el Cabildo de la capital del estado sigue defendiendo con enjundia el que la Avenida Estación Central lleve ahora el nombre "Manuel Gómez Morín", en honor del fundador del Partido Acción Nacional y rector de la Universidad Nacional de México -no la UNAM- ciertamente un mexicano ejemplar, pero muy poco relacionado con la ciudad de Durango.
Llama la atención el acendrado interés del Ayuntamiento local por imponer el nombre de uno de los ideólogos panistas a una avenida que de manera natural se quedó con la nominación de la estación ferrocarrilera ahí construida el siglo antepasado; es decir, hay historia detrás de esta Avenida "Estación Central".
Sin afán de minimizar esta propuesta, no debe dejarse de lado la historia misma de esta capital y menos la experiencia de esta clase de propuestas en años recientes. Hace por lo menos veinte años se le cambió el nombre a ciertas calles, como Avenida Libertad, a la calle Fresno, a la de Pateros, por nombres de políticos, como Lázaro Cárdenas, Salvador Nava y Alberto Terrones Benítez, en ese orden.
El resultado de tan pomposas decisiones es, nada menos, que una gran mayoría se acostumbró a llamarles como antes y pocos las identifican por la nueva nomenclatura, aun cuando están bien señaladas. Es decir, se impuso la tradición y las costumbres de muchas generaciones.
Ahora, estamos ante la posibilidad de que ocurra lo mismo, porque si la sociedad no adopta nombres que correspondieron a personajes ampliamente conocidos en Durango, menos ahora con el de "Manuel Gómez Morín". Ni deberían afanarse tanto en imponerlo.
En todo caso, la ciudadanía vería con mejores ojos si el Cabildo local se ocupa de recuperar la historia perdida de nuestras calles; por ejemplo, completarles el nombre a algunas. No todos saben cómo se llamaba originalmente la calle "Porras", como tampoco el nombre completo de "Pereyra", "Negrete", entre otras. Ni siquiera se tiene memoria de quiénes fueron estos personajes.
En el caso de Manuel Gómez Morín, hombre brillante, sin duda, más bien parece que se trata de cumplir cierto capricho, porque no hay vínculo justificable de este político panista con Durango. La opción podría reconsiderarse para un espacio nuevo en alguna otra zona de la ciudad, aun cuando sería todavía más emblemático si así se le denominara a un nicho panista. Inclusive, con toda seriedad debe analizarse la entrada en vigor de una ley, como en otros países, de otorgar nombres de figuras verdaderamente notables del presente, como activistas, artistas, profesionales destacados, a espacios públicos.
En tiempos de alternancia como los que vivimos, es muy probable que ahora se intente llamar diferente a calles, plazas, bibliotecas y más para dignificarlos, porque ya no tiene caso perpetuar la memoria de quienes no honraron su cargo.
No faltan los casos en que alguien tuvo la ocurrencia de llamarlos como algún gobernador en turno o líder sindical, para quedar bien, pero si ahora andan a salto de mata, ya no se les debe recordar de esa forma, ni de ninguna otra, a no ser para que rindan cuentas. En fin, hay bibliografía suficiente en Durango como para que los miembros del Cabildo intenten hacer algo mejor por nuestras calles; ojalá así lo consideren.
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