
Revisión de mochilas, en casa
A raíz de los incidentes trágicos que sucedieron en la ciudad de Torreón, Coahuila, en los que un menor de edad le quitó la vida a una maestra para posteriormente suicidarse, se generó una especie de psicosis colectiva que derivó en la inquietud de aplicar una revisión exhaustiva de las mochilas de niños en las escuelas de primaria y secundaria; sin embargo, quizás la mejor inspección de esos artículos se podría realizar en el hogar ya que a los padres de familia nos corresponde enterarnos en torno a lo que nuestros hijos llevan a sus centros educativos y que debe ser exclusivamente aquello que les sirva para el proceso enseñanza-aprendizaje.
Los progenitores debemos asumir la responsabilidad que nos atañe en ese aspecto, pues nadie mejor que nosotros para cerciorarnos de que nuestros vástagos sólo llevan en sus mochilas aquellos útiles escolares que usan durante su jornada educativa, por lo que en caso de que detectemos que portan objetos peligrosos que no se relacionan con la escuela, lo mejor es platicar con ellos sobre el empleo que pretenden darles a esos artículos que pueden poner en riesgo la integridad física de ellos y sus compañeros de clases.
De otra manera, por ejemplo, no podemos permitir que lleven en su mochila objetos como un cutter, ni mucho menos medicamentos controlados como pastillas que no son para su uso personal, ya que estaríamos en presencia de un potencial problema si esos fármacos son ingeridos sin la debida prescripción médica, y más si se busca tomarlos con el ánimo de iniciar un juego o un reto de esas dinámicas absurdas en las que infantes y adolescentes se involucran para supuestamente demostrar que son superiores o más valientes que sus compañeros, de ahí que más vale prevenir un incidente de esa naturaleza que podría acarrear consecuencias que podrían poner en peligro su vida.
En este momento, me viene a la mente un episodio que me tocó presenciar y que, por cierto, ya había comentado en alguna ocasión en esta columna hace varios años, en el que observé dentro de una escuela primaria cómo un pequeño de alrededor de 11 o 12 años amagaba con una navaja en el cuello a otro menor de aproximadamente 10 años, lo cual quizá sí pudo haber ocurrido de no haberlo descubierto yo en ese instante, por lo que de inmediato intervine quitándole el objeto punzocortante al niño mayor y lo conduje inmediatamente a la Dirección, donde le notifiqué a la titular los detalles del lamentable incidente.
Al respecto, la Directora me comentó que de inmediato tomaría cartas en el asunto avisándoles a los padres del menor agresor para que estuvieran enterados sobre la conducta de su hijo para, de ser necesario, canalizarlo ante las autoridades correspondientes para que recibiera la correspondiente terapia psicológica, en virtud de que, obviamente, se hacía necesario que se adoptaran medidas urgentes para ayudar al niño que, aparentemente, pretendía lastimar a otro más pequeño sin motivo justificado, y menos con un arma blanca que pudo haber causado un daño grave en la salud de su potencial víctima.
Todavía hasta la fecha me sigo preguntando qué buscaba hacer el niño mayor con esa navaja en el cuello del otro pequeño, si sólo se trataba de asustarlo o sin verdad pretendía causarle daño. Sin embargo, habría que intervenir para evitar consecuencias graves en la integridad física del infante amenazado.
Aquí lo importante, amable lector(a), es que los padres de familia debemos estar más al pendiente de la conducta de nuestros hijos e hijas, ya que es notorio cuando una o uno de ellos actúa con violencia en contra de sus amigos o compañeros de la escuela o de sus mismos hermanos o hermanas, por lo que en ese momento debemos hacer un alto en el camino para platicar con ellos y conocer el motivo de su actitud agresiva, pues podrían estar pasando por una crisis emocional que habría que atender a la brevedad posible.
Dentro de este mismo contexto, los progenitores y tutores debemos revisar constantemente el contenido de sus mochilas, pero dentro del hogar, sin necesidad de que las autoridades escolares o educativas tengan que aplicar un programa como el denominado Operación Mochila o Mochila Segura que, si bien podrían ser de mucha utilidad, lo ideal, lo más adecuado es que desde casa inspeccionemos sus mochilas para constatar que sólo portan sus útiles escolares, libre de artículos u objetos que podrían poner en riesgo su integridad física y la de sus compañeros de clases, maestros y directivos.
Recordemos: la responsabilidad en ese aspecto siempre será nuestra, no de los maestros ni de los directivos escolares, de ahí que debemos asumirla con seriedad, por todo lo que representa la tranquilidad de saber que nuestros hijos no llevarán en su mochila algún objeto prohibido con el que podrían lastimar en la escuela a quienes les rodean.