'Hay quienes dejaron hijos pequeños y sueños por cumplir'
A finales de 2018, Angélica Cisneros se disponía a disfrutar de su tiempo libre, después de 30 años de servicio y recién jubilada de su trabajo, cuando se enfrentó a una situación inesperada que nadie desearía tener que vivir.
Era muy puntual con sus revisiones, por lo que cada año acudía al médico para hacerse sus estudios de rutina, y no había antecedentes de cáncer en su familia, pero en un momento todo cambió.
“De un año a otro me cambió la vida, me dijeron que tenían que hacer una biopsia y efectivamente salió que era cáncer. Yo creo que me dejaron pasar mi Navidad y mi Año Nuevo tranquila y en enero comienzo todo el proceso. Me dijeron que necesitaban hacerme una mastectomía radical”.
Acudió con varios médicos con la esperanza de que alguien le dijera que se podía quitar únicamente una parte del pecho, pero el diagnóstico era el mismo por lo que se sometió a la extirpación de la mama y los ganglios linfáticos.
“Fueron 16 quimios las que yo tuve que vivir, la verdad muy difíciles. Esas quimios me bajaron las defensas y por eso no quería cicatrizar mi herida. Entonces tuve un proceso de infección, por lo que tardé tres meses en que me cicatrizara una herida, que se supone que era para un mes”.
“Gracias a Dios superé esa parte de las quimios, pero hicieron lo suyo en mi cuerpo. Aparte de que me tumbaron mi cabello, bajaban mis defensas con un malestar general que no fue nada fácil”.
Y nadie está exento de pasar por algo así, por lo que es tan importante la revisión oportuna.
“En el 2017 yo había salido muy bien, todo estaba perfecto y yo pensé la verdad que era un chequeo de rutina, pero en el 2018, que me hice los estudios y que me dicen que es cáncer yo decía: en qué momento sucedió si yo estaba con mi revisiones puntuales. Pero sucedió, la verdad lo veía tan lejano. Yo veía una que otra persona que sabía que había pasado por el cáncer de mama, pero cuando te adentras en esto, te das cuenta que somos muchísimas mujeres las que han pasado o están pasando o las que perdieron la vida por este proceso”.
¿Qué fue lo más difícil de tu proceso?
Mucha gente me dice: lo pláticas tan tranquila, pero en ocasiones tratas como de irlo aligerando, de irlo dejando atrás. Yo creo que en la parte médica fueron las quimios porque bajaban mis defensas y se tenían que retrasar, porque no te pueden dar la quimio con defensas bajas y eso también retrasaba el proceso de cicatrización. Entonces ya estaba cansada de que no avanzaban en un lado ni en el otro, finalmente todo se va dando y empiezo a cicatrizar y me podían poner la quimio.
El cabello lo perdí a los 17 días después de la primera quimio. Te platican que vas a perder el cabello, pero no te imaginas cómo es todo el proceso porque en mi primera quimio yo salí como si nada, con hambre, y dije: sí así es esto, pues está muy bien. Pero al día siguiente ya no pude levantarme. Esto fue en la ciudad de Torreón y me vine a Durango ya en calidad de bulto, ya no podía con mi cuerpo.
Pasé todo el día con mucho cansancio, con un malestar que no sabría explicarte, es como si te estuvieras quemando por dentro. En la madrugada me siento en la cama y le digo a mi esposo: no voy a poder con esto; y él me dice: si vas a poder. Ahí empecé a comprender los efectos de la quimio.
Me empezó a doler mi cuero cabelludo, yo no entendía por qué y mi médico estaba a distancia y me dijo: tú tranquila, se te va a pasar. Y sí, efectivamente pasó porque dos días después perdí mi cabello, se estaba preparando mi cuerpo para soltarlo. Son cosas que en el proceso no te explican bien, no porque te lo tengan que explicar, pero hay gente que nos asustamos.
Otro de los aspectos más difíciles fue la parte anímica, después del diagnóstico yo me la pasé llorando toda la mañana, nada me consolaba, yo estaba triste por el diagnóstico que me habían dado, me dijo mi esposo que fuéramos a comer, no sé la verdad cómo me levanté, no podía ni bañarme, finalmente me arreglé y le dije: lo primero que vamos a hacer es ir a la iglesia.
Cuando llegué a la iglesia le entregué toda mi carga y mi preocupación a Dios; es algo ilógico para muchas personas, pero ese día yo entregué mi carga, yo decía: no puedo con esto. Llega el punto en que tú te consideras un buen ser humano, que estás tratando de hacer las cosas lo mejor que puedes, que no haces daño y te preguntas: por qué estoy pasando por esto; pero definitivamente es para algo.
Hay esperanza
Aunque no en todos los casos que se detectan a tiempo, se logra el objetivo, la detección temprana es primordial. En el caso de Angélica fue determinante porque su cáncer fue invasivo.
“He visto irse amigas, de hecho tengo dos amigas que perdieron la vida hace un par de meses, me duele mucho porque son personas con las que empecé a avanzar en este camino y que las ves que se van y dices qué sucedió; no sé qué pasó”.
Y es que, en un proceso de cáncer hay muchas cosas inciertas, pero para Angélica dos aspectos determinantes fueron su Fe y el apoyo de su familia.
“Yo tengo la fortuna de tener un esposo que ha estado conmigo desde el principio. Hay decisiones que yo no he podido tomar y él ha dicho: adelante. Pero hay personas que pasan este proceso en completa soledad, que van a sus quimios solas, que están solas en su casa con todos sus malestares y, sin embargo, también salen adelante”.
“Yo me imagino que es la actitud también que tomamos frente a la enfermedad, son muchos factores: el que te detectes a tiempo, el que llegues a tiempo un diagnóstico, es de suma importancia el que sigas todas las indicaciones porque hay quienes te recomiendan remedios, pero primero hay que enfocarse en lo que dicen los médicos, lo que dicen tus estudios”.
“Hay que quererse mucho, hay que estar al pendiente de tu cuerpo, hay que buscar que se te abran las puertas. Si realmente tú te quieres checar, si realmente tú te quieres dar el seguimiento a tu salud, claro que las puertas se abren, pero hay que tocarlas”.
En la actualidad, Angélica está en un tratamiento para evitar que el cáncer vuelva por lo que, a casi seis años de distancia, sigue cuidando su salud. Asimismo, ayuda a otras mujeres con la venta de gorritos oncológicos. Por cada gorrito que vende, regala otro al Centro de Cancerología.
“Hay personas a las que les ha ido muy bien, hay quienes siguen en la lucha. Hay personas que ya se fueron y que dejaron hijos pequeños, que dejaron familias y dejaron sueños por cumplir por lo que hay que quererse mucho y no dejárselo a la suerte”, concluyó.