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LETRAS DURANGUEÑAS

El sabino

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JUAN EMIGDIO PÉREZ

Mi edad la estiman alrededor de ciento veinte años. Durante ese tiempo he tenido la oportunidad de haber sido testigo al conocer distintas formas de vida, por los diversos usos que me han dado. He sido mansión de familias acaudaladas; Centro de reuniones sociales de la Colonia Alemana; Centro educativo para hijos de familias ricas, bueno, con decirte hasta convento de madres. Pero lo que no me esperaba, fue que me convirtieran en velatorio de difuntos, con sus rezos y llantos se hubieran llenado pilas de agua bendita. Ahora soy feliz. Soy el Centro de Cultura y las Artes. Pero escucha -me secretea una débil voz- lo que te diga, es solo porque tú me has caído bien. Hace unos días, volví a ser velatorio. Fue el 16 de marzo del 2017. Ese día se convocó a la comunidad cultural para rendirle homenaje de cuerpo presente a la pintora Irene Arias, recién fallecida, persona muy estimada en el medio cultural y artístico de nuestra ciudad y con reconocimiento a nivel nacional.

El sol estaba en su trono, el cénit, y esplendoroso contempla el arribo de artistas que vienen a despedir a una amiga cercana. La capilla funeraria se instaló en la sala del Museo de mi lado derecho que tiene vista a la entrada principal. En silencio se van ocupando las sillas. El féretro de color gris está custodiado por frescas flores que inundan con su aroma el recinto. Una veladora blanca inquieta flamea iluminando la mejilla derecha de la escultura de su cabeza, en tamaño natural, que se colocó en la base del ataúd. En una fotografía de tamaño mediano se aprecia a la artista en la plenitud de su vida. Así la ven familiares y amigos, y así la recordaran. Es la 1:17 cuando se escucha la voz del maestro de ceremonias y comunica el motivo de la reunión. Hacen uso de la palabra artistas muy allegados a su quehacer plástico. Entre uno y otro se deja escuchar la discreta y nostálgica música de violín, que dedos ágiles y diestros lo excitan a obsequiar los sonidos más placenteros. Se leen fragmentos de textos alusivos a la obra pictórica, que en su momento le entregaron los poetas Dionisio Morales, Evodio Escalante y José Ángel Leyva. Como fieles testigos de su trabajo pictórico, junto a ella están sus pinturas Polvo eres, (mixta, 2000) donde resaltan los rojos y café junto a una cruz y un pez; Ya basta, (acrílico 1999) en color rosa con dos sombras de cráneos; El tiempo (2000) en el que se aprecian nueve cráneos. Junto a estos cuadros hay otros en distintas salas, son la muestra de pintoras en el marco de la celebración del Día Internacional de la Mujer, entre ellas "Añoranza" (Oleo 2017) de su alumna Gloria Rincón, realizado especialmente para estar presente en el homenaje a Irene Arias.

Son contados los visitantes que aún permanecen comentando en voz baja las pinturas. Este silencio y soledad la aprovechas para recorrer parte del edificio donde muchas ocasiones por cuestiones de trabajo lo recorriste en cada una de sus partes. Cuando fue el centro funerario llamado El Sabino te tocó velar a tu madre, como tantos otros igual que tu tendrán esos recuerdos de tristeza. Te dirijes a la parte trasera del edificio, donde estaba la sala de preparación de los cadáveres. Está cerrada la puerta. Te preguntas lo que pudiera contar ese recinto sobre lo sucedido en las planchas de cemento donde descansaba la rigidez de los cadáveres. Te quedas en silencio, la imaginación y algo de realidad te ayudan a percibir esa voz que solo tú escuchas y resuenan en tu cerebro. Afinas el oído y entre mensajes entrecortados como ondas de radio que se van y regresan, el caserón te empieza a contar la historia de su vida.

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