En este sosegado
Apartamiento
Lejos de cortesanas
Ambiciones,
Libre curso dejando al pensamiento,
Quiero escuchar suspiros y canciones.
¡El himno de los bosques! Lo acompaña
Con su apacible susurrar el viento,
El coro de las aves con su acento,
Con su rumor eterno la montaña.
El torrente caudal se
Precipita
A la honda sima, con
Furor azota
Las piedras de su lecho, y la infinita
Estrofa ardiente de los
Antros brota.
¡Del gigante salterio en cada nota
El salmo inmenso del amor palpita!
Huyendo por la selva
Presurosos
Se pierden de la noche los rumores;
Los mochuelos ocúltanse medrosos
En las ruinas, y exhalan los alcores
Sus primeros alientos
Deleitosos.
Abandona mis parpádos el sueño,
La llanura despierta
Alborozada:
Con su semblante pálido y risueño,
La vino a despertar la
Madrugada.
Del oriente los blancos resplandores
A aparecer comienzan; la cañada
Suspira vagamente, el sauce llora
Cabe la fresca orilla del riachuelo,
Y la alondra gentil
Levanta al cielo
Un preludio del himno de la aurora.
La bandada de pájaros
Canora
Sus trinos une al
Murmurar del río;
Gime el follaje temblador, colora,
Y a lo lejos blanquea el caserío.
Y va creciendo el
Resplandor y crece
El concierto a la vez.
Ya los rumores
Y lor rayos de luz hinchen el viento,
Hacen temblar el éter, y parece
Que en explosión de notas y colores
Va a inundar a la tierra el firmamento.
(Parte del poema del escritor potosino Manuel José Othón, quien radicó temporalmente en la ciudad de Lerdo, Durango. Nació en el año 1858 y falleció en 1906).