Dos cuentos breves
La mancha
La puerta estaba entreabierta ? o entrecerrada- solamente la sombra en el pasillo sabía la verdad. La flama de la vela iluminaba la pátina del muro, en tanto, el insecto huía, camuflándose a ratos en las manchas fétidas de la pared.
Su instinto le hacía sentir el frío de una mirada que se calvaba en los ágiles movimientos de sus patas.
Solo quería danzar, pensaba.
Repentinamente un asombra violenta se anticipó a su fuga? dejando en el muro una nueva mancha, angustiada y fétida.
Un partidito
Era temprano, los tonos violetas de la tarde, aún machacaban los aleros del pueblo.
Al final de la calleja resonaba la tambora de un trío que recorría las aceras tocando música del sur, mientras un pequeño, de rostro oscuro, extendía una vasija despostillada hacia los transeúntes que deambulaban conversando cosas recién pasadas.
En un campo terroso, aprovechando los últimos rayos del sol, media docena de chiquillos jugaban al fútbol, de lejos, llamaba la atención los botes caprichosos del esférico.
En una frenética descolgada el más delgado de los pequeños, dejó atrás a los defensivos del equipo contrario y con la bola pegada a sus descalzos piececillos, elegantemente traspuso la imaginaria línea de la portería. El improvisado balón no pudo contener su emoción y de su boca desdentada surgió un grito victorioso GOOOOOOOOOL...