El mundo está viviendo un episodio inimaginable en su historia, que seguramente va a cambiar el estilo de vida de miles de millones de personas. Una pandemia, una crisis económica global, un marcado cambio climático y poca certeza de lo que nos espera.
La Organización Mundial de la Salud ya lo había advertido desde que inició el brote del Covid-19 en China: el mundo va a cambiar. Y pocos lo creímos. Los analistas financieros entendieron que, si un virus obligó a los chinos a aislarse del mundo, fue porque la situación era más grave de lo que se pensaba.
El Coronavirus llegó a Europa y a Estados Unidos, donde no se siguieron estrictamente las recomendaciones que previamente les habían hecho y los muertos comenzaron a multiplicarse. Los hospitales comenzaron a saturarse, el personal médico empezó a enfermar y las economías colapsaron.
Las imágenes de Italia, España y Nueva York nos empezaron a dar una idea de lo que se estaba viviendo. Dejó de creerse en 'un invento chino' para darse cuenta de que la pandemia era real. Se hicieron virales los videos de Ecuador y sus muertos en la calles y el horror invadió hasta a los más escépticos.
Luego vinieron las historias de los vecinos y conocidos, los casos de médicos contagiados en hospitales y de adultos mayores que perdían la vida por la enfermedad. Las medidas comenzaron a endurecerse y aun así hubo quienes siguieron creyendo que era mentira. 'Que a ellos no les podía pasar nada' o que preferían 'morir enfermos a morir de hambre'. Un desafío arriesgado -tomado conscientemente- en el que cada quien tendrá que asumir su responsabilidad.
Pero dentro de todo, están ellos, los más pequeños que no logran dimensionar lo que estamos viviendo. Niños que hace un par de meses estaban en la escuela y hoy tienen que tomar clases virtuales para no perder el ciclo.
Hijos, sobrinos o nietos a quienes no les permiten salir de su casa. Que escuchan las razones, pero que -dentro de su inocencia- siguen sin poder comprender del todo las repercusiones que la pandemia tendrá a futuro en sus vidas.
¿Qué les diremos a nuestros niños cuando esto pase? De alguna forma habrá que decirles el por qué papá y mamá perdieron su trabajo o su empresa. Tratar de explicarles que este virus llegó para quedarse y que nos obligará a cambiar hábitos de salubridad y sociales para siempre.
Tal vez eso será lo más sencillo. De alguna forma lo haremos y tarde o temprano lo van a entender. Lo interesante es explicarles hoy por qué los vecinos o amigos de papá y mamá no siguen las recomendaciones que ellos sí, como la de quedarse en casa.
¿'Por qué ellos sí pueden salir y nosotros no'?, ¿'por qué no se quedan en su casa si saben que se pueden enfermar'?, ¿por qué ellos no llevan cubrebocas en la calle a pesar de que es una herramienta que puede servir para no contagiarse? Y eso, es más difícil de explicar.
¿Qué les vamos a contar a nuestros hijos tras la pandemia? Pues seguramente la historia será contada 'cómo nos vaya en la Feria'. Habrá quienes puedan platicar que a pesar de seguir las instrucciones del Gobierno perdieron a un amigo o familiar, y habrá otros que presumirán que sin haberlas seguido están más sanos que nunca.
Ojalá que la historia nos permitiera contar este capítulo en la historia como una mala anécdota y nada más, pero eso no lo vamos a saber hasta después de varios años, según los pronósticos de los especialistas. Lo que es un hecho es que el Coronavirus llegó para quedarse y que el mundo no volverá a ser igual... ¿o usted qué opina?
Twitter: @jperezarellano
