Mirador
DEBO ESTAR LOCO
Pasado ya el sobresalto del coronavirus se están volviendo a abrir los caminos que antes de la pandemia recorría este juglar.
La última semana peroré en Tampico, Guadalajara y Puerto Vallarta, y terminé la jornada con sendas pláticas el domingo: por la mañana una, en Monclova; por la tarde otra, en Saltillo, mi ciudad.
A mis años debería estar yo en un sillón, con una cobijita en las rodillas, bebiendo a sorbos lentos una tacita de té de manzanilla o yerbanís. Pero el camino me llama todavía, y a pesar de los ruegos de mi esposa, mis hijos y mis nietos, y de los afectuosos consejos de mis buenos amigos, no puedo desoír su voz.
Y es que del camino traigo recuerdos hermosísimos que me acompañarán el resto de mi vida. Bien sé que pronto habré de estar -si bien me va- en un sillón, con una cobijita en las rodillas, bebiendo a sorbos lentos una tacita de té de manzanilla o yerbanís. Pero entonces podré decirme a mí mismo con amorosa nostalgia tibia y suave:
-¿Te acuerdas?
¡Hasta mañana!...