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El canto de una piedra

Everardo Antonio Torres Glez.


El canto de una piedra se derrama

en la luna incipiente del otoño.

Ay de mis hojas negras,

ay de mi lluvia triste.

Nacido en el beso de las aguas

con el filo de los acantilados...

se llena de la brisa,

se viste con las lágrimas.

En la sombra sutil de los aleros

es silueta de espejo que refleja

el perfil de los senos amorosos

en el viejo dintel de la ventana.

Se anuda en el recuerdo,

ocaso que cintila

en las negras pupilas de otro tiempo,

en las gotas nocturnas de la rosa.

Ay de mi rosa triste,

de mi aurora que sangra su partida.

Resuena a contravoz en los guijarros

cuando el agua acaricia su locura

y penetra el oído,

la penumbra, la pátina, la hierba...

Ay, de mis notas tristes,

de mis sueños bogando en una barca.

El canto de una piedra sabe a llanto,

a salitre en el alma de la herida,

a soledad de noche aletargada,

a sonrisa fugaz que se refleja

en el agua que corre

persiguiendo la sombra de un velero

en los mares de un viejo calendario

Escrito en: canto, piedra, sombra, viejo

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