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Embarazos de menores, una preocupación

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Embarazos de menores, una preocupación

Embarazos de menores, una preocupación

IGNACIO ESPINOZA GODOY

La sola idea de que una adolescente se embarace nos lleva a reflexionar que es un escenario que no quisiéramos vivir en el hogar por lo que, más que preocuparnos, debemos ocuparnos para que eso no ocurra, lo que sólo se puede prevenir a través de la comunicación constante y la promoción de esos valores morales que, aunados a una educación sexual oportuna y adecuada, pueden ayudarnos a los padres de familia a guiar a las hijas y los hijos por el camino de su desarrollo armónico en el que la maternidad y la paternidad tendrán su momento, pero sin apresurarlo ni que sea producto de un descuido.

Cuando observamos en la calle a menores de edad embarazadas que no superan los 15 años de edad, inmediatamente pensamos qué a va a pasar con la vida de esas adolescentes si, muchas veces, ni siquiera han terminado la secundaria o apenas cursan la preparatoria, y si a eso le agregamos que no cuentan con el apoyo de sus padres para hacerle frente a esa complicada situación, el panorama se torna más delicado si se considera que esas jovencitas viven en una familia de escasos recursos económicos, lo que en ocasiones las obliga a trabajar para solventar sus necesidades básicas y las del nuevo ser que viene en camino.

En este escenario no se pueden hacer distinciones de clases sociales ni de posición económica, ya que lo mismo se pueden encontrar casos de adolescentes cuyos padres padecen muchas carencias de recursos financieros, que de menores cuyos progenitores tienen una amplia solvencia económica, pues un error de esa naturaleza lo puede cometer una jovencita sin importar el hogar de donde provenga en lo que respecta a su estrato social, ya que en ocasiones se estigmatiza a las chicas cuyas familias son de origen humilde.

De esta manera, es lamentable que todavía a estas alturas del siglo XXI haya en la sociedad quienes tengan la mentalidad enfocada con cierta discriminación hacia las familias donde se pueden observar muchas carencias económicas, con lo que señalan que las adolescentes que se desarrollan en ese ambiente son las más susceptibles de embarazarse a una edad más temprana. Sin embargo, ese juicio de apreciación es del todo impreciso, ya que se ha comprobado que ese no es un factor que predisponga a un mayor número de casos en ese aspecto, por lo que sólo evidencia una fuerte carga de discriminación hacia ese estrato social.

La pregunta que a muchos nos da vueltas en la cabeza es qué podemos y debemos hacer para minimizar la posibilidad de que alguna jovencita que tengamos en casa se vaya a embarazar a una edad en la que no estará preparada en muchos aspectos para asumir la maternidad, por la serie de responsabilidades que representa este estado físico que, sobre todo, se debe planear a una mayoría de edad, una vez que se ha alcanzado un grado de madurez física y mental y un cierto nivel de estabilidad emocional y económico para afrontarlo con todo lo que implica.

Por supuesto que nadie puede garantizar que, a pesar de haberles dado a las hijas esas enseñanzas y lecciones, no corren el riesgo de cometer un error que podría derivar en un embarazo no deseado y no planeado por ninguno de los involucrados; sin embargo, sí minimiza y reduce esa posibilidad, de ahí que mientras más cerca estemos los padres de ellas, en tanto que la comunicación y la relación sean constantes y estrechas, menor será el peligro al que se verán expuestas nuestras mujercitas que han despertado a su sexualidad, así que no debemos descuidar esa cercanía que, además, necesitan para sentirse más seguras y protegidas.

Recordemos que difícilmente las adolescentes buscarán tener un encuentro sexual sólo con el objetivo de embarazarse, ya que cuentan con la suficiente información para saber que las consecuencias de una decisión de esta naturaleza no las desea ninguno de los involucrados, pues la responsabilidad de traer a este mundo a un nuevo ser es una carga demasiado pesada para llevarla sobre los hombros a tan temprana edad, sobre todo si por delante hay muchos planes sobre el desarrollo personal y profesional y los cuales se comparten con los padres.

La mejor forma de proteger a las hijas de un riesgo de esa magnitud es ofrecerles todo el amor, la atención y el cariño que necesitan en la adolescencia, aunado a la información que requieren sobre el ejercicio de una sexualidad responsable, para que siempre mantengan los ojos abiertos cuando se vean en peligro de cometer un error al dejarse llevar por el momento en una relación de noviazgo sin la debida protección anticonceptiva.

Los padres no podemos vigilar a los hijos o las hijas durante las 24 horas del día, pero lo que sí podemos hacer es inculcarles esos valores y principios morales que les servirán de protección para tomar las mejores decisiones cuando se trate de ejercer su sexualidad libremente, con la convicción de que cada paso que den tendrá sus consecuencias; no obstante, sólo a ellos les corresponderá reflexionar en torno a la responsabilidad de sus acciones.

Escrito en: Padres e hijos que,, padres, adolescentes, pueden

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