
El barrio
El viento niño se vestía de polvo:
El ardor me encendía los ojos
En las calles infantiles.
Con tenues luces en esquinas imprecisas
El tiempo y lo moderno me plantaron
En banquetas y calles
Asfaltadas.
Ahora
En la tienda de la esquina: La noche triste
Arde el soplete de Lalo, entonces aquel niño,
Y se apilan hierros de puertas y ventanas.
La frutería de don Joaquín
Y la tienda de la esquina:
Ahora
Es amplio bodegón de
Materiales
Y pista de patinaje.
Están vacíos. Llegó la austeridad. Espejo
Donde se mira la pobreza -de todo-.
La tienda de los Luices: padre e hijo: Ahora
Luce anuncio de
Aseguradora
Con sensuales
Secretarias.
Mis pasos los sacude
El viento de los años.
Me detengo y miro mi cuadra, mi calle:
Están ahí.
Como yo estoy.
Han cambiado nuestros rostros
Y los rostros de casas y gentes han cambiado.
Los nuevos vecinos nos miran.
No saludan.
No quieren tratos con gentes desconocida.
-Es peligroso hablar con desconocidos-.
Se preguntan:
¿Quiénes serán esos? -
Los del barrio-.
Cuando
Los desconocidos son ellos.
El barrio los mira
¿Quiénes son? ¿A qué se dedican?
¿De dónde vienen?
Nos pegunta nuestro
Barrio. Él, que
Conoció nuestros trompos y canicas,
Nuestros goles callejeros.
Los padres de los
Marrufo y los Montoya,
Murieron.
Murieron los Ruíz y los Benítez.
Sus viviendas también han muerto,
Adobes desnudos y
Techos caídos
Son descanso de
Malvivientes:
Dejan sus hilachos de
Basura y
Fogonazos de marihuana.
Los perros sufren de
Pesadillas
Dormidos ladran a pasos vagabundos.
La sombra del tiempo es implacable:
Lo joven envejece
Lo viejo se destruye.
Mi barrio rejuvenece y envejece.
Envejece y rejuvenece.
Es la marca del tiempo
En paredes carcomidas
¡Ah, la marca del ogro tiempo!
El beso del ogro tiempo perdura
En viviendas
Abandonadas